Confusión

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El teléfono sonó un par de veces. Bruce Wayne miró la pantalla del aparato encenderse pero lo ignoró, siguió con sus papeles como que si en realidad les estuviera prestando atención. La madera del escritorio vibró nuevamente y sin querer, hizo una línea discontinua donde debería ir una fecha. Suspiró. Aquella era ya la vigésimo cuarta llamada de Clark. 

Esta vez fue él quien le dio al botón de llamada, puso el altavoz, se recostó en la silla y juntó sus manos bajó su mentón, esperando.

—¿Bruce? 

—¿Qué pasa? —Clark quería reclamar, ¿Por qué no había contestado? ¿Qué era más importante que él? Guardó silencio, ya no tenía esos derechos. 

—Tenemos que hablar. Hay que decirles a todos que no… —Escuchó la voz entrecortada al otro lado del teléfono, algo discontinuo se escuchó, como cuando se resopla en la cocina y la comunicación se distorsiona. 

—Ya sé —El silencio volvió, Bruce se movió incómodo en su silla— Dick ha preguntado por ti… Cree que es alguna especie de costumbre extraña no hablarse —Casi que podía escuchar la tensión de Clark. Su Dick, el pequeño Dick, el que había sido también su hijo todos esos años y de pronto, nada. No había sido capaz de contestar sus llamadas y explicarle eso ¿Qué debía decirle? Le rompería el corazón y era algo de lo que no quería hacerse responsable. 

—Lo llamaré. Deberíamos hablar con él. Yo… ¿Aún así puedo seguir viéndolo? —Preguntó despacio, al fin de cuentas, para el Dick era su familia. Bruce miró el teléfono. 

—Supongo que podríamos almorzar mañana— Ignoró su pregunta, porque era algo que no sabía ni quería contestar. 

—Claro, no tengo problema con eso — Se quedaron en silencio de nuevo, solo se escuchaba la respiración a través de la bocina — ¿A la una? 

—Me parece bien —El pitido del teléfono sonó por un par de minutos hasta que Bruce decidió reaccionar y colgar también. Ni siquiera el Joker le había puesto en una situación tan difícil. 

Batman tecleaba a una velocidad alucinante, salían y se cerraban pequeñas ventanas con códigos que, en toda su vida, Superman pensaría en descifrar. 

—¿Piensas quedarte allí mirándome todo el día? —Preguntó el hombre, girando levemente para ver la cara de consternación de Superman. 

—Lo siento, no quería molestar —Superman se disculpó, poniendo sus manos al frente, en un pequeño gesto defensivo. Batman le devolvió una fría mirada, ese movimiento, esa actitud le recordaba a Clark, a su Clark, que ya nunca más sería suyo. 

—¿Qué quieres? —Preguntó, esta vez sin mirarlo. La verdad es que el hombre le caía bastante bien, no era entrometido, aunque demasiado amigable, pero era confiable. Además, era como ese pegamento molesto que mantenía unidos a todos. 

—Nada, en realidad nada —Clark no tenía nada, Superman no tenía nada, solo le quedaba estar allí, viendo la infinidad del universo, que bien podría ser en ese momento Batman tecleando como loco. 

—¿Es que no tienes nada que hacer? —Preguntó el hombre murciélago, casi que en un gruñido. 

—Nop —Podría estar con Bruce o Dick, pero aquello ya no iba a ser parte de su vida nunca más.Dio una vuelta, incómodo, en busca de algo. Solo escuchó al otro resoplar. Mala idea, molestar al hombre murciélago era una mala idea. 

Iba a decir algo, pero la alarma sonó, de nuevo, los mismos monstruos atacando la ciudad y dejando un rastro de destrucción a su paso. Más lucha, golpes, enfrentamientos entre el bien y el mal, más muestras, del mismo barro viscoso y ninguna pista a la que aferrarse para descubrir lo que había detrás.

¿Eso soy para ti?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora