Capítulo 7

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Tras lo ocurrido trate de mantener la cordura, no preguntar ni desesperar en un intento por tener las respuestas necesarias. Simplemente me quedé recostada viendo como el médico acomodaba sus instrumentos en la otra mitad de la sala. Sin embargo el silencio era demasiado, me hacía recordar una y otra vez el mismo episodio trágico mientras que la TV reproducía idénticos titulares como si fuera la única noticia del día: "Esposa mata a su marido tras segundos de dar el "sí" definitivo". Sus planteos eran hasta ridículos, creían que se debía a una gran fortuna o por cuestiones de venganza maritales... ¡Imposible! Nadie arruinaría su propia boda con tal fin.

¿Y usted quién es? — Preguntó la periodista direccionando su micrófono a su entrevistado.

Soy la prima del fallecido y no tengo duda que su esposa lo ha matado... — Pronunció a modo introductorio Sofie, una de las primas lejanas de Ethan. Frente a aquella declaración no tuve más remedio que escuchar la nota entera. Como si fuera un niño, cruce mis piernas en forma de "indio" y me predispuse a tratar de interpretar lo que emitían sus labios partidos por sequedad. — Elisabeth, si estás escuchando esto... — Y repentinamente sin poder finalizar con mi escucha la pantalla televisiva se había apagado por completo dejando ver mi propio reflejo a la vez que un hombre de traje negro y gran elegancia entraba por la puerta acompañado por el oficial policial.

— Doc, ¿me dejaría a solas con mi clienta? — Solicitó al profesional quien emprendió su partida hacia el pasillo iluminado. — ¿Cómo te encuentras Beth? Me alegra poder verte otra vez, aunque para ser sinceros, no en estas circunstancias...— Esbozó mientras tomaba una de las sillas de madera donde se acomodan los visitantes y la acercaba a la camilla donde me encontraba. Con el dedo índice de su mano sugirió algo que no llegué a comprender y el policía comenzó a quitarme la esposa. — Lamento mucho lo ocurrido — Su discurso se iba intensificando al igual que mi mente buscaba con fuerza aquel rostro haciéndolo coincidir con personas ya conocidas, sin embargo no tenía ni un solo recuerdo de él.

— Perdón, ¿quién es usted? — Pregunté tratando de visualizarlo sobre los hombros del oficial que para ese entonces ya había dejado libres mis dos manos. Él , al ver aquella actitud de poco entendimiento, tomó asiento. Apoyó sus dos codos en sus rodillas y comenzó a observarme con minuciosidad.

— ¿No te acuerdas de las noches en tu casa jugando al poker? ¿De aquellos mediodías llenos de risas? — Seguía en tanto se acomodaba en el respaldo de madera acolchonado tratando de despegar la corbata de su garganta. — Entiendo que en una situación como esta, no tienes la memoria suficiente, es un evento traumático, por eso mismo vine a ayudarte, para que esta misma noche puedas descansar en tu dulce hogar. — Mi mente estaba totalmente en blanco, pero el simple hecho de pensar que esta noche podría dormir en mi propio cuarto me volvía el alma al cuerpo.

A todo esto, el agente policíaco había retrocedido unos cuantos pasos para poder encontrarse con el vestido que aún seguía tirado en el piso y del cual me había olvidado por completo. El hombre se agachó y con guantes de látex blanco lo hizo levitar por varios segundos. El silencio de la habitación me pesaba el alma y en aquel momento me dí cuenta que no había apreciado mi figura en él, sentía que me lo había quitado lo suficientemente rápido como para recordarlo el resto de mis días. Deseaba volver a esa mañana donde todo parecía tener sentido. Sin embargo nada era igual, el encaje que se situaba a la altura del pecho contaba el inicio de la historia con pequeñas gotas salpicadas y a pocos metros abajo, el tul relataba la muerte más trágica en mi vida.

No podía quitar mis ojos verdes del increíble vestido, y fue así donde un nudo en mi garganta se atravesó y las lágrimas comenzaron a brotar sin reparo alguno. El sujeto que se encontraba aún sentado se dio cuenta de lo ocurrido y corrió a socorrerme. Se paró y con ambos brazos trató de rodearme evitando asi que viera la forma en la que se llevaban las pruebas del asesinato. Mi cabeza se hundía en su gran pecho como quien busca reparo. Era justo lo que necesitaba en ese momento: Un cálido abrazo.

— Está bien Beth, no te preocupes. Aquí estoy para ayudarte. Mírame ... — Y una vez que el agente se había perdido entre los largos pasillos de hospital me tomó de la cara con ambas manos . Sus dedos fríos eran apoyados sobre mis rojizas mejillas y su cuerpo reposaba sentado frente al mío el cual aun seguía en forma de "indio". — Ethan era mi amigo, y quiero llegar al fondo de la cuestión. Le hice una promesa a tu esposo y la cumpliré — Finalizó a la vez que me secaba con su dedo pulgar las lágrimas que recorrían mis facciones. Aquella mirada parecía familiar pero no determinaba a quién correspondían. — Por cierto ... Hermosa chalina. — Que extraño, ¿la mujer había realmente existido? Tal interrogante seguía girando en mi cabeza.

Arma Letal: La venganza de una mujer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora