Draco y yo nos desaparecimos antes de que Narcissa dijese nada más; creo que ni siquiera se fijó en mi presencia, aunque en el fondo sabía que si.
Nos aparecimos en mi casa; cuando Narcissa apareció me desaparecí lo antes posible y fue el primer lugar en el que pensé. No había nadie en casa, debían de seguir trabajando. Draco parecía agitado y tenía en el rostro más pálido de lo normal; me acerqué a él y le cogí la cara suavemente con mis manos.
-Draco, ¿estás bien?- él me miró y se limitó a asentir.
-¿Dónde estamos?
-En mi casa, fue el primer sitio en el qué pensé- Hubo una pausa.- Draco, ¿qué crees que hará tu madre?- Draco agachó la cabeza y yo me temí que algo no demasiado bueno.
-Pues me buscarán y me obligarán a irme con ellos, cosa que no quiero, pero creo que tendré que hacer, porque sino me llevarán a la fuerza.- Yo miré entristecida como iba apareciendo ese sentimiento desdichado que estaba atormentando a Draco.
-Draco, no te preocupes, tienes dieciséis años y este año cumplirás los diecisiete y serás mayor de edad, entonces no tedrán ningún poder sobre ti.- Noté cómo apareció un poco de alegría en sus ojos.
-Y pensar que faltan cinco días me hace sentir escalofríos.- Me quedé perpleja.
-¡¿Cinco días?!- Draco saltó al escuchar un tono medio de sorpresa y enfado; no sé por qué sonó así.- ¿Entonces de qué te preocupas? En cinco días no va a pasarte nada, tendrían que encontrar el cuartel de la Órden y el ministerio todabía se mantiene, por lo que no creo que decaiga en tan sólo cinco días.- Draco sonrió de medio lado; me senté a su lado en el sofá.- De todas formas, si vienen a por ti no dejaré que te vayas.
Él me miró a los ojos y cada vez que lo hacía me quedaba perdida en su mirada; aquellos ojos grises me absorbían por completo y no me dejaban apenas pensar. La puerta de mi casa se abrió dejando entrar a mis padres, que se quedaron algo perplejos al ver a Draco Malfoy en mi habitación.
-Hermione, hija, ¿qué estáis haciendo?- Yo me levanté y me encaminé hacia ellos.
-Mamá, papá, él, como ya sabéis, es Draco Malfoy y, junto con Theodore Nott y Blaise Zabini, se ha unido a la Órden.- Ellos le sonrieron.- De modo que fuimos a su casa a por sus cosas y entró su madre, que ya sabéis que está de lado de Voldemort, así que nos desaparecimos, y el primer lugar en el que pensé fue nuestra casa, y resulta que os estaba esperando para veros y contaroslo.- Yo les sonreí y ellos a mí. Mis padres son los mejores del mundo, de verdad; me dejan hacer cualquier cosa, aunque eso se debe a mi responsabilidad.
-Bueno, y a dónde vais a ir.- Lo único malo es que quieren saber dónde estoy en todo momento, cosa que nunca consiguen.
-Pues al cuartel de la Órden, y después supongo que a la Madriguera.- Mi padre asintió y sonrió.- Draco, puedes subir arriba a ducharte o lo que quieras mientras hablo un momento con mis padres.- Él asintió y subió las escaleras; desde abajo oí la ducha, por lo que me senté con mis padres en el salón y hablé con ellos.
-Dinos hija.- Dijo mi madre con un tono en la voz notablemente preocupado.
-Veréis, desde hace tiempo sabemos que va a haber una guerra, todo el mundo lo sabe, creo que hasta los muggles lo intuyen, de modo que no puedo poneros en peligro; siendo amiga de Harry y al estar junto a él corréis un enorme riesgo, por lo que debo pediros que os vayáis de aquí, a otro país incluso, a algún lugar recócnito del planeta donde no puedan encontraros nunca.- A mi madre se le escapó una pequeña lágrima que no me pasó desapercibida; mi padre habló.
-No vamos a dejarte sóla hija, te ayudaremos en todo lo que podamos.
-Papá, ¿es que no lo entiendes? Esto no es algo en lo que puedas ayudar, es magia, algo que no posees en tu sangre, si te enfrentases con un mago morirías en segundos.- Mi madre se levantó.
