Una buena noche.

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1998.

Hay policías por todas partes, en la sala, en la cocina, en la habitación de mis padres.

La noche cayó hace unas horas y la calle fue iluminada por las sirenas de las patrullas y ambulancias, la gente se acumuló al rededor de la casa, detrás de la cinta amarilla que colocaron los policias.

Puedo verlos por la ventana de la sala, ellos hablan, murmuran, me observan.

Nadie puede creer lo que está pasando, nadie puede si quiera imaginar por qué.

Sigo atenta a lo que pasa a mi alrededor, esperando, solo esperando.

Dos policías conversan y me observan, me ven con lástima. Uno de ellos por fin se acerca, se arrodilla ante mí...

-¿Tienes hambre?- Niego con la cabeza, no es lo que quiero, en absoluto.

Miro a las escaleras y veo cómo están bajando los cuerpos de mis padres, dos bolsas negras salen de la casa y son llevadas a la morge.

Los policías siguen en mi casa, intentan averiguar quién lo hizo, por qué lo hizo y cómo lo hizo.

Todos quieren preguntar, pero nadie quiere saber.

-Evelyn, hola, soy Ana, trabajadora social, voy a cuidar de ti hasta que vengan tus familiares más cercanos; ¿Te sientes bien?

Me siento muy bien.

Los policias permanecen en mi casa toda la noche, entran y salen de todas las habitaciones, menos de la mía.

Nadie nunca entra.

Nadie nunca lo ve.

Fue una buena noche.

Fue una buena vida.

Fue una buena idea.

Los ojos del diablo.Where stories live. Discover now