El plan era perfecto.
Iba a ser a mediodía, cuando (yo supuse, basado en mi básico conocimiento de vampiros y experiencia personal) estarían todos durmiendo. O metidos en ataúdes. O encerrados en sus cuartos escuchando metal y leyendo un libro, yo qué sé, pero fuera del juego.
No conocía la casa, pero mis idas al baño me habían informado que (por algún extraño motivo), la casa estaba muy bien aprovisionada de ventanas y tragaluces, que de noche dejaban entrar la escasa luz de los astros, y de día (me imaginaba) permanecerían cerradas. Aunque Forks no parecía ser un pueblito con mucha iluminación solar, yo contaba con un cualquier trasto de luz que se pudiese rescatar.
Y por último, una cuerda hecha con las sábanas de mi cama. No, mi plan no consistía en atravesar la casa en busca de la puerta principal: yo pretendía alcanzar una ventana que diera al lado opuesto al que daba mi ventana para escapar. Contaba con que todo el lado de mi ventana estuviese vigilado, así como las puertas, de modo que dicha ventana era mi única posibilidad.
El silencio era clave: estos bichos escuchaban hasta el más leve susurro. Esto lo sabía gracias a Edmund, al que no podía escondérsele absolutamente nada. Así que el siguiente día, a mediodía, bañada sin ninguna clase de perfume o aromatizante (nunca se es demasiado precavido), me envolví los pies en las cubiertas de las almohadas para silenciar mis pisadas y me dirigí a mi cruzada.
Nueve vampiros.
Dios sea piadoso y estén todos en el altillo con auriculares puestos.
La casa era enorme, tenía que cederles eso. Y llena de pasillos. La fúnebre iluminación del sol del pueblo apenas si proveía la seguridad que había esperado, pero me era suficiente para motivarme a avanzar. Y avancé, lento y seguro.
Estaba ya a medio metro de la ventana, casi relajándome, cuando una voz detrás mío hizo saltar, resbalarme en las sábanas que me había atado a los pies y caer de morros en el suelo.
- ¿Qué estás haciendo?
Por supuesto, era Edward, con esa mirada de sabelotodo y sonrisita suficiente. Y cara perfecta. Para mi terrible decepción, la patética iluminación solar de Forks no le hacía el más leve daño. Sus maravillosos ojos miel brillaban con diversión, y por primera vez me vinieron verdaderas ganas de cachetearlo. No me gustaba la condescendencia con la que me miraba, como si fuera un cachorro tratando de morderme la cola. El hecho de que estuviese en el suelo no ayudaba.
- ¿Qué te parece? - solté, gruñendo mientras intentaba levantarme. Me dolían absolutamente todas las zonas vendadas, plus la cara. Edward trató de ayudarme, pero yo lo rechacé.
- ¿Qué me parece? - rió, mirándome de arriba a abajo - Honestamente, me tienes en blanco.
Rubor me subió a las mejillas cuando fui consciente de mi apariencia. Edward había tropezado a pleno mediodía con una chica vendada de pies a cabeza, con un camisón con flores (¡prestado!)y sábanas atadas a los pies, andando como pisando huevos contra la pared del pasillo, abriendo todas las cortinas a su paso y arrastrando más sábanas bajo el brazo. Seguro no era lo más común bajo el sol, pero un vampiro no me iba a hablar.
Hice mi mejor esfuerzo para clavarle una mirada hastiada a aquel Adonis burlón.
- Estoy tratando de escapar, eso estoy haciendo. Quiero irme. Encontrarlo.
Edward me miraba con pena.
Media hora después se había organizado una reunión familiar alrededor mío, todavía con sábanas y vendas por todas partes. Carlisle me dirigió una mirada de curiosa sorpresa al verme, pero yo evité el contacto visual. Lo último que me faltaba: humillación frente a aquel monumento a la perfección.
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La Tercera es la Vencida · [Carlisle Cullen x Tú]
Fanfiction¿Alguna vez han escuchado ese famoso dicho que dice "la tercera es la vencida"? No sé cómo les irá a ustedes con él, pero en mi caso mi vida se tomó la parte de "vencida" demasiado literal y al parecer asumió que tiene que acabarse en medio de gran...