O N E

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«Te quiero y estoy tan enamorado de ti, Kim Taehyung...y soy un idiota por decírtelo justo cuando tengo que irme, cuando estoy a instantes de subirme a ese avión, pero necesitaba decírtelo, no podía irme de aquí si no te decía lo que siento, bonito. No te pido que me esperes, sería muy injusto de mi parte pedírtelo, pero...si cuando regrese y tú aún sientes lo mismo por mí, porque ten por seguro que yo te seguiré amando...quiero intentarlo.»

El pelinegro volvía a recordar las últimas palabras que le había dicho a Taehyung, reprochándose una y otra vez el no haberlas dicho antes. Tal vez pudieron intentarlo, estar juntos y después decidir qué sería de su relación...pudieron haberlo intentado.

Si tan solo Jungkook hubiera hablado...

Pero él hubiera no existe y ahora tenía que lidiar con las consecuencias de sus actos. Jeon no había mentido, aún estaba enamorado del mejor amigo de su hermano; en el año que no estuvo en Corea solo podía pensar en 3 cosas: la escuela, su familia y el pequeño niño (no tan niño) de cabellos castaños y no precisamente en ese orden, en realidad el castaño siempre iba en primer lugar, siempre estaba presente en sus pensamientos.

Jeon Jungkook había sido enviado a estudiar a Harvard por un año gracias a su inteligencia y su amor al futbol americano.

Muchos se sorprendían que Jungkook fuera tan inteligente, muchos pensaban que era un idiota solo por ser guapo y capitán del equipo de americano.

Pero ahí estaba, Jeon Jungkook con 20 años, siendo de los alumnos más inteligentes de Seoul National University, con la oportunidad de volver a Harvard si el así lo deseaba. Cosa que aún estaba considerando.

Afortunadamente (para la salud mental de Jungkook) había regresado (al menos por un tiempo), se encontraba de vuelta en Seúl y esperaba con todas sus ansias ver al niño que lo traía loco y que había dejado hecho un mar de lágrimas en el aeropuerto.

Sus padres fue a recibirlo al aeropuerto, llenándolo de abrazos y besos (específicamente por parte de su madre) pero Jungkook solo quería ver a Taehyung. Desgraciadamente, el pelinegro sabía que era imposible que el niño estuviera ahí.

No sé lo merecía.

—  ¿Y Jimin? — Era raro que su hermano no hubiera ido al aeropuerto a recibirlo, si cuando hablo con él se escuchaba emocionado por su regreso.

—  Se enfermó del estómago campeón, pero te está esperando en casa— Su padre pasó su brazo por los hombros del pelinegro.

Jeon Minho era un hombre ejemplar, amaba con todo su ser a sus hijos y a su esposa, pero cuando tenía que ser serio, Minho era un hombre de tener y eso sus hijos (y los amigos de sus hijos) lo tenían muy claro.

Jungkook fue llevado a cenar como motivo de celebración por su llegada, una velada tranquila con sus padres tenía al pelinegro muy contento.

Pero seguía pensando en Taehyung.

Cuando menos lo esperó, sus padres ya estaban pagando la cena y cuando salieron por la puerta del restaurante, Jungkook pudo ver a su mejor amigo apoyado en su coche.

—  Vaya, vaya, el grandioso Jeon Jungkook está de vuelta— Jungkook negó con la cabeza, dirigiéndose hacia el para abrazarlo.

—  ¿Qué haces aquí?

—  Me mandaron a recogerte— Jungkook iba a hablar, pero la voz de su madre lo detuvo.

—  Solo por esta noche la casa es toda suya, y espero de todo corazón que no la destruyan, ¿Entendido?

R Á P T A M EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora