—Kata, mímame.
—Ahora no puedo.
—Tus bebés quieren los mimos de su papá.
Sexto mes y se nota el cambio que pega por los síntomas del embarazo. Está muy empalagosa y me gusta realmente; pero, a veces, hay que tener mucha paciencia. Se atiborra de, no solo una tableta, sino diez tabletas de chocolate y no se conforma. Ahora me está tirando del pantalón mientras intento colocar los libros que me dio Brûlée; libros en relación de cómo cuidar a los niños. No quiero ser un mal padre para ellos, ni tampoco un mal marido. Y cuando coloco el último, otro gran tirón fue suficiente como para romper mi prenda. Miro abajo viendo como Len sostiene un gran trozo de tela de cuero. Pues sí que no sabe medir su fuerza.
—Lo siento. —Se disculpa con la cabeza cabizbaja.
No puedo enfadarme con ella sabiendo el estado en que está. Me agacho para estar a su lado y la cojo en brazos, sentándola sobre mi pierna—. Entonces la señorita Charlotte quiere que le dé mimos.
—Sí, tus hijos quieren sentir la manita de su papi —hablar así me enternece mucho.
La cojo con mucho cuidado y que ella se acomode en mi regazo mientras me incorporo de mi sitio. Sus manos ágiles y suaves bajan suavemente la bufanda para mostrar mi mandíbula. No duda en acariciar con temor el contorno de mi boca, pasando por las suturas hasta llegar a mis colmillos. Me acerco un poco para rozar su nariz contra la mía mientras mi mano se posa en su vientre. Cuando sentí las patadas de mis pequeñines, una alegría invadió todo mi ser. Ya tengo ganas de tenerlos en mis brazos y todo el amor que un padre puede darle. Nunca tuve una relación así con el mío porque nunca le conocí ya que murió en manos de mamá. Mis pensamientos se esfuman cuando ella sella mis labios con los suyos. Tan carnosas y tan suaves, como un durazno maduro.
No dudaría en probarlos una y otra vez. Acariciar sus cabellos sedosos que se ve tan linda con el pelo suelto, con coleta se le ve más dura de lo que aparenta. Me dan ganas de no soltarte nunca, sentir todo tu esplendor nuevo y no lo hago por miedo a que haga daño a nuestros bebés. Estas sonriendo como la niña tonta que eras hace mucho tiempo y ahora serás la madre de mis hijos. No sabes lo feliz que me haces cada vez que te abrazo y me dediques esas risas tan divinas que te sientan de maravilla. Chica enérgica que no teme nada y que su frase sea: «Lo que para ti es horrendo, para mí es hermoso». Palabras que te clavan en el alma como si fueran estacas.
—Katakuri —me llamas dulcemente, caramelo bañado de chocolate—, ¿serán mellizos o gemelos? —me preguntas con esa ilusión en tus ojos, ese brillo que es difícil de distinguir.
—Mellizos. Ahora la duda es dos niños, dos niñas o uno de cada.
—Yo quiero uno de cada, así tú mimas a la niña y yo al niño.
—Me parece justo. —¿Seré un buen padre? Mis hijos heredarán mi mandíbula? Tengo miedo de que se burlen de ellos por ser diferentes. Sin embargo, mi preocupación es mucho mayor con la criatura débil que está ahí dentro—. Yo quiero que viva.
—Y vivirá, es fuerte como tú.
—Y como tú.
Nuestros pequeñines saldrán a ti y a mí en cuanto a orgullo y fuerza sobrehumana. Serán guerreros, eso lo sé muy bien. Puede que mi Haki no me permita ver más allá del futuro; pero es una corazonada. Sigues acariciando mi rostro como si no hubiera un mañana. Quieres recordar todo momento de mí. Y pensar que toda mi felicidad viene de ti. Eres la única mujer que me ama, que le gusta como soy tanto físico como personalidad. El tamaño no importa porque tengo suficiente hueco como para recibir todo tu amor en mí. No voy a dejar que nadie te haga daño, eres mi más preciado tesoro. Y mis hijos son la joya de nuestro amor. El hilo rojo de nuestro destino lo sabe, estamos unidos por siempre.
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El hilo rojo de nuestro destino (Katakuri x Len)
Fiksi PenggemarLeyendas cuentan que estamos destinados a encontrar nuestra media naranja, a causa por ese hilo rojo invisible. Charlotte Katakuri, desde pequeño, siempre se ha fijado en aquella niña, Hirawashi Len. Nunca pensó que ambos se gustasen; sin embargo, o...