tres: ahora

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Chris decide que la mejor manera de acercarse a Richard es entrar al café para pedir una bebida. Sin mirar el reloj, sabe que ya ha perdido su maldito tren, pero qué importa cuando ni siquiera sabe dónde tiene el boleto. Tal vez se arrepienta de esto más tarde, pero el daño ya está hecho y ya no tiene nada que perder, además de su dignidad.

El moreno todavía no lo ha visto, así que Chris se dirige hacia el café en un camino bastante curvado para esquivar su línea de visión. Es el tipo de café que realmente no tiene un interior y un exterior, pero más bien un diseño abierto, donde uno puede pasar de "adentro" hacia "afuera" entre unas columnas. La mesa de Richard está al lado de una columna de ladrillo, y desde la fila Chris puede oír la conversación que está teniendo por teléfono.

—Ah, me alegra mucho escuchar eso, bro—dice Richard. No ha dejado de sonreír, y Chris siente una punzada en su pecho—. No, ya me voy para la casa, estaré de vuelta en unas horas.

Revuelve su bebida con un palito, y Chris toma un paso hacia el frente de la fila.

—Qué bien, qué bien. Sí, te haré saber, me encantaría. Tal vez un almuerzo o algo, ella suele tenerlos libres. Oye y, te tengo una noticia, es...pues sí, es algo bastante grande.

Chris empieza a escuchar con más atención, fallando en su intento de fingir que está mirando el menú y volteando hacia Richard, quien está mirando hacia otro lado.

Richard molesta a quien sea que esté llamando, jugando a no decirle su noticia tan grande por un ratito hasta decir: —Ya. Okey, ya, ¿quieres saber? Bueno, aquí voy. —Toma una respiración profunda antes de seguir—. Voy a pedirle que se case conmigo.

De repente, Chris siente que el planeta deja de girar. Richard...¿Richard qué? Nonononono. No me lo creo. No es posible.

Ya sabe que Richard tiene una novia. Sólo porque ha dejado de seguirlo en las redes sociales no significa que ha dejado de buscarlo en Instagram de vez en cuando a ver lo que está haciendo. Bueno, tal vez un poco más a menudo de lo que quiere admitir. La chica se llama Tatiana, y por lo que parece, es de Rusia o Ucrania o algún país por ahí. Es modelo, y pues....debe serlo, porque es demasiado hermosa.

Cuando Richard puede conquistar a gente así, Chris no entiende cómo él había logrado atraparlo ni siquiera por la mitad de un año.

Pensando en las fotos que ha publicado con ella, Chris adivina que han estado juntos por algo alrededor de dos años. Se siente un poco orgulloso de que ya había hablado con Richard sobre casarse en los meses que estuvieron juntos, pero al mismo tiempo, hablar de ello no vale nada si no pasa, al final. Pero así eran, supone. Se habían amado tan fuerte y tan rápido que parecía que nunca iba a acabar, hasta que pum, todo acabó tan repentinamente, como una vela apagándose con un solo respiro. Un solo adiós.

—Señor—oye Chris—. Señor, ¿le puedo traer algo?

Chris parpadea, girando para ver que el barista está tratando de llamarle la atención. Se sonroja y pide un café grande con espacio para crema, sus manos temblando sin querer al darle el dinero.

Todavía está en shock. Y ahora no sabe cuál es el punto de ir a hablar con él, si ya está planeando casarse con su novia esa.

Espera. No. No iba a hablar con Richard a rogarle a rodillas que vuelva con él. Sólo iba a saludarlo, platicar de lo que sea por unos minutos, y fingir que no sabe todo de lo que Richard ha hecho en los últimos cinco años. 

Cuando consigue su bebida, se queda parado a un lado del café, mirando por el rabillo del ojo cada par de segundos para ver si Richard sigue hablando por teléfono. Ni siquiera está tomando su café, y ha olvidado por completo echarle crema, sólo está parado ahí con las manos sudadas y el corazón golpeando en su pecho. Después de unos minutos, Richard cuelga y se para, y Chris casi se ahoga con su propia saliva.

Es ahora o nunca.

Sin darse un segundo más para dudar, sale por el otro lado del café y empieza a caminar en la dirección de Richard casualmente, fingiendo estar distraído y luego topándose con él, haciendo su mejor cara de sorpresa.

—¿Richard?—dice, acercándose aunque siente que va a vomitar—. ¿Eres tú?

Richard levanta la vista, y cuando lo ve, se detiene, dejando caer su abrigo en la silla—. ¿Chris?

—Hola—Chris dice.

—Hola—responde Richard. No disimula cuando lo recorre con su mirada, y a Chris se le olvida cómo respirar—. No...no esperaba verte aquí.

—Yo tampoco. —Chris aclara su garganta, sintiendo el calor invadiendo su cara—. Digo, yo tampoco esperaba verte a ti aquí.

—¿Cómo estás?—pregunta el menor, y suena genuino. Suena como las veces que Richard solía preguntarle cómo estaba, cuando regresaba agotado del trabajo, o después del sexo, cuando Chris se caía rendido en su pecho. Suena como todo lo que extrañaba de él.

—Bien, todo bien, ¿tú?

—Bastante bien, la verdad. —No sabe por qué, pero a Chris le parece que quiere decir más. No lo hace.

—¿A dónde vas?—pregunta Chris.

—A casa, de vuelto a Nueva York—le dice—. De hecho, ya debo irme, mi tren viene en diez minutos.

El corazón de Chris se hunde un poco, pero sonríe y miente: —Está bien, yo también me tengo que ir.

Richard empieza a recoger sus cosas—. Fue lindo verte, Chris, de verdad.

Todo lo que Chris puede hacer es asentir con su cabeza, congelado en su lugar.

—Te veo luego—dice el moreno, volteando para irse.

Richard está feliz con su novia. Va a casarse con ella, y no hay nada que Chris pueda hacer. Y mientras tanto, Chris se está dando cuenta que sólo es él quien no ha podido superar su relación. La cruel verdad es que después de todo, no ha vuelto a amar a nadie como amaba a Richard. No ha sido capaz.

Pero aunque ya está a unos pasos de distancia, Chris todavía siente la mirada penetrante de su ex-novio en su piel. No sabe si está engañando a sí mismo, o si todavía hay algo ahí. Los restos de una llama, luchando contra el viento para sobrevivir.

Tal vez, la última cosa que Richard le había dicho, todos esos años atrás, seguía siendo verdad, y Chris tenía un chance.

all these years [oreo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora