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Se mantuvo inconsciente tantas horas que al despertar, no sabía si era de día o era de noche.

Por un hermoso momento, pensó que había despertado en su casa.

Pero al intentar moverse, el dolor de su espalda y su piel entera, le hicieron recordar todos los sucesos anteriores.

¿Ya te cansaste de llorar, cierto? Es que se te acabaron las lágrimas.

Respiró profundamente, intentado levantarse lo justo y lo necesario para mirar a su alrededor. Al final de la bodega donde estaba recluida, pudo ver que había un excusado y un lavamanos.

Maravillada por su descubrimiento se levantó como pudo de la cama sintiéndose asqueada y pegajosa. Con una mueca de dolor tatuada en el rostro llegó al excusado, apoyándose de la pared mientras avanzaba. Lo vio más limpio de lo que esperaba, pero su estómago igualmente, vio un sitio perfecto para descargarse. De la náusea tan fuerte, cayó de rodillas y su cabeza cayó dentro.

Luego de lo que le pareció una eternidad, logró volverse a poner de pie y sin querer mirar presionó la manilla y todo desapareció. Eso le hizo darse cuenta que había agua.

Con ganas de quitarse la asquerosa mezcla de pegajosas sustancias se acercó al lavamanos, pensando que tal vez así pueda limpiarse poco a poco, pero su cabeza golpeó una cadena que venía aparentemente del techo. Curiosa, alargó la mano y la haló sin mucha fuerza.

Del techo salió expedido un chorro de agua que le dio justo en la cabeza, haciendo que su vista se nublara momentáneamente, mareándola. Sorprendida se apoyó del lavamanos y cuando se recuperó, lo volvió a intentar con más cuidado.

Y así, logró darse su primera ducha en dos días. Aunque ella no sabía que había pasado tanto tiempo.

Mojada, limpia, y un poco mejor de ánimo, se volvió a dirigir a la cama. Vio con asco que esa cara del colchón tenía manchas de sangre seca y otros colores que no quería ni cuestionarse de dónde venían. Como pudo, le dio la vuelta al colchón y se echó encima.

Oye, abrieron la puerta... deberías ver qué es.

Ella no pensaba despertarse, y cuando colocaron lo que se sintió como una suave manta, se acurrucó y siguió.

Despierta, llevas mucho tiempo dormida.

Y con molestia, levantó la cabeza del colchón. Su mirada automáticamente se fue a una misteriosa mesa que antes no estaba, pero ahora sí, junto a su cama. Sobre ella, había una pequeña jarra de agua, un vaso y un plato con dos sándwiches sobre él. Desconfiada, se sentó, volviendo a cerrar los ojos con sufrimiento.

Duele... tanto...

Abrió los ojos con calma y vio junto a los sándwiches, una hoja doblaba. Al abrirla, se dio cuenta de que se trataba de una nota.

"ESPERO ESTÉS MEJOR. COME ALGO ANTES DE TOMAR LA PASTILLA. ES UN FUERTE IBUPROFENO, SÉ QUE AYUDARÁ. SIGUE ASÍ, Y LOGRARÉ TRAERTE UN POCO DE ROPA. CUÍDATE. –ESTRELLA DE LA MAÑANA."

Al principio, Zafiro no pudo entender nada. Luego lo releyó, y miró hacia el plato. Junto a los sándwiches había una pastilla de gran tamaño. Con sentimientos encontrados, se sirvió un poco de agua. Sabía que debía tomar despacio, pero se hartó de agua sin poder evitarlo, y casi la regresa. Luego, con más calma se comió los sándwiches.

Sé que no es sensato comer nada que me den, mucho menos tomar una pastilla, pero no tengo otra opción.

No te justifiques, en tu miserable nueva existencia, debes hacer estas cosas y ya.

No hace falta que seas tan ruda conmigo.

¿No?, ¿Estás segura?

Cállate.

Había terminado los sándwiches antes de que se hubiera dado cuenta... Y luego quedado viendo a la nada, peleando con ella misma. Negó con la cabeza, sin ánimos de nada. Miró la pastilla, y la miró otra vez. Su mano no sabía si hacía lo correcto, pero la agarró y la llevó a la boca de ella. La pastilla casi se deshizo al contacto con su lengua. La pasó con un poco de agua y se quedó un segundo, procesando la información. Su mano hizo el recorrido de volver a dejar el vaso en su lugar, pero no logró llegar tan lejos. Su cuerpo simplemente se desconectó. El vaso rodó por el suelo y ella cayó de costado sobre la cama. No estaba inconsciente, veía perfectamente, pero su cuerpo simplemente no respondía. Eso sí, no le dolía nada. Nada. No le dolía, porque simplemente no sentía.

