Capítulo 3

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¿Podría existir algo peor que ser condenada por algo que ni siquiera había planeado yo misma? Sentada en las robustas butacas traseras de aquella patrulla color oscuro pensaba una y otra vez lo que había sucedido. Me costaba hilar lo acontecido minutos previos al arresto. Nada tenía sentido.

Poseía una sensación de tristeza recorriendo cada vena de mi cuerpo, pero a la vez, la sangre hervía de enojo y furia. ¿Quién podría creer que una mujer enviudaría a los pocos segundos de haberse casado con el amor de su vida? Parecía algo totalmente fuera de lo racional, era una manifestación en su estado más puro de las ironías de la vida. Toda aquella felicidad y ansiedad acumuladas durante tanto tiempo se vieron arruinadas en menos de setenta segundos.

El viaje desde la partida de la iglesia duró entre veinte o treinta minutos, realmente no tenía noción del tiempo ya que estaba inmersa en un millón de nuevos sentimientos y ocurrencias. Por ello, mantuve el silencio durante todo el recorrido, no quería que me incriminen por algún otro delito que no había cometido y menos por simples dichos en voz alta.

Las diversas capas de tul que contenía el vestido me impedía moverme con facilidad, por lo que el hombre, una vez estacionado el auto, tomó con suavidad mi antebrazo brindándome un pequeño empujón y luego con cierta lentitud sacó la vestimenta pedazo por pedazo para que no se estropee más de lo que ya estaba. Probablemente era el momento de correr con rapidez hacia una fuga, ¿pero podría hacerlo con aquellos tacones? Tampoco parecía un acto prudente, debía demostrar mi inocencia sin darles más motivos para creer que yo era la homicida.

Una vez parada sobre la vereda rústica volví a mirar al cielo, pero en esa ocasión... ya no sabía qué buscaba. ¿Valía la pena seguir creyendo que todo tenía sentido? ¿Era parte del "Plan de Dios"? Esas reflexiones filosóficas fueron rápidamente tiradas abajo por el agente de seguridad que me tomó de las esposas y me guió hasta la entrada del establecimiento. Para ser realista y por cómo habían actuado las fuerzas policiales, esperaba entrar a una comisaría o, en todo caso, a un juzgado pero para sorpresa nos encontrábamos frente a las puertas del hospital zonal.

Un gran pasillo blanco típico de clínica iluminado por luces LED nos dió la bienvenida donde una amable muchacha de rasgos extravagantes nos esperaba con una sonrisa en su rostro.

—¡Buen día! ¿Se encuentra algún médico de guardia para poder revisar a la dama? — Proclamó el mismo policía aún sujetando mis muñecas atadas.

La enfermera tecleó con gran apuro la computadora frunciendo el ceño para observar las vacantes de aquel día. Parecía una tarea compleja ya que sus ojos color celestes iban de un lado hacia el otro a la velocidad de la luz mientras que su dedo índice giraba la bolita del mouse negro.

— Acompáñenme — Nos indicó la dama al cabo de un rato a la vez que salía de aquel lugar para ponerse en marcha. Antes de que nos diera la espalda llegue a visualizar la pequeña placa que sujetaba de uno de sus bolsillos: "Alison". Siempre me había gustado llamar a las personas por su nombre, lo volvía un poco más personal dando así un trato cálido.

Comenzamos a caminar por los mismos pasillos que nos habían sorprendido al inicio de este relato, sin embargo en aquella oportunidad sentía que las miradas de los pacientes que aguardaban sentados en las frías sillas de aluminio eran flechas sobre mi espada.

Había que ser objetivo... no todos los días se veía a una mujer con esposas en sus manos siendo acompañada por un oficial y portando un vestido que en principio era blanco pero que por razones ya expuestas, se había vuelto color rojo vivo.

"¿La has visto?" "Que horror" "¿Quién sera?" llegaba a distinguir entre los murmullos que vacilaban entre orejas y orejas. La única salida que encontré para aquella situación era respirar profundo y seguir con paso ligero debido a que aunque intentara justificarme, todo mi aspecto físico daba indicios de graves acusaciones.

— Por aquí... — Mencionó Alison abriendo una puerta de madera con un pequeño círculo de vidrio enrejado que dejaba ver su interior. La seguimos con sigilo hasta que volvió a expresarse con una voz angelical— Si necesitas algo solo avísame apretando este botón. Y allí te dejé un camisón para que puedas quitarte esa vestimenta... — Finalizó mostrando ambas cosas: El botón y el camisón.

La sala era compartida por lo que seguramente tras aquel biombo blanco arrugado que se encontraba a mi izquierda se encontraba otro sujeto para revisión. Aún así el silencio que existía dentro de aquellas cuatro paredes era más que reconfortante, dejaba que uno se relaje y pueda pensar en sus sentimientos sin tener en mente la compañía de otro paciente.

— Muchas gracias Alison — Dejé escapar en voz baja cuando estaba a punto de retirarse. La reacción frente a mi gratitud fue extraña, no había sido receptada con total naturalidad, por el contrario, había puesto cara de sorpresa mezclada con un poco de miedo. ¿Me temía a mí acaso?

El policía sin emitir sonido me liberó ambas muñecas para poder cambiarme y así fue, al instante me quité el vestido para colocarme algo más cómodo: la bata de hospital. Aquella libertad duró extremadamente poco ya que en un abrir y cerrar de ojos me encontraba esposada a uno de los caños de la camilla. En ningún momento me rehusé a aquel sometimiento, quería colaborar para poder llegar al fondo de la cuestión a pesar de que la mayoría de las personas que me habían visto creyeran que yo era la asesina de mi amado por una simple risa ante el altar o por el hecho de llevar sangre en las capas de tul.

Tras verificar que todo estuviera bajo control, el oficial se retiró de la habitación dejándome así sola , o al menos eso creía...

— Bienvenida Beth, te estaba esperando — Esbozó una voz femenina tras el biombo blanco. No pude evitar hacer una mueca de desconcierto al tiempo que me ponía de pie para poder visualizar aquella figura — No temas mi niña , borra ese rostro querida... — Repitió sin dudarlo, pero esta vez, sin amabilidad.

Arma Letal: La venganza de una mujer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora