El avión acababa de aterrizar en Múnich. Carla estaba nerviosa, no pudo dormir en todo el trayecto, pensar en cómo el miedo podía limitar los deseos de una persona la hicieron reflexionar y valorar la importancia que tienen las decisiones personales. Durante las once horas que duró el viaje, ella recordó todas esas situaciones en las que no pudo controlar y vencer su miedo. Sobretodo pensó en las decisiones que la llevaron a formalizar su relación con su exmarido Juan a pesar de saber que el carácter de él no era compatible con sus deseos y sus sueños. Las situaciones vividas durante su noviazgo y principalmente, en el matrimonio le dieron elementos para reconocer que no tuvo el valor de integrar en su vocabulario la expresión ¡No quiero!
En ese momento ya era capaz de ser sincera consigo misma, sabía que nunca quiso ser la novia de Juan y que nunca quiso casarse con él. Carla estaba consciente de la consecuencia principal de sus dos errores. Al retomar la relación con Juan y aceptar ser su esposa perdió la oportunidad de ser feliz al lado de Antonio. Después de la temporada decembrina que pasó con Antonio ambos acordaron que buscarían una forma para poder continuar juntos. Antonio le había expresado de forma directa su intención de formalizar su relación con ella. Dos meses después, ella rompió con los planes que habían hecho y aceptó casarse. El día que Juan le propuso matrimonio no encontró la fortaleza emocional para declinar la propuesta, la presión de estar enfrente de cientos de personas la llevaron a aceptar la solicitud aun sabiendo que él no la hacía sentir de la forma que Antonio lo hacía. Esta misma limitante, la de poder decir no, la tuvo el día que inició su noviazgo con el carismático empresario.
Durante el vuelo a Múnich, Carla reflexionó sobre las consecuencias de sus acciones, estaba consciente que Juan hizo crecer su ego femenino al expresar de forma pública su interés hacia ella. Esa fue la principal razón por la cual aceptó ser la novia del codiciado prospecto masculino a pesar de que las sensaciones que él generaba eran reducidas. La decisión de casarse con él la llevó a tener una difícil experiencia, en ese momento se arrepentía de no haber podido ser valiente y luchar por sus sueños y deseos. Todos esos años al lado de Juan la hicieron entender que: "La felicidad no tiene ni color ni forma ni lugar establecido. Aparece cuando menos la imaginas, es espontánea y no tiene tiempo definido.
Pocos meses pasaron para que la realidad se hiciera presente, Juan no era la persona que deseaba y ella sentía una enorme presión social. Sin embargo, nunca tuvo la capacidad de terminar la relación y buscar su felicidad. Durante su noviazgo, cubrió su infelicidad con los amplios beneficios sociales y económicos que la relación le daba. Los meses pasaron y, ella cambió el deseo de tener un compañero que compartiera sus sueños por el estatus social y económico que Juan, el empresario carismático y exitoso, le daba. Así fue como permitió que las reglas familiares y sociales definieran su futuro eliminando sus necesidades.
Desde el principio de su relación, ella y Juan supieron que no había ilusión ni pasión entre ellos. La crisis que su relación tenía se expresaba de forma constante con los desacuerdos que ambos tenían y con los continuos periodos de ruptura. Nunca trataron de trabajar los conflictos, ella simplemente aceptaba las condiciones que Juan proponía. Eso le daba a él poder para seguir en su papel de macho alfa y la áspera situación se tranquilizaba. La sumisión emocional que había permitido en la relación inició en el noviazgo y se extendió durante el matrimonio, nunca la detuvo, nunca la cambió. Los últimos años se habían vuelto muy difíciles, ella nunca lo aceptó.
En ese momento, ella estaba consciente que la solicitud de divorcio había sido el factor externo que necesitaba. La petición de divorcio la obligó a salir de su zona de confort y la empujó a iniciar un cambio en su vida. Ella sabía que si Juan no hubiera solicitado el divorcio ella no hubiera sido capaz de terminar con su matrimonio. Durante años limitó su felicidad, en los primeros meses de noviazgo con Juan, ella encontró indicadores que no le gustaban en la relación pero no les tomó importancia. Juan era carismático, disfrutaba controlar a las personas, le gustaba tener el poder, ser el líder del grupo social y con todas estas variables ella terminó siendo una persona fácil de manipular. En pocas palabras, a él le gustaba dominar y ella había aceptado su sumisión emocional.
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Yo quería estar contigo
RomanceDespués de un periodo en donde las diferencias de pareja eran frecuentes y las rupturas constantes, Carla decide viajar por Europa. Durante su estancia en Alemania, conoce a Antonio, un joven ingeniero que realizaba sus prácticas profesionales en un...