Capitulo cinco

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De vuelta en Auradon·

Mal había organizado el día de campo perfecto para Ben, tenía todos los platillos que su pareja amaba y el sitio era perfecto, un pequeño muelle enmedio de un inmenso lago, sin duda era la cita perfecta.

— Es lo más delicioso que he probado — exclamó Ben probando uno de los tantos aperitivos que Mal había preparado.

— ¿Te gusta? — preguntó Mal

— Es un doble gusto — respondió el chico tomando un trozo del platillo que la chica preparó.

— Entonces ¿Te sorprendí?

— Claro que lo hiciste — le sonrió ampliamente — cocinaste lo mismo que la señora Potts para mis padres cuando se conocieron, ¿Cuánto te llevó tres días?

— No quieres saberlo — respondió con nerviosismo.

— No hemos tenido tiempo a solas, y no siquiera podemos ser nosotros mismos, pero tú te has esforzado demasiado.

Ben llevó su mano hacia la de Mal, dándole un leve apretón, la chica le sonrió levemente.

— Tienes un poco de — habló Mal señalando a la mejilla de Ben, pues estaba manchada con algo de comida.

El chico rió levemente.

— ¿Puedes darme una servilleta? — preguntó buscando una sobre la mesa, fallando obviamente en su objetivo.

— Si, creo que las guarde por algún lado — dijo buscando a su alrededor.

— Creo están aquí — habló introduciendo su mano dentro la cesta de día de campo.

— No — negó Mal tratando de detenerlo.

Pero era demasiado tarde.

— ¿Qué es esto? — preguntó Ben con el libro de hechizos de Mal en las manos.

— Lo metí ahí por si acaso — habló sin darle importancia.

El chico lo abrió observando distintos marcapáginas, en su rostro se podía ver una expresión de decepción.

— Hechizo de cabello rubio, hechizo de lectura rápida, ¿Hechizo de cocina? — enlistó, después dirigió una mirada con el ceño fruncido a Mal.

— Déjame explicártelo — pidió la chica.

— No, yo estuve felicitandote por haberte esforzado, no puedes mentirme así — se quejó.

— Lo lamento yo traté de hacerlo, pero es complicado

— ¿Y crees que ser Rey no es complicado? — Mal se disponía a hablar, pero Ben continuó — Creí que estaríamos juntos en esto — pasó una mano entre su cabello — No es la isla de los perdido Mal.

La chica lo miró incrédula.

— Eso ya lo sé

— ¿Por qué lo haces entonces?

— Porque tú me crees una de esas glamorosas princesitas, pero no lo soy, no soy nada de eso Ben — habló con la voz a punto de quebrarse — Soy una farsa, esto es una farsa — miró los platillos sobre la mesa.

La chica bufó, abrió su libro de hechizos y recitando uno de ellos hizo que toda la comida desapareciera, toda a excepción de un sándwich de mantequilla de maní y jalea.

Ben miró la mesa, girandose nuevamente hacia Mal.

— Esto es lo que soy realmente

Mal suspiró caminando a un lado de Ben, marchandose.

— Mal no — trató de detenerla fallando en su intento.

— Déjalo — finalizó dejando el lugar.

El chico tomó el único platillo que quedaba alzandolo en su mano.

— ¡Crema de maní y jalea, mi favorito! — gritó esperando a que la chica regresara.

Al ver que no dió resultado se sentó cabizbajo en la silla en la que había estado tiempo atrás.

Mal había regresado a su habitación, ninguna de las chicas estaba allí por lo que no tuvo que dar explicaciones de porque sus ojos estaban llenos de lágrimas.
Cerró la puerta tras de ella, caminó hacia su cama y se sentó en la orilla de esta, sin poder contenerse más sollozó, dejando salir todo lo que sentía en ese instante.
Llevó sus manos a su rostro limpiando sus lágrimas, frotó con algo de fuerza por lo que estas quedaron rojizas.
Una vez que logró ver a través de sus lágrimas observó su armario, pensando en lo que iba a hacer a continuación.

Se levantó de la cama dirigiéndose al armario, de este sacó aquel atuendo con el que había llegado a Auradon.
Se quitó el vestido que usaba colocándose el conjunto, dirigiéndose al espejo.
Se miró unos momentos sonriendo con tristeza.

— No pertenezco aquí — sollozó — Mamá, no pertenecemos aquí — habló dirigiéndose a la pequeña jaula dónde Maléfica se encontraba.

Tomó una caja del tamaño de su madre e hizo unos cuantos orificios para que pudiera respirar.
Sacó a la pequeña lagartija de la jaula metiendo la en la cajita anterior, cerrándola enseguida.

— Es mejor que nos vayamos.

Mal salió de los dormitorios, la mayoría estaba en clases por lo que le fue sencillo salir de la escuela.
Subió a su motoneta y condujo hasta la orilla de Auradon, donde lograba ver la isla de los perdidos.
Sacó su libro de hechizos y recitó:

— Noble corcel, fuerte y capaz, a través del agua me llevarás.

Guardó su libro y nuevamente condujo, esta vez sobre el mar que dividía a ambas de las islas.
Una vez pasó la barrera sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo.

Por fin estaba en casa.

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Descendientes 2 (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora