Capítulo IX: La ley de los lobos

82 2 0
                                    


José: ¡Érika! ¡Érika! ¡Éri...!

Natalia: ¡Ya cállate maldito idiota! Te la has pasado llamando a esa chica desde que recuperé la consciencia.

José: Una botella con agua me cae en la cabeza despertándome de aquel bucle mental en el que me encontraba y, cuando me percaté que estaba con vida, no pude evitar ponerme nostálgico. Recordaba todo, gracias a Érika yo... yo recordaba todo lo que había pasado, incluso lo que sucedió dentro de mi subconsciente.

Ahora que lo pienso, ¿Dónde estoy? Recuerdo que estaba peleando con Salamandra y después... quedé inconsciente, ¿Acaso gané?

Natalia: De hecho, debería darte vergüenza perder ante una chica de 15 años. Aunque bueno, cualquiera hubiera perdido, después de todo, estaba usando la máscara de Salamandra.

Una voz que me trae muchos recuerdos a la mente se deja oír detrás de mí, y cuando volteo observo petrificado al ver de donde proviene.

José: Eres... eres tú... hermana... mi hermanita... Natalia.

Raudo me abalanzo sobre ella para abrazarla, pero una gota de sangre cae por el costado de mi cuello y una hoja fría y afilada se posa sobre el mismo.

José: ¿Okay? ¿Puedes explicarme qué estás haciendo, Natalia?

Natalia: Lo siento, fue por reflejo, no quise hacerlo. Apenas y pude detenerme cuando recordé que eras tú. Así que... por favor, no te me acerques de improvisto, quién sabe qué puede pasar la próxima vez.

José: Está bien, lo siento, entiendo que estés nerviosa, no lo volveré a hacer.

Natalia tosió un poco de sangre luego de remover el cuchillo de mi cuello y no pude evitar acercarme sin advertirle.

Cuando ella retiró su cuchillo, se encontraba derretido, puede que desde que entró en contacto con mi cuello.

Recordé lo que me había dicho Érika, debo controlar mi habilidad, tal vez me pasó lo mismo que a Natalia y, de no haber recordado que era mi hermana, probablemente la hubiera calcinado viva.

José: ¿Qué te ocurre? Pareces no estar del todo bien.

Natalia: No te preocupes... ya es muy tarde para que lo hagas, estoy bien, es solo que mis heridas no han sanado del todo, y me precipité al hacer movimientos bruscos.

José: Entonces procura reposar, descansa todo lo que quieras y no te preocupes, ahora que estoy aquí, me ocuparé de que todo esté bien, ¿Sí?

Natalia: ¿Por qué?

José: ¿Por qué? ¿qué?

Natalia: ¡No te hagas el idiota, te conozco mejor que nadie y no tienes que actuar como un idiota para engañarme, eres más listo de lo que aparentas! ¡¿Por qué haces esto aun sabiendo que somos enemigos, aun sabiendo todo lo que te hice?!

Natalia comenzaba a hiperventilarse y sin darse cuenta empezó a sujetarse el pecho, me recordaba a mí, de cierta manera, supongo que es normal, después de todo, somos hermanos. Me acerqué a ella y la volví prisionera de mis brazos; buscando calmarla, le hablaba bajo y pausado.

José: Dime Natalia, ¿Recuerdas todo lo que paso?

Natalia: No del todo bien, hay algunas cosas que ignoro y otras que recuerdo con claridad. Pero eso no quiere decir que...

José: Entonces nunca pasó, no somos enemigos, somos hermanos, José y Natalia Lockser, ¿Verdad? No es necesario que te atormentes por pequeñeces, ahora estás conmigo, no dejaré que algo malo te suceda y no te volveré a dejar sola.

Un diario olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora