Prólogo

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-Nicolás Davis, puedes pasar- nos indica la secretaria del médico que me atiende.

Me levanto del asiento de la sala de espera junto con mi madre, quien siempre me acompaña a las consultas, y entro al cuartito blanco al que vengo cada semana, por lo que lo conozco como si fuera mi propio armario.

Visualizo al doctor que me saluda con la cabeza. Tomo asiento sobre la camilla y mi mamá se sitúa a mi lado, tiene un aspecto de no haber dormido por varios días, tiene grandes círculos grises por debajo de sus cansados ojos. Está vestida con un pantalón que le queda grande y una blusa que se ve despintada.

-¿Qué tal Nick? ¿Cómo te has sentido?- me pregunta el doctor.

-Bien- respondo seco. Era totalmente falso, pues cada vez me siento peor.

-Canceló las citas con el psicólogo y el niño decidió ya no tomar sus medicamentos- suelta mi madre, enojada.

El doctor me dedica una mirada inescrutable.

-¿Y eso por qué Nick?

-Porque es mi decisión, es mi vida y es mi cuerpo. Además soy mayor de edad.

-Es verdad- centra sus ojos en mí-. ¿Y te sigues tomando los medicamentos del SIDA o esos también los.... eliminaste?

Oh, sí... como escucharon, tengo SIDA y voy de mal en peor. No me diagnosticaron el VIH a tiempo así que de repente me enteré de que tenía SIDA.

Me quedo en silencio.

-Uhmm. Ya veo- frunce el ceño-. ¿Y por qué optaste por esa decisión? Si se puede saber.

-Ya lo dije. Porque puedo.

-Quizá crees que puedas, pero en realidad.... bah, si puedes Nick, puedes hacer lo que quieras. Como dijiste, eres mayor de edad pero, ¿sabes cuál es el problema de tomar esa decisión?

-Lo sé. Morir- el doctor inhala profundo-. Pero en mi defensa, moriré de todos modos.

-Todos lo haremos-

-No es mi psicólogo. No necesito que me de una lección de la vida, ni que me diga que puedo salir adelante porque no es así.

Sé que me estoy pasando, pero realmente ya me harté, simplemente ya me harté de no poder vivir.

-Nicolás- trata de calmarme mi madre.

-¿Qué? ¿Acaso no es verdad?- me altero.

-Sí lo es, pero...

-Pero nada- la interrumpo-. Ya he estado demasiado tiempo con un maldito psicólogo que lo único que sabe hacer es darme reproches y hacerme creer que la vida es hermosa.

-¿Y no lo es?- pregunta el doctor.

-No, es basura. Si fuera hermosa sería justa y no lo es. ¿Sabe por qué no lo es doc.? Porque tengo 19 años y moriré de SIDA, una maldita enfermedad que yo no busqué. No me lo merezco. ¡No es justo!- grito muy alterado y ahora enojado.

He vivido varios años con SIDA o más bien... he estado mucho tiempo con SIDA, porque si esta es la vida, no me imagino el infierno.

-Hijo- mi mamá coloca su mano sobre mi hombro. La miro, furioso conmigo mismo. Ella no tiene la culpa de nada de esto pero... yo tampoco.

-Tienes un trauma, estás deprimido, enojado, y decepcionado- empieza el doctor.

-No necesito un psico..-

-Lo sé- me interrumpe el mismo.- Lo dejaste en claro. Pero Nicolás, estás muy mal y no sólo por la enfermedad, sino también psicológicamente. Lo que pasó fue... muy fuerte, para cualquier persona. Necesitas ayuda, y lo sabes.

Mi madre comienza a sollozar.

-Sólo haga su maldito trabajo y dígame que estoy peor que hace una semana. Es lo que siempre dice.

Me mira compasivo. Frunzo el ceño. No quiero la lástima de nadie. No la necesito.

-Estás peor. Mucho peor. Y se puede notar físicamente- me dice al fin.

Ya sabia que lo iba a decir pero ahora que lo hace me siento mal. Creía que ya me había acostumbrado, pero en realidad creo que nunca llegas a acostumbrarte a vivir la peor parte de la vida todo el tiempo.

-¿Por el peso?- pregunto con un hilo de voz.

-Estás en la etapa terminal del SIDA Nick. En lo último de esta.

-¿Cuánto tengo? ¿Un año?

-Nick... tal vez meses. Menos si es que pescas alguna infección. Ahora, una pequeña gripa te podría matar.

Lo miro con los ojos muy abiertos, no puedo creer que estoy tan mal.
Mi madre comienza a llorar, se me rompe el corazón de sólo verla y se me hace un nudo en la garganta. Odio verla así, tan frágil.

Quiero abrazarla, pero temo que se rompa.

Mi mamá ha sufrido mucho desde la muerte de mi padre, después pasó lo de mi padrastro y luego ésto. Es demasiado para ella.

No sé qué hacer, yo puedo vivir con el SIDA, puedo morir con el SIDA, pero temo que mi madre no.

-Existe un instituto donde hay... jóvenes con diversas enfermedades. Es un colegio con clases normales, sólo que con cuidadores, psicólogos, rehabilitación, entre otros. Podrías entrar ahí Nicolás, es una buena opción.

Lo veo, aterrado. Nunca había llegado a pensar en morir lejos de mi madre. No lo quiero. No lo permitiré.

El doctor me da un folleto de la institución.

-Podría gustarles la idea. Revísenlo.

Asiento, aunque no me agrada para nada la idea. Estar con enfermos, como yo, todos juntos, para morir juntos. No.

Dejo el folleto en mi regazo y decido abrazar delicadamente a mi madre, quien sigue llorando desoladamente.

-Los dejaré un momento a solas- comenta el doctor. Camina hacia la puerta. Antes de llegar a ella coloca una mano sobre mi hombro.

-Lo siento Nick, realmente lo lamento- después se va. Y nos deja solos pensando en que haremos ahora. En que haré ahora.

Hasta mi último respiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora