Capítulo 8

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Observé la chalina sedosa que adornaba mis hombros y traté de darle sentido a tal situación. En un principio , luego de no encontrar a nadie tras aquel biombo, mi mente se resguardo creyendo que había sido todo una ilusión, pero al parecer algo no cuadraba ya que las pruebas eran materiales. Fue así que tomé impulso y me dirigí hacia la otra parte de la sala en búsqueda de algún rastro. Sin embargo, no había absolutamente nada ni nadie.

— ¿Qué buscas Beth? — Preguntó preocupado el hombre de traje aún sentado en la punta de la cama con sábanas blancas ya un tanto arrugadas.

— Antes de que llegaras he visto a alguien, aquí, en esta zona — Le respondí de espaldas en tanto apoyaba mis manos en el marco frío de la ventana. Ésta no era lo suficientemente grande como para que alguien entre y salga con tanta facilidad, pero a pesar de ello, tampoco tomaría tanto tiempo hacerse una bolita y rodar hasta tocar el césped que se encontraba del otro lado. — No lo entiendo — Proseguí un tanto confundida tratando de captar el aroma de las flores que decoraban los grandes ladrillos del hospital.

El sonido de los zapatos del doctor resonaron por las paredes cuando entró al cuarto. El oficial ya no se encontraba escoltándome por lo que no tardó más de tres minutos en estar recitando a viva voz todos los estudios que se iban a realizar y el momento exacto en el cual los iban a llevar a cabo.

Mientras que el médico leía unas cuantas planillas a modo de protocolo, traté de visualizar al hombre que me había brindado calidez minutos previos. Sus ojos café parecían estar fijados a los míos, causando una sensación inquietante. ¿Quién sería? No recordaba ninguna noche junto a él pero a pesar de ello, todos sus comportamientos eran familiares, como si lo conociera.

— ¿ Me has entendido? — Finalizó el doctor cuando Alison apareció por arte de magia detrás de él sosteniendo un bolso con prendas. Se acercó a mí y me ofreció cambiarme en el baño de manera dulce. Me resultaba un tanto extraño que al final de cuentas ese día no me hayan hecho ningún examen, pero tampoco cuestioné tal cronograma.

Caminé descalza por la amplia habitación portando el camisón azul tratando de evitar todas las miradas que observaban cada movimiento que realizaba. Para esa altura todo me resultaba tétrico y hasta absurdo pero estaba dispuesta a realizar todo lo que me ordenaran con el fin de volver a mi casa.

Una vez dentro del baño tomé el picaporte de bronce con mi mano izquierda y comencé a cerrar lentamente la puerta que dividía ambas zonas. Parada frente a aquel trío sentí que todo comenzaba a girar alrededor de mi cabeza, sentía que lo poco que había desayunado esa mañana quería ser expulsado lo más pronto posible así que no dude en apurar mi paso dando un gran portazo seguido por las dos vueltas del seguro.

El bolso que llevaba en mi mano derecha cayó al suelo reluciente y mis piernas corrieron frente al inodoro. Las rodillas no dudaron y se flexionaron lo antes posible para que quede en una posición favorecedora. Metí gran parte de la cabeza dentro del retrete y sostuve mi pelo castaño en forma de coleta, aunque para ser realista una parte del cabello se encontraba sujeto a hebillas, era lo único que conservaba del casamiento: el recogido.

En instantes un flujo recorrió mi interior y llegó a mi boca para por fin darme alivio. Gracias a mi cercanía con el agua que se encontraba en el váter puede eludir cualquier tipo de sonido. Buscaba total discreción.

Aún arrodillada sequé mi boca con un poco de papel higiénico y retomé mi postura casi desnuda. ¿Estaba embarazada? ¿Estaría engendrando a un niño en mi vientre? Estas fueron los nuevos interrogantes que fueron originados tras tal evento. No podía negar haber tenido relaciones sexuales con mi difunto marido pero jamas habíamos pensado en formar una familia tan pronto, teníamos metas y sueños que queríamos cumplir tras el casamiento, teníamos otros planes para el futuro, pero todo eso incluía a un esposo vivo. Nunca habría creído llegar a esa instancia de estar presenciando su asesinato. Y mientras que pensaba semejantes cosas, alguien tocó la puerta:

— ¿Te encuentras bien? — Cuestionó alguien del otro lado. No sabía distinguir de quién se trataba pero podría apostar a uno de los hombres.

— ¡ Sí ! — Exclamé abriendo la cremallera del bolso a toda velocidad. — Salgo en un momento — Y en eso observo mi propia ropa en su interior. Unos jeans, una remera blanca clásica, un abrigo y unas zapatillas. Al ver esas prendas mi mente se relajó , me aferré a ellas como si nunca hubiera portado unas Converse o unos jeans negros ajustados.

Mis delgados dedos colaboraron a quitarme lo que llevaba puesto para así poder apreciar cada centímetro de tela de mi propia ropa. No era más ni menos que una vestimenta vulgar, sin embargo mi mente había creado toda una historia a su alrededor.

Al finalizar me observé frente al espejo. Me veía demacrada, mis ojos verdes parecían tristes, con poca gracia y mis labios habían sido víctima de los nervios, el cabello parecía haber sido revolcado por el suelo y mis mejillas aún conservaban unas cuantas gotas de sangre. Lo único que pensé fue en lavarme la cara así que abrí las canillas en forma de cruz dando paso al agua y me agaché para refrescarme.

Mis dos manos entrelazadas tomaron un poco de agua y lo dirigieron hacia mi rostro. Me refregué la piel por un instante y volví a mi postura inicial. Estando erguida un escalofrío recorrió mi cuerpo y quedé prácticamente petrificada. Junto a una esquina del baño se encontraba el cuerpo de mi difunto esposo. Se hallaba de pie mientras que su sangre parecía emanar de la cabeza creando una cascada color rojiza oscura que recorría sus pómulos bien marcados. El traje aún seguía siendo negro pero su camisa ya no era la misma y sus ojos , aquellos ojos que en un comienzo eran mi perdición , parecían haber sido tomados por el mismísimo diablo. Su semblante se encontraba apenas inclinado hacia la derecha pero un tanto hacia abajo. Tal actitud creaba sombras en sus párpados que no disimulaban la sonrisa socarrona que portaba.

No tuve más remedio que emitir un grito y correr hacia la salida. Mis piernas temblaban a más no poder por lo que di unos cuantos pasos torpes hasta llegar a la puerta donde tomé el picaporte. Traté de abrirla con todas mis fuerzas pero el seguro seguía colocado. La agitación me impedía girar la traba haciendo que el marco chocara contra la madera de la puerta unas cuantas veces. Mi respiración había aumentado, y la desesperación me había invadido, no quería mirar hacia atrás pero sin tener los ojos puestos en el cuerpo sentía como el espectro se acercaba lentamente provocando un aire más pesado.

Traté de tranquilizarme en una milésima de segundo cerrando mis ojos, y aunque sentía un jadeo sobre mi nuca, forcé a mis manos a abrir la cerradura pero parecía costar más de lo normal.

— ¡Socorro! — Grité, pero nadie parecía escuchar...

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2021 ⏰

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