Hecha trizas.

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Ahí estaba, tomándose un café como si no hubiera hecho nada. Como si fuera la más santa del mundo. "La muy zorra" susurró Andrea entre dientes mientras la miraba con odio desde aquella azotea.

En ese mismo instante, se estaba llevando a cabo el funeral de su mejor amiga, Fabiola, pero no le importó.

Sabía que su familia y la de su mejor amiga, que se conocían hace veinte años, la odiarían por no asistir, pero tampoco le importó.

Estaba demasiado ocupada apuntando con un arma a Nicole Rivera, la perra que había orillado a su mejor amiga al suicidio. La odiaba por eso. Que se jodiera.

Agradeció mentalmente a su padre por haberle enseñado a usar un arma.

Puso lentamente el dedo sobre el gatillo y exhaló entrecortadamente.

En ningún momento le tembló la mano ni vaciló, por eso se sorprendió cuando, después de soltar una lágrima, su mano se movió automáticamente hasta apuntar a su propia sien y, en menos de un segundo, jaló el gatillo.

Toda la gente a lo largo de la calle gritó aterrada, pero no por el sonido del cañonazo, ya que tenía un silenciador, sino porque el cuerpo de Andrea cayó y golpeó la acera con fuerza.

Todos escucharon cómo sus huesos se hicieron trizas, pero nadie fue capaz de notar que el primero en hacerse trizas había sido su corazón.

The feelings that we lost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora