—Ah, ¡Tengo tanta hambre! —Exclamo Mi-chan, le sonrío mientras servía el arroz en su plato. —Chiyo-chan, ¿Por qué no te casas conmigo? —soltó una risa. —Así puedo comer contigo todos los días.
—Aunque me case contigo solo vendrás a casa cada tres días. —A veces ser un él cabecilla de su clan era muy pesado, el administrar todo para su familia y muy apenas tenía tiempo para su amiga, y ahí estaban, comiendo. —Deberías reducir tu trabajo, todo estará bien Mi-chan, el clan está en perfectas condiciones, tus rutinas deberían cambiar; además, no creo que se salga nada de control a tu mando.
—¿Entonces si te casas conmigo? —Chiyome soltó una enorme carcajada, retumbo por toda la habitación, en cambio negó.
—Mi-chan, te recuerdo que mi marido murió apenas hace un año, además, sabes que una mujer sucia no puede casarse con alguien de tu rango. —Levanto los palillos y metió la comida a su boca, era la cena de ese día, la noche había caído relativamente hace unos minutos y el frio podía calar en los huesos de cualquiera, por suerte tenían los kimonos, llenos con tantas prendas que le hacían sentir calor. Un silencio inesperado cubrió la sala, abrió la boca lista para hablar cuando su hermano la hizo callar con su mano; entendió la situación en un instante, se levanto lista para combatir, pero, fue detenida.
El mango de Mujakina Kibou (無邪気な希望), su preciada espada, las lagrimas empezaron a cumularse entre los ojos y las limpio bruscamente, se aferro a la espada y se lanzó contra las paredes de papel rompiéndolas de inmediato, corrió con todas sus fuerzas y miro hacia atrás una sola vez, la cabeza de Mitsuyashi ya yacía en el suelo y su cuerpo estaba en dirección a ella, desenvaino, se aferro a la espada y no dejó de correr.
.
.
—Parece ser que están discutiendo. —Se escuchaban los gritos de los elfos desde fuera. —Yo, Yoichi, les traduciré. Hablan de guerra, rebelión y esas pavadas. —Entro a donde estaban aquellos hombres de orejas puntiagudas, diciendo cosas que nadie comprendía, al parecer.
—Olmipechos, ¿Cómo es que tú hablas japonés? —Nobunaga pregunto, apretaba los pechos de la mujer sin ningún pudor.
—Con un hechizo que hizo el gran maestro, viejo verde. —Se alejó de él. —¿Dónde está guerrero del sol naciente? —Comenzó a tirar un montón de papeles hacia el aire.
—Eso es cruel, ¿Sabes lo mucho que Yoichi tardo en aprender su idioma? —Yoichi comenzó a llorar.
—¿Están seguros de que ustedes son los buenos? —Chiyome abrazó al pequeño tratando de consolarlo. —Discúlpate o te arrancaré la cabeza.
—¡LO SIENTO!
—Oye bárbaro, tú vas a convencerlos de luchar. —Toyohisa miro mal a la chica, Olmine se encargó de ponerle uno de esos hechizos en la espalda, este comenzó a hablar y alentar a los elfos,
—¡Solo éramos niños cuando nuestro pueblo fue tomado hace cuarenta años! ¡Nos quitaron todo! ¡Ya no vamos a soportar esto! —Los cuatro japoneses ladearon la cabeza, el simplemente no lucia como alguien de cuarenta, ¿Se habrá equivocado de numero? Bueno, sin duda eran seres hermosos, incluso podría decir que más lindos que una mujer promedio, con ese cabello rubio y ojos que parecían ciertamente esmeraldas.
—¿No acaba de decir algo raro? —Saco Nobunaga a todos del trance.
—Oye, ¿Qué edad tienes? —Le pregunto, a quien ahora mismo estaba a cargo, un elfo hijo del rigente de la aldea a quien asesinaron.
—Ciento seis años.
—¡Eso es imposible! ¡En japón ya te hubiéramos asesinado! —Ante la exclamación de Nobunaga miraron a os pequeños elfos, esos niños.
—¿Qué edad tienen? —Preguntó Toyohisa.
—Treintainueve —Dijo Marsha.
—Treintaiseis —Mark habló. Son mayores, pensaron los japoneses.
—Bueno, los elfos viven cinco o seis veces más que una persona humana... Es normal que tengan esa edad. —Aclaró Olmine. La kunoichi solo se lamentó en su lugar, si esos dos niños eran mayores que ella y eran hermosos, quería ver que tan hermosas serían sus mujeres; el placer simple de entrenarlas ella misma, perfectas armas para asesinar escondidas de una carita de porcelana. Lo más probable es que si el enemigo capturo a sus doncellas sean parte de torturas e incluso violación, es algo que no podía permitir jamás en la vida de una mujer. Un acto tan atroz y que le repugnaba en todos sentidos. Sus cuerpos debían usarse como arma, incluso su belleza, pero aun así los cuerpos de unas féminas como lo eran la raza de los elfos debían ser usados para proteger a sus familias y dedicados en las artes más puras. No dijo nada en el momento de verlos, solo se quedó en silencio apreciando toda la discusión. Si Mitsuyoshi estuviera con ella... Si tan solo su hermano estuviera ahí idearían un gran plan para hacer sufrir a cada persona que tocara a esas mujeres.
—Chiyo-chan, estas demasiado callada. —Le susurró el arquero, dejo su ira de lado un momento y le sonrió para tranquilizarlo, pero aun así Yoichi se dio cuenta de que sus ojos solo emanaban un profundo rencor y dolor. Se aferro nuevamente a Mujakina Kibou y se tranquilizó, había paso relativamente poco de eso así que no estaba satisfecha (Nota del editor: En la vida real paso un año, escritores vagos y sin futuro a los que les vine a ayudar), tomo la voz antes de que los hombres pudieran. Si todos sus años manejando hombres no le fallaban sabía que encender su espíritu de lucha sería lo más eficiente, previamente habían dicho que seguramente el pelotón vendría a revisar la aldea al no ver que sus soldados regresen así que les implantó tanto odio como pudo.
—Escuchen bien, si quieren volver a ver a sus mujeres devuelta tienen que dejar de lado el maldito miedo, agarrar un arma y hacer caso a todo lo que les digamos; mataremos a los bastardos que robaron a sus madres, esposas, hermanas e hijas y podrán vivir como solían hacerlo hace más de cuarenta años. Si nos escuchan y son obedientes podrán volver a abrazar a sus familias completas. —Quizá lo decía por si misma, si se hubiera quedado a lucha seguramente Mitsuyoshi estaría vivo, ese bastardo y su estúpido sentido de protección. Los elfos estaban más que animados y furiosos, listos para cualquier cosa que los Drifters les pusieran enfrente. —Olmine, dame todos los datos, haremos un plan de contraataque, los demás hagan lo que tengan que hacer con los elfos. —Ordeno, los hombres si que se emocionaban con facilidad. Los dejaría a cargo para fortalecer sus armamentos y habilidades de combate. No sería jamás opacada por un hombre en el campo de batalla, y más si la batalla era mental y de manipulación. Era buena estratega para infiltrarse en cualquier lado, podría utilizar eso a su favor a la hora de llegar a la base, pero por el momento, solo planearía una emboscada. Recopilar información y tener reuniones con hombres para planear y predecir puntos de ataque.
Obligo a Olmine a decirle todo lo que sabía sobre el imperio al que atacarían, mientras escuchaba ideaba planes. Quizá una barricada o con algún ataque de pinza vendría bien para acorralar a los que intentaran escapar. Al ver el gran poder que tenían en ese mundo era lo más probable, pero ¿Cuantos hombres estarían dispuestos a enviar?
Si analizaba todos los factores diría que unos cincuenta, pero solo eran elfos inofensivos y sumisos, sin ningún coraje implantado, que no sabrían cómo defenderse y fáciles de amenazar. Si eso fuera alguna infiltración quizá enviaría solo a cuatro mujeres para un batallón de cincuenta hombres, la primera iría a presentar sus servicios como prostituta, recopilaría información de los soldados y después de ganar dinero enviaría a las otras tres para matar a todos. Eran todas las de su contra, pero conociendo a los hombres, y ver que habían robado sus mujeres sin piedad solo pensaban con su pene.
—Enviaran a menos de treinta hombres, tres jinetes y quizá cinco lanceros, aun así, son peligrosos, tienen que quitarles el miedo a esos elfos o jamás volverán ver a sus familias. Olmine, reúne a los tres idiotas, iré a hablar con el hermano de Mark y Marsha. —Se levanto y cerró su abanico para guardarlo entre sus ropas.
—¿Te refieres a Shara?
—Quien sea, es el que tenía más pasión en sus ojos. —Sonrió de lado a lado, jamás en su vida había querido pulir a un hombre, pero esos elfos eran tan especiales que unos cuantos entrenados no harían daño. Si es que lograba convencerlos, si no, al menos ganaría un compañero. —Ese muchacho me excita. —La cara de su compañera se puso totalmente roja. —En el buen sentido. Incluso las mujeres como tu piensan porquerías. —Se mofo y se fue. Ahora, ¿Cómo le haría para reunir a esa bola de barbaros?
ESTÁS LEYENDO
Drifters
FanficFanfic de Drifters Chiyome Mochizuki, la kunoichi legendaria se vera envuelta en una serie de eventos catastróficos mientras convive con personajes históricos reconocidos. Hechos históricos parcialmente alterados. ©All right reserved ©Todos los...