ELESDÍ

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“de pronto el sol me abraza y me pide ser su único amigo, valiente voy hacia donde él y le digo ‘¿por qué no?’ ”

No se había tomado muy bien el hecho de que Momo la rechazara oficialmente, no había ninguna otra forma de continuar más que aceptarlo, debía olvidarse de todas esas señales que lo hacían ver más posible, como compartían miradas, la forma supuestamente única en la que le sonreía, lo bien que se llevaban. Todo parecía bien, sin importar lo mal que sonaba, creía que estaba tomando buenas decisiones.

Quería llegar a su casa y dormir, sin importar que aún tuviera clases, deseaba que el día terminara, porque creía firmemente que el estar en su cama se liberaba de todo lo malo que había pasado, que el mundo se reiniciaba con los amaneceres, que todo se iba en la noche a pesar de que aún lo arrastras al día siguiente.

Momo miró la hora, era demasiado tarde, seguía dentro de la escuela, pero tardaría en llegar a casa, mucho más de lo intencional. Su vida era más sencilla cuando estaba fuera de casa, donde no era relevante y su ritmo era relajado, no tenía un papel que cumplir, mucho menos expectativas. Parecía que la nueva generación disfrutaba salir de las paredes que supuestamente deben protegerte, de ese verdadero hogar.

Sin embargo hacía frío y las cucarachas salen a esa hora, ¿por qué se quedaría más tiempo en la calle?

—Jihyooo—miró a su mejor amiga tratando de lograr su objetivo una última vez en el día.—¿hacia dónde vas? ¿Por qué no me llevas? Te invito un elote.

—No creo que lo recuerdes porque tu gran cerebro no te lo permite—con su dedo índice picó dos veces la frente de Sana, ella observó su acción atenta, como un cachorro.—Pero siempre preguntas eso cuando nos vamos, yo te respondo que en Coapa, tú me dices que te queda cerca, yo te digo que no, tú propones quedarte a dormir a mi casa, y otra vez te digo que no.

—Bueno, ¿y qué tal si tú te quedas a dormir a mi casa?

—¿Sabes a quien sí puedo llevar?—Momo dejó de reír en cuanto Jihyo se paró junto a ella y pasó su brazo por encima de sus hombros.

—Ah, no te preocupes, neta—se alejó y tomó a Sana del brazo para jalarla nuevamente hacia la pelicorto.—Vayan por su elote, yo ya debo irme.

Sana sonrió ampliamente, pero volvió a indignarse cuando Jihyo habló.—Ya Momo, es tarde, y me queda cerca, yo te llevo.

—¿Al menos me invitan un elote?—Sana sintió su corazón quebrarse, pero después de que sí comiera su elote pudo ir tranquila a su casa, al igual que Momo y la arriesgada motociclista, Jihyo.

Los semáforos en su ciudad eran raros, algunos muy diminutos, otros que duraban poco para los peatones, pero siempre habían grandes espectáculos, frente a ellas, había un chico lanzando palos prendidos con fuego, en el siguiente, una chica haciendo trucos con un balón y un triciclo, después unos haciendo acrobacias, ambas no dejaban de impresionarse, aplaudían y gritaban.—Ya sé que haré cuando acabe la prepa—dijo Momo, Jihyo rió.—Lo digo casi en serio, sólo debo encontrar un talento.

—No digas eso.

—Ya sé, todos tenemos talentos, pero no sé cuál pueda ser igual de impresionante.

—No me refiero a eso, digo que si tienes una segunda oportunidad de estudiar, aprovéchala—estaban gritando, pues la velocidad y el resto de los carros no les permitían escucharse.—lo digo en serio.

Momo no dijo nada más, era algo que están cansada de debatir, seguía en un conflicto interno, no tenía energía para discutirlo con alguien más, nunca la tenía. Para algunos era la única herramiento a ese supuesto éxito, conseguir un título que valide que puedes sobrevivir, que mereces ser reconocido, valorado, que finalmente fuiste alguien, quizás infeliz, insatisfecho, arrepentido, pero alguien. Y claro, la otra mitad que fue por otro camino, y aún así lo lograron, aunque no debemos dejar pasar que no estaban totalmente solos, tenían aquel empujón. Momo creía quedarse suspendida en el aire, inerte en el camino, mirando como todos corrían lejos. ¿Por qué creían que estudiar necesariamente la rescataría?

amor prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora