22. De qué sirve

8 1 0
                                    

Él no tenía idea de cuántas veces había llorado en silencio por él, por nosotros y todo lo que implicaba. Dicen que escribir cura el alma, en este punto todavía no estoy tan segura.

La tristeza ya había desaparecido dando paso a un vacío agonizante, podría conocer otros hombres pero no serían él; no serían sus ojos, su sonrisa, su risa, su mal humor, sus manías, sus malos hábitos, ni todo el desastre que consistía en ser él.

La primera vez que lo vi, fue su sonrisa la que me atrapó, luego poco a poco se fue colando en mi nente; cada maldita manía me gustó. Como una tempestad sin permiso derrumbó cada barrera impuesta abriendo de sopetón las ventanas de mi corazón enjaulado, fue respirar aire fresco, sacudir el polvo y ventilar los escombros.

Fue mágico, fue sentirse libre.

Somos tan estúpidos en ocasiones, algo tan bonito lo dañamos con nuestro ego, con los apegos, con las recriminaciones, como una flor se marchita, se apaga, pierde su brillo; de qué sirve seguir intentándolo.

Susurros Compartidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora