PUPPER II|PARTE 10

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Doctor Jeon 

Llegar a casa después de una larga jornada de trabajo no me brindo ninguna calma, puesto que debería organizar unos papeles mas tarde. Irene había desaparecido de la clinica y supuse que había preferido irse a uno de los lugares a los que destinan a ir, pero al entrar a casa vi sus llaves en la barra de la cocina y la ducha de su habitación encendida.

Caminé hasta allí y cuando estube a punto de llamarla noté sobre la cama un par de papeles, un dibujo y una carta escrita a mano. Llevaba nombre, estaba destinada para Lía y al finalizar el autor firmaba como Taehyung. Este hecho pareció intrigarme y me quedé pensando en la nada mientras sostenía ambos papeles en mis manos, pero de repente, como si me hubieran sacudido, Irene los arrebató de un solo movimiento rápido.

Parada frente a mi con la toalla envuelta en el cuerpo y el cabello aún goteando de lo mojado, el aliento se me secó por completo.

—Yo he...no quería hurgar en tus cosas solo...— dije rascando mi nariz en signo de nerviosismo.

—No son mías— se refirió a ambos papeles. —En la mañana fui a un café y vi que a un hombre se le cayó del bolsillo en cuanto sacó su dinero. Es todo.— era extraño, parecía ida y no sonreía como normalmente lo hacía cuando se dirigía a mí. Hablaba como si de un robot se tratara.

—¿Estas bien, Irene?— Indagué, ella me miró por un momento como si batallara para decir lo que pasaba por su cabeza pero arrepintiéndose en el último momento negó el hecho de que algo sucedía.

—Es solo... Acabó de ver una película de terror. —se abrazó a si misma y sus ojos se cristalizaron sin remedio. — ¿Puedo dormir con usted esta noche, Doctor Jeon?— la tomé por los hombros y la miré por unos minutos intentando esconder lo que me hacía sentir escuchar eso, la atraje hasta mi pecho y dejé un pequeño beso en la coronilla húmeda de su cabeza.

—Claro que puedes.

Después de haber cenado y habernos ido a la cama en silencio, no me quedaba más que intentar no pensar, sentía la necesidad de indagar más allá de lo que me había dicho, sentía que una parte de aquello no era cierta o que tal vez, Irene, estana tan confundida como para poder  explicarlo como deseaba.

—Doctor Jeon...— susurro Irene mientras aún permanecía de espaldas a mí, dejé de mirar hacia el techo y me giré en su dirección. — ¿Ha sentido usted alguna vez, que la vida de alguien más, también es parte de su vida? Aunque no lo sea porque jamás ha visto a esa persona. — lo pensé por un instante.

—Creo que sí...— ella se giró hasta estar frente a mí, y ambos nos miramos a los ojos en medio de la tenue luz de la media noche. Si lo que había preguntado era refiriéndose a estar enamorando, entonces sí. Si lo sentía.

—Es raro ¿no? — bajó la mirada.

En ese momento no podía pensar en nada más que querer acariciar su tez, su cabello y probar esos labios que seguramente sabrían dulce. Estaba tan cerca y trataba de controlarlo todo pero incluso habían situaciones que no podían ser controladas y que simplemente sucedían. Intenté no hacerlo pero el impulso que me calaba la cabeza era más grande, de un momento a otro mi mano se paseaba suavemente sobre su mejilla mientras ambos ojos llenos de estrellas y sorpresa me miraban a mí.

—He dejado de verte como mi paciente, Irene. — ella tomó mi mano y en silencio me dedicó una pequeña sonrisa. Tal vez compasiva.

— ¿Y como lo sabe, Doctor Jeon ? — indagó, pero no respondí porque en realidad no lo sabía, solo lo sentía.

Me acerqué más a ella y pude apreciar su dulce aroma, no llevaba perfumes de ninguna clase pero ella ahora mismo era como lirio, una flor.

Una rosa blanca.

Busqué sus labios con los míos y en cuanto sentí su textura cálida y suave, supe que no quería apartarme de ahí más, Irene correspondió a mi beso, muy suave, muy lento y ninguno de los dos dijo nada. A medida que pasaban los minutos el beso iba subiendo de intensidad, mi mano se enredaba en su cabello y ella con la suya recorría mi torso levantando mi camisa. Me posé entre sus piernas y el movimiento de nuestros labios se vio interrumpido por los tenues gemidos que solte involuntariamente al sentir sus caderas tan cerca de las mías.

Paré, la miré, envuelta en llamas, extasiada con los labios entre abiertos, la respiración a mil permitiendo que sus pechos subieran y bajaran sin cesar. La contemplaba mía, única, sin poder apartarme de su cuerpo, si quiera podía pensar en apartarme de su cuerpo. Besé cuello y dejé un pequeñito camino de besos hasta llegar a sus pechos y permitirme jugar con cada uno de ellos mientras ella enredaba sus manos en mi cabello tratando de calmar la emoción sobre excitante del momento.

La despojé de todo lo que podía estorbar al igual que yo, estaba preparado, estaba listo para hacerla mía pero no sabía si ella lo estaba o tan solo si lo deseaba al igual que yo. Rocé un par de veces mi miembro en su intimidad sin llegar a introducirlo provocando que y me embelzara aún más el brillo de sus ojos, la corta respiración de sus labios chocando contra los míos, el sudor que se hacía presente en nuestros cuerpos y sus manos aferradas a mis brazos como si de eso dependiese su vida. La besé una vez más para no perder la cordura, porque de seguro me volvería loco.

—Por favor, Doctor Jeon...— pidió casi en un ruego en medio del beso, me separé de ella para ver sus ojos fundidos en los míos. —Por favor...

Y sin más me introduje en ella «ahh» clavó sus uñas en mi espalda y yo dejé todo el aliento contendo.

Finalmente nos volvimos uno aquella noche.

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