Capítulo 2.

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Sentía como me perseguían, me iban a alcanzar, mis piernas no daban para más, sentía que si me paraba me iban a alcanzar y como que no quería eso.

Todo se volvía más y más oscuro, no podía más, me dolía todo el cuerpo, en cuanto pude giré en una esquina con la esperanza de haberles perdido de vista. Me quedé callado, no oía ningún paso así que aproveché para descansar un poco y recuperar el aliento.

Cerré los ojos pero sin quedarme dormido, no podía permitirme ese lujo todavía no me había librado de ellos. Oí algunos pasos, sabía que venían a por mí. Me levanté sin hacer mucho ruido pero fracasé en el intento, en cuanto me escucharon oí más pasos dándome a entender de que habían empezado a correr, no tenía mucho tiempo y mis piernas me dolían a pesar de haber podido descansar un poco.

Giré la cabeza para ver por donde llegaban, me iban a atrapar y no podía hacer nada, mi tiempo se estaba acabando y no había hecho nada.

-Oye, ¿estás bien?-oí la suave voz de Ada

Abrí lentamente mis ojos, al principio no veía con claridad pero mi vista se fue adaptando mientras pestañeaba. Pude ver la cara de preocupación de Ada.

-Supongo-me toqué la cabeza

-Son las tres de la madrugada y me despertaste con tus ruidos extraños-me dijo volviendo a acostarse

Me sentía desconcertado, tenía miedo, si lo de mi sueño era real estaba cada vez más perdido, necesitaba encontrar rápido la solución.

-Perdón-susurré

En el fondo me sentía mal por haberla despertado, pero, ¿por qué me estaba sintiendo así? Cada vez más preguntas y yo sigo sin encontrar ninguna respuesta. Me frustra.

Sabía que Ada no me había escuchado, estaba demasiado cansada, la entiendo, no es muy agradable que de la nada te encuentres con una persona muerta. La verdad nunca había visto a nadie más como yo salvo a ellos. Ellos son gente muerta pero no como yo, no sabría explicarlo bien.

Me aburría estar sentado en el suelo, al lado de la cama de ella, tampoco tenía mucho que hacer pero necesitaba respuestas y pronto.

Los rayos de sol me molestaban, no sabía la hora exacta pero me daba mucha pereza levantarme además estábamos de vacaciones. Me levanté con bastante pereza, no encontraba mis zapatillas pero no le di demasiada importancia, fui hasta el baño descalza, no cerré la puerta tampoco lo veía necesario ya que estaba sola.

Me miré en el espejo, tenía la cara fatal, el pelo estaba todo enredado, odiaba las mañanas que me pasaba esto, agarré el peine e intenté peinarme el pelo para que no quedase como un nido de pájaros. A continuación hice mi rutina diaria que a nadie le interesa porque es la misma que hace todo el mundo.

Fui a mi armario para elegir un conjunto que me gustase pero que no fuese muy arreglado, hacía calor y solo tenía ganas de estar tumbada en el sofá sin hacer nada. Aunque ahora que me doy cuenta no había ni visto ni oído al chico fantasma, a lo mejor me alegraba un poco el no tenerlo en mi habitación.

Cuando me cambié bajé hasta la cocina sin rastro de él, no sabía cómo llamarle aparte de que no sabía cómo se llamaba. Todo era complicado con él.

Él necesitaba ayuda pero yo necesitaba descansar, ya tenía bastante con haber soportado a las pijas de mi clase durante un año entero además de aguantar a los chicos, los odiaba todos siempre buscaban una única cosa y no les importaban los sentimientos. Además, ¿por qué a mí? Le podía haber tocado a otra persona, yo no tenía ni idea de cómo ayudarle.

Me resultaba raro el no haberme encontrado con él, miré por todos lados pero nada, ¿se había ido? ¿Así de fácil? En fin, tampoco le daría muchas vueltas al asunto, me preparé algo para desayunar y fui hasta el salón, me senté en el sofá y encendí la televisión. Me importaba muy poco lo que estuviesen dando en la televisión pero necesitaba distraerme.

Esto era muy aburrido, quería hablar con él, aunque sea sentir su presencia, sé que suena raro pero me sentía muy sola, tampoco tengo un mogollón de amigas, solo una y estaba de vacaciones a millones de kilómetros, así que estoy un poco sola.

Cuando terminé de comerme mi desayuno no tenía ni idea de qué hacer, mi madre seguro que estaba cuidando el mini jardín que teníamos detrás de casa y tampoco la iba a molestar solo porque necesitaba la compañía de alguien, además tenía que pensar que cuando él se fuera no iba a tener a nadie hasta que llegase septiembre, aunque tampoco quería que llegase la hora de volver, tendría que aguantar a gente que me cae mal.

-¿Dónde estás?-pregunté en voz alta, como si estuviese esperando a que él me respondiera.

Agarré el bol de cereales, donde ya no había nada, me dirigí hacia la cocina y lo dejé en el fregadero por la tarde ya lo fregaría ahora mismo no tenía ganas de hacer nada. Me giré con esperanzas de verle delante de mí, pero nada. Soy tan estúpida.

-En seguida voy-oí su voz en mi cabeza

Me quedé de piedra, no sabía si eso había sido real, si los cereales llevaban algo extraño o lo echaba tanto de menos que ya me imaginaba cosas. Quería comprobarlo.

-¿Dónde estás?

-Estoy ocupándome de algo-cada vez se oía más apagado, como si estuviese mal.

Fui hasta el salón, otra vez, para sentarme y recapacitar sobre lo que acababa de pasar, él se podía comunicar conmigo, eso en cierto modo era bueno, cuando no estuviésemos juntos podría hablarle aunque también sería malo porque si me ven por la calle hablando sola me tomarán como loca.

-Ya estoy aquí.

Me asusté al oír su voz tranquila, me di la vuelta y le pude ver, estaba mirando al suelo como siempre, me daba ternura verle así, solo necesitaba cariño y solo yo se lo podía dar ya que era la única que le veía.

-¿Dónde estabas?-le volví a preguntar esperando a que me diera una respuesta.

-Es una historia muy larga, además no la entenderías-me dijo mientras que observaba todo el salón, como si buscara algo.

-En fin, no importa-si importaba pero no quería forzarle a decírmelo supongo que tendrá una buena razón para guardárselo.

-Tengo muchas razones Ada-dijo de repente con una voz más gruesa.

Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, no sabía a ciencia cierta si me había leído el pensamiento o lo había dicho porque se le acababa de ocurrir. Me daba miedo pero a la vez curiosidad.

-¿Me acabas de leer la mente? Dime que estas de coña.

Él solo asintió para luego darme la espalda, salió del salón y giró. Estaba yendo hacia mi habitación, no quería perderle justo cuando acababa de venir.

-¿A dónde coño vas?-grité enfadada.

Se detuvo, fui medio corriendo hacia él. En cuanto estábamos casi juntos alcé la mano para tocarle pero le traspasé. Que estúpida, es un fantasma, ¿te creías que lo podías tocar?

Se giró lentamente para verme, quería ver esos ojos perdidos de distinto color, me parecían muy bonitos y llenos de secretos que tendría que descubrir.

-¿Por qué lloras?

Esa pregunta me dejó desconcertada, ¿estaba llorando? Él levantó su mano para tocar mi mejilla, noté calor en mi mejilla derecha, me quitó la lágrima yo repetí el gesto con mi mejilla izquierda. No quería que se fuera y que me dejase sola, quería ayudarle, quería estar a su lado.

-Solo...

-Estás fea cuando lloras-me cortó y se giró para seguir subiendo las escaleras y llegar a mi habitación.

-Espera-se paró-No te vuelvas a ir sin decírmelo antes, ¿vale?

Asintió e hizo algo con la mano, señal de que lo siguiera. Así lo hice, llegamos a mi habitación y él se sentó en el borde de mi cama.

-Cierra la puerta-me ordenó y así hice.

-¿Qué pasa? ¿Estás bien?

-Tengo que contarte algo.

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⏰ Última actualización: Jul 11, 2019 ⏰

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