Amor, 35

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Abracé su espalda mientras dormía,

rodeada por la paz exquisita

de nuestra cama mal hecha,

de una habitación semivacía,

de sus latidos pausados.

Acostada junto a él

tuve, de repente,

el impulso de ponerme a escribir

algo tipo «No te detengas» de Whitman

o «El corazón que ríe» de Bukowski.

Desnuda,

busqué una croquera,

garabateé dos o tres planas,

y volví a su lado.

El poema resultó ser una mierda,

pero no importa.

Aunque ahora dé lo mismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora