Estaba sentada en la silla giratoria de Ethan, aún en su oficina, aun llorando. Él no había vuelto y no lo haría.
Alguien toco a la puerta… ¿o quizás si lo haría?
Me seque la cara rápidamente y gire hacia la puerta ya que tenía la silla dándole la espalda.
Mi cara seguramente demostraba esperanza de que mi hermano volviera, me pidiera perdón y me apoyara una vez en algo.
Pero esa esperanza desapareció cuando otra persona se asomó por la puerta.
- Jared.- suspire desilusionada.
- ¿Esperabas a alguien? – bromeo.
- No. ¿Qué quieres? – seguía tratando de secar mis ojos pensando que quizás algunas lágrimas aún estaban ahí.
- ¿Estas llorando? – el entro en la oficina cerrando la puerta detrás y se arrodillo junto a mí.
- No.- mi voz trataba de no quebrarse.
- El ya entenderá. Tú también debes entenderlo.
Él estaba informado sobre la situación.
- ¿Estas de su parte? – deje mis ojos en paz y lo mire.
- No, pero debes entender cómo se siente cuando algo puede llegar a pasarte.
- No me paso nada.- levante mis brazos y luego los deje caer.
- Pero el miedo a que pase no lo deja entenderte.
Suspire unos largos segundos y luego volví a hablar.
- ¿Tu estas de mi lado? – lo mire esperanzada de que alguien me apoyara.
- Si.- sonrió apenas.
Su respuesta me dio una pisca de felicidad.
- Gracias.- también le sonreí apenas.
Ahora el suspiro por unos largos segundos imitándome a mi hace minutos, y luego volvió a hablar
- Bueno, vine aquí a buscarte porque Gregory quiere hablar contigo. Creo que él también te apoya.
- ¿Si o si tiene que ser hoy?
Él lo pensó.- Creo que sí. ¿Por qué?
- Necesito irme a casa y descansar. Pasaron muchas cosas hoy. Puedo venir mañana.- suspire.
- Ok, yo le diré. ¿Quieres que te lleve a tu casa? - se levantó y luego me ayudo a levantarme.
- Por favor.- volví a sonreírle apenas.
Salimos de la oficina y mientras Jared iba a hablar con Gregory yo lo esperaría afuera. Busque a mi hermano con la mirada pero no lo encontré así que salí de una vez y me ubique en un lugar visible para esperar a Jared.
El volvió a los minutos y fuimos donde su auto. Me comento que la camioneta-patrulla se la había llevado Ethan.
Abrió la puerta para que subiera y luego la cerro para rodear el auto y subir el.
Muchas veces solía ser así de lindo conmigo y me apenaba.
Ethan solía hacerme bromas con que el gustaba de mí y me enfadaba. Jared no era un mal pretendiente para nadie, con 25 años, su suave pelo castaño y su forma de ser con las mujeres tenía muchas atrás. Pero era imposible porque yo no quería nada con nadie. Estaba bien sola.