-¡Sarah! Venga, que llegamos tarde- me dijo Paola, gritando, desde la planta de abajo. Nos íbamos a París, en pleno Abril. Hace tres meses, un médico me anunció que en menos de dos años me muero; y entre mi familia y yo, llegamos a la conclusión de que tengo que aprovecharlo al máximo, y la mejor manera de hacerlo es viajando. Y, como no, yo estaba haciendo esperar a todo el mundo. Desde el 19 de Enero, que me lo comunicaron, no podía parar de mirarme al espejo y ver escenas de mi antigua vida, o ver, que en realidad me voy a morir en un escaso tiempo y, si la gente me ve por la calle, va a pensar que soy una adolescente normal y corriente. Soy de las primeras personas con las que han podido experimentar el 'Satch'; antes de que un científico inglés, cual no recuerdo el nombre, descubriera el Satch, la gente vivía sin preocupaciones, o con las mínimas. Yo ahora, no puedo permitirme si ni quiera en pasarme un domingo tumbada en el sofá, deperesiva y llorando. Nadie me lo iba a permitir. Ahora, solo podía pensar que el 13 de Febrero de 2017, va a ser mi nuevo cumpleaños, empezando una nueva vida, con nueva gente, nueva familia y nuevo mundo. Y, siendo realista, no estoy preparada para todo eso, y aunque la gente de mi alrededor no lo creyera, estoy muerta de miedo.
-Ya voy, ya voy- le respondí a Paola subiendo la el tono de voz, para que me pudiera oír.
Y, con esto, cogí mi mochila y salí por la puerta, preparada para mi nuevo viaje
***
-No me creo que estemos en París- dijo Paola, emocionada mientras llegábamos al hotel en taxi. El vuelo había ido bien, aunque yo solo entendía cuando hablaban en inglés. Paola, de vez en cuando, me lo traducía. Era ya casi francesa de nacionalidad.
-Ni yo, pero voy a echar de menos a Aitor...- dije con un poco de nostalgia. Cuando fui al médico, aquel día, fue él el que me acompañó. Y al que se lo dijeron primero. Recuerdo que, entró a la habitación del hospital con la peor cara de tristeza que he visto en mi vida. Se sentó en la silla, sin dejar de mirarme, me cogió la mano, a la vez que cogía aire, y me lo contó todo. Y yo, solo podía pensar, en mi primo pequeño.
-¡Sarah, que te estoy hablando!- medio gritó Paola en mi cara.
-Lo siento, lo siento, estaba... recordando cosas. ¿Qué me decías?
-Que Aitor también te va a echar de menos, y que qué tal vais, que no me has contado nada.
-Pues bien, vamos bien. Me hace más feliz de lo que ya era...
-Y... ¿ya te ha pedido ser su novio?- dijo, con una sonrisa traviesa.
-No, hemos decidido que nada de etiquetas. Nos queremos, ya está. Si lo piensas, decir que somos novios, o que somos amigos, o que eres mi mejor amiga y cosas así, son etiquetas que ponemos para que la gente nos identifique de una manera u otra. Y no, no voy a ponerme ninguna etiqueta. Que la gente piense lo que quiera; estoy harta de todo el mundo que está encima de mi diciendo que si somos novios,es como que me tú eres una coca cola y yo otra, pero nos quieren poner etiquetas de 'light' o 'cero' para diferenciarnos. La gente que no está presente en mi vida, cada día, no voy a permitir que me pongan una etiqueta para que cuando me muera puedan cuchichear sobre mi pasado.
-Bueno Sarah, tampoco es eso... yo...- la interrumpí.
-Sí, si que es eso. No quiero hablar más del tema. Queda zanjado para el resto del viaje, y el resto de mi vida.
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La vida de Sarah Ryder
Teen FictionEsta no es la típica historia que acaba bien y todos felices.