Impotente, aunque en el fondo estaba algo aliviada, se mantuvo así. Mirando a la puerta, sin siquiera tener la voluntad de cerrar los ojos, que le lloraban pues se sentían resecos al no poder parpadear.

Y estuvo así alrededor de 20 minutos, hasta que la puerta volvió a abrirse. Su corazón se emocionó un poco Debe ser Estrella de la Mañana... ¿cuál era su nombre? Ella me lo dijo... ¿No?, sus rápidos pensamientos y esperanzas se esfumaron al contemplar al hombre que tan rápido como entró, cerró la puerta y prendió la luz.

Los ojos cansados de ella le miraron aterrados, no confiaba ahora no, ya no, obviamente en los hombres. Menos si estaba en ése insufrible lugar.

-Carajo, otras chicas pasaron días antes de tomar la pastilla... O al menos más tiempo. ¿Eres así de confiada siempre, cielito, o el encierro te ha hecho enloquecer ya? Decir que tienes dos días aquí. –Comentó como si no fuera la gran cosa, y se acercó a su pequeña mesa, recogió el vaso del suelo y se sirvió un poco de agua, tomó con calma, viéndola de arriba a abajo, como si le evaluara.

-Eres tan linda... Las chicas... Sinceramente no sé por qué no aprenden, luego de tantos problemas por lo mismo, ¿Por qué simplemente no aprender a ser más precavidas? –Se cuestionó, quitándose el cinturón, que tenía en él varios compartimientos y brillando tentativa, una pistola.- No me gustan nada las chicas estúpidas... Pero ustedes tienden a ser tan... irresistibles... creo que es por lo vulnerables que se vuelven... ¿No crees que es así, cielito? Así me gustan, quietas y calladas... Es tan bueno éste trabajo. Cuidar la puerta, y no se molestan si uno simplemente decide jugar un poco... -Sucio, lascivo, se acercó a ella y la empujó hasta ponerla boca arriba, inclinándose sobre ella.- ¿Te llamas Zafiro, no es así? Así escuché al Recolector llamarte hace unos días.... Mírate, realmente eres estúpida, así los ojos se te van a irritar, debes tomar la pastilla con los ojos cerrados. –Acercó su rasposa mano a la cara de Zafiro le cerró los ojos, le movió un poco los párpados y se los volvió a abrir.- ¿Mejor? Sí, lo sé... -Sonrió, y bajó la mirada de su rostro a los pechos de Zafiro.

No... no, por favor, se lo suplico, por favor, por favor... no, no, no.... No, por favor... no... no, no... NO, NO, SE LO SUPLICO, DETÉNGASE, NO LO HAGA, SUÉLTEME, DÉJEME.

Desconecta, piensa luego. Sé astuta. No sientas, no imagines, sobrevive.

Él no dijo más nada. Se conformó con usarla como le dio la gana, dispuesto a gozarla, pendiente que ella siempre viera lo que hacía. Le excitaba su mirada, y aunque ella quisiera hacer lo contrario, no pudo evitar seguir viendo. Era extraño, pues sentía que era como ver una película desde una extraña perspectiva.

Él se detuvo, cuando estaba tan agotado, que las piernas le temblaban. Se había saciado de ella, de su boca y de su cuerpo. Se ajustó nuevamente sus pantalones, se puso su cinturón y volvió a servirse agua. Satisfecho, como un hombre feliz, sonrió dejando el vaso en la mesita.

-Soy extraño, lo sé. A mi mujer siempre le parecía extraño que tuviera que tomar algo antes y después del sexo... Pero ustedes son buenas, no juzgan, no tengo que darles explicaciones... Son buenas chicas. –Razonó mientras dejaba a Zafiro en una posición más cómoda, le cerraba los ojos, apagaba la luz y volvía a salir.

Mientras el efecto pasaba, algo definitivamente, cambió en ella.

Su mente, su forma de pensar, algo llamado instinto de súper vivencia se activó en ella.

Llorando, se quedó dormida, pero despertó otra vez en lo que parecía un nuevo día.

Un nuevo día de muchos cambios... ¿El principal? Su actitud.

Bien. Ya era hora.

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