Capítulo VI: La partida del grifo

147 5 1
                                    

- Bien bien, me parece muy bien. Quiero comprobar algunas cosas antes de luchar contra ti. Eso que haces, ¿Es acaso algún tipo de magia?

José: ¿Magia? Estas flamas son mucho más que magia, como podrás ver, las flamas representan la situación en la que se encuentra el portador y estas son más puras y brillantes que las del mismísimo infierno, por lo que, todo el dolor que le hiciste sentir a mi chica, te lo devolveré 100 veces más.
- Espera, espera ¡Tiempo fuera! Aún tengo una pregunta más que hacerte, si esas flamas son apagadas, ¿Eso quiere decir que tu sufrirías algún dolor o daño?
José: ¿Por qué no vienes y lo descubres por ti mismo? 

Corrí lo más rápido que pude en su dirección y con el antebrazo le golpeo el cuello haciendo que caiga sobre el asfalto. 

Cadenas son arrojadas hacia mí, pero las esquivo hábilmente. Vamos, ¿Qué esperas para ponerte de pie? Te dije que te haría pagar por lo que le hiciste a Érika y no es divertido si no te tengo cara a cara.

- Oye, oye, cálmate, esto duele. – dijo mientras esbozaba una sonrisa de oreja a oreja.
Estaba a punto de salirme de mis cabales si este sujeto seguía sonriendo así. 

Érika: José, tranquilízate, así solo lograrás que algunas heridas se abran otra vez.

José: Lo sé... lo sé y lo siento, pero este tipo... este tipo se ha atrevido a meternos en problemas a ambos. Llevándome al borde de la muerte y golpeándote de manera brutal. – mi enojo era bastante notable, no recordaba la última vez que alguien me había hecho enojar así.

Luego de dar una patada en su cara lo más fuerte que podía, retrocedí unos pasos para recuperar el aliento. Me estaba cansando más rápido que en ocasiones anteriores.

- ¡Mierda! Espera, espera... esta vez sí me dolió, pero ¿Eso es todo? Recuerdo que la última vez dolió más.

El sujeto se reincorporó y luego de darme la espalda por unos minutos empezó a correr velozmente hacia mí. Me sorprendió que decidiera atacar ahora, ¿Qué era lo que planeaba? 

Me tomó del cuello de la polera mientras repetía que me iba a devolver los golpes que le di la última vez.

José: Procura no quemarte, idiota. - dije prendiendo fuego a la parte del cuello de la polera por donde me sujetaba. Uno, dos, tres, cuatro, cinco... No me soltaba, ¡¿Qué demonios estaba sucediendo con este sujeto?!

Observé detenidamente sus manos y usaba un tipo de guantes, no sabría decir el material, ¿Cómo es posible que esos guantes no se calcinen al entrar en contacto con mis flamas?

- Sé lo que está pasando por tu mente y con mucho gusto lo responderé. Estos guantes me permiten entrar en contacto con tus flamas el tiempo suficiente como para contraatacar. Como sabrás, si te ataco con las manos desnudas corro el riesgo de que mi mano sufra quemaduras de segundo y hasta tercer grado, así que, taraa~n. 

El tipo levantó su segunda mano y esta tenía una especie de cobertura de algún metal.

- El avión se acerca a las torres, vamos a prepararnos para el impacto en tres, dos, uno.

Rápidamente coloqué mis brazos en forma de cruz y con las palmas abiertas lancé fuego en dirección a su rostro.

José: No esperabas eso, ¿o sí?

Una mano atravesó las flamas y luego de apretar fuertemente las mías, logró extinguirlas. Estaba asombrado, ¿Tales actos eran posibles?

José: ¡Jackal, pensé que tus flamas eran invencibles! ¡¿Jackal?!

Un diario olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora