¿Preparado para la Cosecha?

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Controlar a un buddy no estaba al alcance de cualquiera. No era cuestión de dinero, sino de genética. Los futuros cosechadores sufrían una serie de cambios que más adelante servirían para controlar a su buddy designado. Tras una infancia llena de pruebas médicas y genéticas, si eran seleccionados tenían que pasar por un entrenamiento que aumentaba en intensidad con el paso de los años. Al cumplir los dieciocho se celebraba la Unión, el momento en el que un cosechador se encontraba cara a cara con el que sería su compañero de combate. Después de eso se le asignaba una unidad a la que podría unirse al año siguiente. El entrenamiento no determinaba que el sujeto pudiera llevar a cabo su primera cosecha como era debido, pero sí le preparaba para todo lo que pudiera suceder.

Nolan era nuevo en la quinta unidad y tenía muy presente todo lo que había aprendido con el entrenamiento. Además, estaba muy ilusionado por poder fusionarse con Gary, el buddy que se le había asignado. Cuando llegó al lugar de reunión encontró a tres mujeres que estaban sentadas en unas cajas y hablaban entre ellas. Pudo distinguir desde la distancia que eran diferentes entre sí, aunque las tres vistieran el mismo uniforme que él. Un número cinco de color blanco adornaba las mangas de sus uniformes de color negro y todos tenían una pequeña placa en el pecho con sus nombres. Al acercarse más, las tres callaron y le miraron con una sonrisa. Se levantaron y acortaron la distancia antes de que empezaran a hablar.

―Tú debes ser el novato ―dijo la más mayor―. Soy Charlie, líder de la unidad.

Extendió su mano y Nolan se la estrechó. Después se presentó Astrid, la segunda al mando y, finalmente, Daisy, la anterior novata.

―Será un placer formar parte de esta unidad. ―Nolan sonrió.

―Supongo que sabes cuál es nuestro cometido... ―comentó Charlie sin rodeos. Él asintió―. Bien, porque tenemos mucho que hacer antes de empezar la Cosecha.

Daisy se frotó las manos con una sonrisa y Charlie emprendió la marcha hacia el hangar donde se encontraban preparados los buddys. El resto del equipo la siguió.

―¿Sabes? ―Daisy se dirigió a Nolan―. Yo también fui novata, al igual que Astrid y Charlie en su momento. No tienes que preocuparte porque nosotras no consideramos novato como un insulto ni una manera de sacar de quicio a nadie. Así que no te molestes si alguna de nosotras te llama así en lugar de por tu nombre.

Nolan sonrió y llevó la mano a su nuca mientras la miraba.

―Lo tendré en cuenta.

Estuvo a punto de presentarse, pero lo creyó innecesario teniendo en cuenta que él también contaba con una placa visible que le identificaba. Bajó la mano y metió ambas en los bolsillos del pantalón del uniforme. Por delante de ellos iban Charlie y Astrid, que hablaban de forma animada sobre algo que no alcanzaban a escuchar. La primera, la líder, tenía el pelo rubio recogido en una coleta de caballo que dejaba ver el rapado que tenía en la zona de la nuca. También vio el final de una cicatriz que, según supuso, empezaba en alguna parte de su cabeza. Astrid, por su parte, tenía el pelo ondulado y oscuro sin recoger. No pudo adivinar si tendría alguna cicatriz también o si contaría con alguna modificación genética visible por la nuca. Solo era consciente de los microchips que todos tenían insertados en el cerebro de la forma más natural posible y de algunos cambios puntuales que ayudaban a la comunicación con sus compañeros robots.

Nolan empezó a temblar pensando en lo que le esperaba. No era lo mismo una simulación que una invasión real a la que, por otro lado, su unidad ya se había enfrentado antes saliendo victoriosa. No obstante, temía cometer algún error que condujera a su unidad al mayor de los fracasos. Sus pensamientos cada vez eran más oscuros y pesimistas.

―Eh, tranquilo, novato ―Daisy le dio varias palmadas en la zona izquierda de la espalda, que era la que tenía accesible, justo antes de que Nolan dirigiera la mirada hacia ella―. Es normal que estés nervioso en tu primera cosecha, pero ya verás que todo va a salir bien. Con Charlie al mando no tenemos nada que temer, te lo aseguro.

Él tragó saliva y volvió a observar a las dos mujeres que iban delante de ellos. Divisó a lo lejos el hangar e intentó respirar profundo varias veces. La mano de Daisy volvió a sentirla en su espalda, pero esta vez no fueron palmadas, sino que se dedicó a hacer círculos. En unos minutos su técnica hizo efecto y Nola empezó a notarse un poco más relajado.

Minutos después llegaron al destino y Charlie se adelantó para poder abrir la puerta del hangar. La apertura solo era posible por medio de la lectura ocultar del líder del equipo o del segundo al mando, en caso de que al primero le sucediera algo. Como el anterior líder se retiró tras la última cosecha, tuvieron que hacer los cambios pertinentes para que solo Charlie y Astrid pudieran tener acceso a ese lugar tan preciado. El control se encontraba en un lateral, así que cuando dio el visto bueno, toda la parte delantera del hangar se desvaneció. A la vista quedaron cuatro gigantes imponentes. Sus cuatro compañeros robóticos.

Que empiece la CosechaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora