#2. Marco

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AU(Alternative Universe) sobre Marco.

Marco el Fénix;
Así solían llamarle sus amigos más cercanos, apostillando que el chico en ocasiones parecía renacer en un aura mucho más fuerte de la noche a la mañana. Su aspecto calmado parecía siempre esconder a un muchacho mucho más cansado y estresado de lo que quería pretender, y es que sus veintiséis años de edad habían sido un infierno a los ojos de los que llevaban con él desde que portaban uso de razón. Desde muy pequeño había conseguido adaptarse a las estrictas miradas de su padre, ya que desde que aquel hombre perdió a su mujer, cuando Marco tenía apenas cuatro años, se empeñó en que su hijo sería alguien plenamente útil en un futuro, el mejor entre los mejores; y así fue desde el colegio hasta el fin de su carrera. Sus esfuerzos podían gritar claramente que el rubio sería un gran médico, tenía todo totalmente planificado por su figura paterna, al que él había decidido seguir sin excepción alguna, tal vez por lástima, o tal vez porque creía que no le quedaba nadie más en el mundo a parte de él.

Todo siguió su curso normal, hasta que Marcó decidió que la medicina no le llenaba, no era lo que le apasionaba, aunque no negaba que disfrutaba de ella. Lo que a él le gustó de verdad fue enseñar, tener la atención de los jóvenes sobre él, y transferirles la confianza que él perdió o no tuvo a los dieciocho, o durante toda la carrera. Así fue como actualmente consiguió un rápido puesto como profesor de química en una universidad. Él enseñaba a los principiantes, los recién llegados a tan importante momento de su vida.
Desde la primera milésima en la que el rubio decidió tal giro de trescientos sesenta grados en su futuro, su padre le echó y le trató como si fuese la peor escoria del universo, tan solo porque él no tuvo la oportunidad de salvar a su mujer, porque él no tuvo la capacidad para ver qué le ocurría antes de tiempo, y por supuesto quería que su hijo la tuviese a cualquier costo, pero no se dio cuenta de que así creó al chico neutral que ahora convive solo, ganándose la vida desde hacía tres años por sí mismo.

Todo aquello era totalmente admirado por cada uno de sus jóvenes alumnos, pero sobretodo por una en especial. Emiko solía ser una chica bastante seria, a veces demasiado, y totalmente orgullosa. Podría escuchar mil y una vez más la infancia que pasó su profesor, pero jamás le diría mirándole a los ojos que le guardaba un gran hueco en el fondo de su corazón. Ella no tenía momentos rotos, pero sabía qué se sentía al ser exigida a hacer algo sin quererlo, por eso comenzó a hablar con él sobre lo que no hablaba con nadie.
Marco tenía un porte que atraía perfectamente a toda clase de muchachas, y Emiko jamás podría negar su atractivo, mas prefería guardárselo debido a lo erróneo que se vería el fijarse en él. Era ciertamente inalcanzable, y en ocasiones su mirada oscura le pesaba tanto, que debía hacer un esfuerzo sobrehumano por no quedarse embobada mirándole.

Eso no era lo que a ella le habían enseñado, fijarse en una persona ocho años mayor era tan malo como sonaba, así se lo implantaron desde pequeña. Ambos padres de Emiko eran una viva imagen de los frutos del buen trabajo, una por abogacía y el otro por cirugía. Ellos habían educado a su hija para que jamás se distrajera de sus deberes, que tras la carrera tendría tiempo para fijarse en lo que la rodeaba. Pero ellos jamás contaron con que una de las distracciones estuviese frente a ella todos los días de la semana varias horas.
Negarlo era lo más fácil para sus pensamientos, pero los sentimientos de la castaña parecían intentar prender un rumbo totalmente distinto al que ella tenía. ¿Alguna vez has escuchado algo sobre los impulsos? Son ese pequeño atisbo de valor que se dan debido a la adrenalina del momento, eso que no te atreves a hacer, pero acabas llevando a cabo sin siquiera notarlo. No es el destino, tampoco la casualidad, y menos aún un milagro; eres tú quien decide moverse.

—Es todo por hoy, chicos. Por favor, recordad repasar todo esto después, y no dudéis en preguntar mañana. —finalizó el profesor tras escuchar el timbre. Los alumnos no se levantaron hasta que él dejó de hablar y comenzó a recoger su mesa con una sonrisa, dando así el aviso final. Ese era el poder que transmitía el rubio. Emiko apenas se cercioró del final de la clase cuando vio a todo el mundo saliendo por la puerta, de nuevo no había prestado atención, y esto le supondría el estudiarse la clase entera por sí misma. Suspiró con pesadez y se llevó el bolso al hombro derecho, cogiendo el archivador y el estuche sobre sus manos. Ni siquiera había dado más de cuatro pasos cuando notó que aún había una presencia en el aula. —¿Algo que te moleste, jovencita? —habló con una sonrisa ladina Marco, erróneamente embobado por el caminar de su alumna. Borró sus pensamientos y adoptó una posición más seria, recriminándose a sí mismo por lo que acababa de hacer.

One shots » One pieceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora