Fiestas y cosas malas.

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La colilla del cigarrillo cayó al piso, el aire se llenaba de un humo olor a marihuana y el ojigris suspiraba, con los ojos rojos, los cuales no sabía si eran por la droga o por el llanto.

La música retumbaba dentro de la casa de su amigo, James, que había decidido que era una genial idea el hacer una fiesta dos días después de que la novia de Sirius le hubiera dejado, y este no podía estar más afectado.

No por esa chica, siempre la había odiado y se había sentido obligado a estar con ella debido al alto status social que su familia poseía y la honorable casa Black demandaba para la pareja de sus familiares. Estaba mal porque estaba solo. Sirius había aprendido a estar solo, toda su vida había estado solo y se había acostumbrado, pero una vez que había conocido el amor la necesidad de este no lo abandonaba.

Y no lo había conocido por su ex novia, ni por ninguna de las chicas con las que había estado, si no por el chico que se encontraba bailando dentro de la casa en ese momento.

Remus siempre le había parecido una persona genial, desde que había empezado a hablar con él le había parecido una persona amable, graciosa y sobre todo, empática. Había algo que se le removía hermosamente en el estómago cuando veía al castaño ayudar a alguien o simplemente sonreír. Sentía que podía mirarlo durante todo un día y no cansarse.

Escuchó la puerta corrediza abrirse a sus espaldas, volteó encontrándose con aquel castaño saliendo de la casa, necesitado de aire fresco. Volvió la vista, mirando el paisaje que la casa de James le otorgaba, aunque no era tan hermoso como el chico que el azabache tenía a su lado.

Remus esa noche vestía con unos tenis negros, unos ajustados jeans blancos recorriendo sus piernas y un suéter color dorado y rojo cubriendo la camiseta gris que tenía, se veía hermoso, pero para Sirius el chico podría ponerse una bolsa de basura y seguiría viéndose igual de sexy.

-Odio las fiestas- Suspiró el castaño a su lado, su voz reflejaba cansancio y tristeza. Olía a cerveza y patinaba las palabras, estaba borracho.

-Y que me lo digas- Dijo Sirius, prendiendo otro cigarrillo y poniéndoselo en la boca.

-¿Qué tal tú y tu novia?

-No me habla.

-Oh, entiendo.

Un silencio algo incómodo se formó entre ambos, cuando se habían graduado su comunicación se había debilitado hasta volverse casi nula, ambos habían tomado caminos diferentes y sus horarios no coincidían como para hablar.

Sirius lo extrañaba.

-¿Cómo te va estudiando en esa universidad en México?- Habló el ojigris, volteando su mirada hacia él.

-Supongo que bien, soy el mejor promedio.

-Genial.

-¿Y tú? ¿Sigues estudiando?

-No, dejé la escuela.

-Oh...

El azabache había desarrollado un profundo odio por México, no por la gente ni la cultura, solo los odiaba por haberle dado la oportunidad de estudiar ahí a Remus y haberlo arrebatado de su lado.

Estaba feliz por el castaño, se notaba que la idea de estudiar en el exterior le emocionaba y no podía evitar emocionarse junto a él. El simple hecho de ver a Remus feliz le hacía feliz.

Se fijó en el rostro del chico, sus cicatrices seguían tan notables como cuando iban a la secundaria, nunca había descubierto el cómo de las había hecho, el ojimiel siempre solía decir que era por 'un problema de la niñez', y no tenía argumentos válidos como para negar eso, aunque no estaba muy seguro de que fuera verdad.

-Sirius- Las miradas de los dos chicos se encontraron. El castaño le sonrió y el corazón de Sirius empezó a acelerarse- Tengo vacaciones en esta época y pienso estar unos meses en Londres, así que, ¿Quieres, algún día, que vayamos a tomar algo por ahí?

El ojigris le sonrió.

-Sí, claro.

Tal vez no era todo tan malo.

Las cosas que pasaron luego de que Remus Lupin regresara. | Wolfstar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora