Hermana gemela.

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Una noche más los gritos a mitad de la madrugada en la habitación de Marissa se hacían presente. La pequeña movía los brazos gritando con desesperación y agitándose de un lado a otro.

Allan, su padre, llegó rápidamente encendiendo una lámpara con forma de estrella y despertando a la pequeña rubia.

—Todo está bien, calma—dijo el hombre abrazando a su hija.

La pequeña no decía ni una sola palabra, solo sollozaba y respiraba con mucho sentimiento.

—Necesito ver a Valeria—comentó la niña cuando al fin se calmó.

Allan la miró y tocó su cabeza delicadamente hasta llegar a su mejilla.

—Es tarde, debes dormir—respondió mirándola con tristeza.

—Tú no lo entiendes—la niña se tapó los ojos.

—¿Qué es lo que no entiendo?.

—Ella me necesita y yo la necesito. Ellos quieren llevársela.

—Basta Marissa, solo fue un sueño.

—¡No!. Ella está en peligro.

—No lo está—Allan se levantó de la cama.

—¡Si lo está!—Marissa lo miró detenidamente.

—¡Ella está muerta, Marissa!—El hombre levantó la voz con lágrimas en los ojos. —Tú hermana está muerta.

La pequeña se colocó el cabello de lado y se acercó al hombre abrazándolo.

—Solo necesito verla una última vez.

—No Marissa, necesitamos aprender a soltar.

—Ella dice que no puede ir con mamá—el hombre se limpió la cara.

—¿Por qué?—preguntó respirando profundo.

—Pregúntaselo tú—Allan volteo y tras de él su hija muerta, una niña idéntica a Marissa, con los ojos en negro lo miraba fijamente mientras más cuerpos en putrefacción estaban a espaldas de la pequeña Valeria.

—Ven con nosotros papá—al girar la cabeza Allan notó que Marissa tenía el rostro desfigurado y notó un olor desagradable bajo la cama; el cuerpo en descomposición de Marissa llenó de Sangre ya hacia bajo la cama.

—Ven papi—dijo Valeria sonriendo y estirando la mano. No, está vez no era un sueño, esta vez era una realidad.

-Foto: Stefan Koidl.

-Foto: Stefan Koidl

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