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—Hora de irnos—murmuró ella.

El pequeño niño se cruzó de brazos.
—Pero no me quiero ir aún—protestó.

Ella se agachó para quedar a su altura.
—Yo sé que no quieres, pero no hay alternativa.

—Mis padres van a extrañarme.

—Lo harán—afirmó la muerte. —Porque jamás dejarán de amarte. Pero ya les has dado toda la alegría que has podido. Es hora de marcharse.

El niño suspiró y miró con tristeza su cuerpo sin vida, que yacía inerte sobre la camilla del hospital. Asintió y tomó de la mano de la muerte.

Juntos, dejaron este mundo.

Fragmentos De NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora