La rueda invertida - Parte 1

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Un día como este, pero 31 años en el pasado, daba inicio su vida. Hoy buscaba terminarla.

El joven se despertó totalmente atemorizado, temblando y sudoroso por todas partes. Se apresuró a dirigirse a la cocina de su lujosa casa a beber un vaso de agua de principio a final, sin cortes.

Cuando se calmó un poco, intentó recordar porqué fue interrumpido de su sueño de esa manera. Pensó en si había sufrido una pesadilla, como tan común sucedía cuando era niño, por la cual debía despertar a sus padres y hacerles entender que no podía estar en su habitación solo, aunque fuera ignorado y posteriormente castigado por esa inocentada. Acto seguido, descartó esa idea, pensando que era un adulto para sufrir de tales cosas.

De un momento a otro, todo cambió en el ambiente, pasó de una cara de póker a una cara totalmente aterrorizada, como si hubiera visto la peor de las masacres. Sus brazos y piernas comenzaron a temblar sin parar de una manera increíble. Le parecía raro sentirse así, había hecho o presenciado cosas mucho más temibles como para asustarse con eso. Había recordado todo, ya sabía porqué se había despertado así, y de un segundo a otro, comprendió todo. Casi sin miedo, comenzó a caminar directo a su habitación otra vez, esquivó la cama en la que durmió por tanto tiempo, recogió de arriba de un estante un revólver e ipso facto se disparó en la cabeza.

En sus ojos se reflejó el vacío absoluto, finalmente estaba en su tan preciada y deseada "Redención", la oscuridad de aquel infinito pareció saciar su sed de soledad que a él tanto le gustaba. Flotar entre las nubes de ese abismo vacío y lleno a la vez era para él lo que para otros sería conocido como el paraíso. Aquella libertad que no había tenido en toda su vida era compartida en su mente por personas que habían cometido algunos errores y debían pagar por ellos, como él. Luego de los pensamientos e ideas abstractas que podía llegar a tener allí, sentía que la misma vida no tenía sentido si podía pasar ahí el resto de sus días, aunque sabía que ya no existían esos de los que hablaba. Pero para no perder tiempo valioso para él, decidió despertar.

El joven abrió los ojos y se levantó en un lugar conocido, la antigua casa de sus padres, abrumadores recuerdos en esa casa lo invadieron, buenos y malos, situaciones de felicidad y también de absoluta tristeza, pero todos con ese sentimiento de nostalgia. Se puso de pie y se preguntó porqué estaba ahí, no recordaba con exactitud qué había pasado, solo se sentía triste, pero no tenía la certeza de porqué. Recorrió el lugar solo para darse cuenta de que algo raro estaba sucediendo, sus padres allí presentes, ignoraban completamente su existencia. Como si el fuera un fantasma, definitivamente algo estaba mal.

-Veo que despertaste -dijo una voz masculina que él conocía muy bien-. Creo que es hora de empezar. -La voz sonaba extraña, ronca y con cierto tono placentero por cada palabra que debía recitar-. Empecemos por lo básico, el porqué. Estás aquí, porque todos sabemos que quieres liberarte de este infierno. Yo soy tu subconsciente, y voy a ayudarte a salir de aquí, y te ayudaré a ir donde quieres. Pero primero, debemos pasar por ciertas cosas. No nos iremos de aquí sin un poco de diversión, así que antes de partir, te haré recordar situaciones desafortunadas para el ojo ajeno. No nos engañemos, buena persona fue lo último que intentaste ser. Para que aprendas a redimirte un poco, luego de eso, podrás ir donde quieras. -Cuando terminaron de sonar esas palabras, el joven entró en pánico, intento correr, pero estaba en un lugar cerrado donde no había ninguna salida.

Horas y horas de increíble tortura pasaron para el joven, cada vez más y más triste, nostálgico e impotente. Siempre con el mismo sentimiento de inocencia, y por supuesto sin saber el verdadero propósito de que le estén mostrando todo eso. Él sabía que todo eso que hizo estaba mal, pero no veía necesidad de revivirlo justo ahora. La voz relataba todo, él pensó que era un poco sádico y maníaco para ser su subconsciente, pero en el fondo, sabía que él mismo era así. Después de un tiempo, todo se detuvo, para el absoluto agrado del joven. Todo quedó en la nada, hubo un oscuro y total silencio en aquel vacío en el que se encontraba, solo para ser interrumpido por esa voz de nuevo.

-Ya pasó, todo terminó. Pero aquí y ahora, está tu prueba final, querido amigo. -Luego de que quedara todo en silencio de nuevo, una gran luz se reflejó en los pobres ojos del joven, dejándolo ciego por unos segundos y evitando así saber que estaba ocurriendo a su alrededor. Cuando recobró la vista, estaba de nuevo en su habitación, todo igual. Esta vez no estaba solo, para su sorpresa y confusión, él mismo estaba enfrente, como si de un espejo se tratara, solo que no existía tal. Él estaba nervioso, su espejo no. Allí estaban ambos hombres iguales, frente a frente, hasta que el relajado rompió el silencio. -Ya sé, tienes muchas preguntas ahora mismo, yo soy tu subconsciente del que te hablé, fui yo quien te hizo ver todo eso. Ahora, no tienes que hacer nada más que lo que yo te diga, y debes prestar atención a todo lo que mi boca cante. Hemos hecho cosas, cosas malas, cosas por las que debimos pagar. Ahora es su momento, debemos pagarlo ahora. Ya no hay más salida, pagaremos nuestra deuda ahora, y aquí. ¿Ves el revólver que está en aquel estante? Aquel que usaste hoy, para dar aquella "Redención" que tanto amas. Recógelo, y utilízalo para dispararme a mi, y solo a mi. Luego de eso, obtendrás tu libertad, me voy a sacrificar para que puedas tener tu "Redención", y para que vivas toda una vida larga allá donde deseas estar.

-El joven entendió todo a la perfección, no necesitaba más explicaciones ni justificaciones absurdas. Caminó sosegado hasta aquel estante, recogió el revólver, volvió frente a sí mismo, se vió directo a los ojos y, acto seguido, disparó el arma como ya lo había hecho el día de hoy.

La casa yace en silencio, una calma increíble para lo que solía ser aquel ambiente cargado cuando se encontraba discutiendo por teléfono o en persona, rara vez que invitaba a algún amigo o compañero de trabajo. El joven entra relajado por la puerta de su casa, con una mirada tranquila y una sonrisa de satisfacción absoluta. Era tarde, pasaban de las ocho de la noche, pero en su trabajo no había horario, por lo que a él no le sorprendía llegar tarde. Fue a su habitación y soltó la bolsa grande que cargaba con la mano derecha, tenía que pensar que hacer con ella, no quería pasar por situaciones desafortunadas. Luego de ocuparse de sus problemas, finalmente se sentó relajado en un cómodo y caro sillón, con una botella de vino en la mano para celebrar sus 31 años.

El tiempo pasó y como él tristemente esperaba, nadie acudió para felicitarlo y darle el pésame por su desafortunado aniversario, aunque a él eso no le importará. Pero entre tantas copas, el joven empezó a recordar aquellos horribles momentos de su infancia, en la que su Madre lo golpeaba o abusaba de él. La frustración que sentía se veía reflejada en las lágrimas cayendo de sus ojos, lágrimas de odio, de tristeza y sufrimiento. Entre tanto pensamiento el joven se arrepintió de haber concluido esa etapa de su vida el mismo día de su cumpleaños, ese día lo disfrutó pero luego de tantos años le jugó una mala pasada.

Intentaba no pensar en eso, intentaba pensar las cosas positivas que había sentido hasta ahora, aunque fueran pocas quería controlar sus emociones a como diera lugar. Pensaba cuando ganó el torneo nacional de ajedrez contra un hombre que le sacaba el doble de altura y edad pero no de inteligencia. Sintió felicidad aquel día, aunque ni sus padres ni sus amigos inexistentes estuvieron ahí para felicitarlo. Pensó en cuando se graduó en la universidad en la carrera de psicología, cosa que le ayudó mucho a comprender su misión en el mundo y a llevar a cabo bien sus tareas por las que siempre se había sentido atraídos. Entre lágrimas de tristeza y sonrisas nostálgicas, recordaba con pena aquellos momentos vergonzosos que te ayudan a madurar, como cuando fue humillado por un chico musculoso y más grande que él, que sabía utilizar mucho mejor las armas, cuando estaba aprendiendo a manejarlas. Lo hacía sentir mejor saber que hoy día, aquel chico no tendría oportunidad.

Nada de lo que pensara, le hacía olvidar la muerte de sus dos padres, por lo que cada vez se sentía más y más triste. No por el hecho de que hayan muerto el mismo día, el día en el que él cumplía 18 años, sino por el hecho de que él, haya tenido que ver en eso. No quería pensar en los detalles de ese día, pues en uno triste como aquel, solo lo hacía arrepentirse de sus hechos, aunque sabía que no debía hacerlo. Estaba tan enojado, tan sumamente frustrado que lo único que se le ocurrió fue arrojar la botella y el vaso contra la pared más cercana para intentar controlar su ira, provocando el conocido ruido de vidrio estallado contra algún lado. Se echó a llorar, no tenía consuelo alguno. Su vida, un error o un milagro, por dónde se lo viese. Se levantó del sillón, caminando desalmado como si no tuviera rumbo. Se dirigió hacia su habitación, se sentó en la cama, y se acostó para dormir y desaparecer del mundo...

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