Habían pasado días, semanas o meses desde que Yeonjun no veía la luz natural. No tenía idea de la hora ni de la fecha en la que estaba. No sabía nada de su familia ni de aquellos a los que solía llamar amigos.
Estaba en una habitación pequeña, únicamente amueblada con una larga mesa y dos sillas, una a cada extremo de la mesa. Los guardias indicaron que se sentara en la más alejada, mientras ellos se quedaron por la puerta, de brazos cruzados.
一¿Dispuesto a hablar, recluso? 一dijo uno de los guardias, el bigotudo Moon.
一¿De qué?
一De tus amigos 一explicó一. El grupito que participó en el Robo del Banco Central.
Esas palabras sirvieron de detonante para que todas las defensas de Yeonjun se elevaran. No podía admitir su involucramiento en aquel robo, porque eso solo agregaría años a su condena. En cambio, ajustó la mandíbula y mantuvo su semblante neutro, tenso.
一El robo más grande de la década, decían los medios. 一Moon rió, burlón一. ¿Cómo es que te saliste con la tuya en ese entonces, pero no con este asalto al casino?
Silencio.
一Si sueltas información, reduciremos tu condena a diez o quince años, dependiendo de cuánto nos des. De lo contrario, si es que tienes suerte de que no encuentren delitos adicionales en tu historial, te esperan veinte.
Una de las piernas de Yeonjun comenzó a temblar inadvertidamente, golpeando el suelo repetidas veces. Tragó pesado y mantuvo la mirada en blanco, negándose a mostrar cualquier atisbo de expresión en su rostro.
La reducción de su condena resultaba tentadora, sobre todo para alguien que cargaba el peso de una deuda de quinientos millones de won. En un acto de irresponsable impulsividad, había hecho un trato con Lucifer, el peligroso e infame jefe de la banda criminal de Los Gehena, el mayor prestador de dinero en el mundo de la delincuencia. Gracias a ello, había estado atascado con una maldita deuda, que lo había arrastrado desde una vida relativamente estable a una vida de sombras en la que no le quedaba mayor opción que seguir y seguir robando para sobrevivir.
Si se quedaba tras las rejas por veinte años, sería cuestión de tiempo hasta que su deuda lo alcanzara. Lo poco que ganaba trabajando en la penitenciaría iba directamente a su manutención y sus medicamentos, y necesitaba salir si es que quería conseguir lo necesario para no morir baleado por deudor.
Sin embargo, chivar a colegas era una de las mayores traiciones en el mundo criminal, dentro y fuera de prisión. Puede que sea un delincuente, un ladrón y un conspirador, pero no era un soplón.
一¿No quieres decir nada? 一Chistó el carcelero, haciéndole una señal a su compañero para que salga一. Bien, te daremos tiempo para pensarlo.
Cerró la puerta detrás suyo con un golpe seco, dejando a Yeonjun por su cuenta en aquella habitación.
Aunque podía ponerse de pie, Yeonjun no se movió. Optó por observar sus alrededores, paseando su mirada de lado a lado. Estaba rodeado de paredes metálicas, un suelo de lo que parecía ser piedra y un techo que cada vez parecía bajar más. Incluso la puerta era metálica, apenas distinguible del resto de las paredes por una fina línea divisoria. La conexión al mundo exterior provenía de una única, diminuta ventanilla enrejada en la parte superior de una de las paredes, pero ni siquiera entraba luz natural por allí. Estaba iluminado por un solitario foco, colgando directamente en el centro de la habitación, acentuando las sombras capaces de envejecer su rostro.
Bajó la mirada hacia las esposas capturando sus manos y soltó una risotada. Recordó aquellas épocas en las que jugaba con ese instrumento, cuando era su entonces novio quien lo restringía, quedándose con todo el control y dejando que la adrenalina corriera por sus cuerpos. Eran buenas épocas, cuando el tintineo de las esposas era motivo para hacerle sentir un escalofrío de éxtasis, no para que enderezara la espalda por temor a lo que le deparaba.
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Los vicios del alma · · ✦ yeonbin
FanficCuando es encerrado en la Penitenciaría Gong, Soobin no tarda mucho en aprender las principales reglas de prisión. No robes, no delates a otros, no hagas muchas preguntas, no te endeudes con nadie... Y que ni siquiera se te ocurra involucrarte romá...