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La mañana fue tan pesada que hizo que nuestro apático alfa soltará un gruñido por haber despierto de su santísimo y sagrado sueño.
Todo fue enteramente la culpa fue de los resplandecientes rayos del sol entraron rebeldemente golpeando las cortinas de tela de la ventana que por flojera no cerró desde el día anterior.
Estuvo un instante con la mirada pérdida en su habitación color crema y el techo color hueso. Observo todo con tranquilidad, desde sus gigantescos trofeos de primer lugar como capitán del equipo de baloncesto en su antigua escuela, hasta trofeos pequeños de tercer puesto por participar en concursos académicos matemáticos. Parpadeo un par de veces para acostumbrarse a la luz que seguía entrando por la ventana, pero que no cerraba por flojera.
Sin tener noción del tiempo poso su vista con ternura hacia los recuadros de él y su familia en diferentes lugares turísticos: Alemania, Rusia, México y una en Colombia, cortesía del trabajo de su madre. Miraba el cuadro más reciente enmarcado y colgado en la pared donde se mostraba una foto con prueba de que habían visitado Japón. Según el, la foto era perfecta y todo gracias a la imagen perfecta que ellos demostraban. El soñaba con tener una familia tan bonita y perfecta como la suya, pero el caso es que no había encontrado aún a una hermosa omega rubia de ojos azules con quien pasar su vida. Esperaba encontrar alguna en su nueva estadía en la escuela de omegas (una motivación más para ir). Esperaba de todo corazón que no fuese una omega hormonal de la manda del este y deseaba que fuera una DarePink rubia, esas lo volvían loco, al igual que a todos.
Aunque eso si, por más que deseara ir a conocer omegas no todo era felicidad de ir. Porque el alfa detestaba tener que levantarse más temprano, ya que la escuela de omegas estaba más retirada que su casa y esta vez tendría que tomar el autobús.
Así que más temprano de lo normal, hizo todas sus rutinas matutinas cotidianas; le pego al despertador para apagarlo justo cuando comenzó a sonar su canción favorita; se levantó de su cómoda cama azul marino; se bañó con agua fría; se secó y se vistió con algo que fuera medianamente decente. Camino con todo el peso del mundo hacia la cocina, que no quedaba a más de 11 pasos de su cuarto. La casa era de un solo piso, por lo que no le costó llegar a su destino.
Su mamá alfa lo esperaba sentada en la mesa viendo su celular, revisando según "un mensaje del trabajo", aunque en realidad estaba viendo el perfil de su pareja y ver qué tipo de personas seguían el perfil, gruñía en bajo cada vez que veía que algún alfa depravado (o al menos así catalogaba a todo aquel que se acercará a su omega) comentaba algo ya sea obsceno o un simple "adorable".
Su papá omega hacia el desayuno si tener noción de lo que su alfa hacía. Y eso le era conveniente, porque siempre la alfa recibian un pequeño regaño de su pareja por ser bastante celosa.
