Capítulo 13 | Sí fue real

2.9K 181 6
                                    

Camino por el centro de la calle. Ansel va en la banqueta, caminando con las manos en los bolsillos. Hace ya más de 10 minutos que caminamos sin rumbo y hace mucho frío, aunque a él no le afecte para nada.

—¿Podrías decirme a dónde vamos? Me estoy congelando —pregunto, enojada pero a la vez encantada de estar a solas con él. Lo veo sonreír, divertido. Se acerca a mí y empieza a caminar conmigo, nuestros brazos rozando con cada paso.

—Ya casi llegamos. Prometo que se te quitará el frío.

Estamos muy lejos del deshuesadero y cuando veo que quiere entrar al bosque, me detengo en seco.

—No voy a entrar ahí, no de noche. Menos contigo.

—Vamos, Olive. No iremos muy lejos, te preparé algo. Por favor —dice y toma mi mano. Yo la separo inmediatamente, a lo que él vuelve a reír. ¿Qué le resulta tan gracioso? ¿Mi reticencia a caer entre sus brazos como siempre?

—¿Qué te parece tan gracioso?

—Tú —me dice y vuelve a agarrar mi mano con más fuerza. Aunque trato de apartarla, él no me deja y la recarga en su pecho, junto a su corazón.

—Tenías que ser hombre lobo...

Seguimos caminando y él no suelta mi mano para nada. Quería alejarme de él lo más rápido posible. Estar cerca de él no ayudaba mucho cuando quería evitarlo por completo y enojarme. Apenas habíamos dado unos pasos y pude divisar una luz. Nos acercamos más y apareció una pequeña fogata y una sábana bien doblada. Además, había una bolsa de plástico de Fro-Yo.

—Para ti —dice, soltando mi mano.

—¿Qué es todo esto? —pregunto asombrada. Trato que la sonrisa que se ha formado en mi rostro desaparezca, pero no puedo.

—Es mi manera de pedirte perdón por no escucharte. Fui un tonto, perdóname. Debí ir contigo. Siempre te pido que confíes en mí y cuando pides mi ayuda, no estoy ahí incondicionalmente. En serio, perdóname —dice tomando la bolsa de Fro-Yo. Saca un bote entero de yogurth de kiwi. Diablos. Su mirada muestra un sincero arrepentimiento. Doblemente diablos.

—Sólo por el yogurth —le digo divertida. Él ríe junto conmigo.

Nos sentamos en la sábana en silencio. Comemos el yogurth del mismo bote, lo que me hace sentir como si ya fuéramos íntimos. ¿El calor que siento será por la fogata?

—¿Qué era lo que querías decirme, Olive?

—Es... algo sobre mí —le digo, nerviosa. No sé cómo decirlo.

—Cuéntame si aún quieres, por favor.

—Yo... había estado viendo algunas cosas sobre ti. Cosas malas que prefiero no decir. Se sentía tan vívido y real que casi siempre terminaba llorando y a punto de desmayarme. Cuando fui a preguntarte sobre qué era lo que me pasaba y no quisiste escucharme, salí de la escuela y me encontré a Ezra —apenas mencioné su nombre, tensó la mandíbula—. Él me llevó con su abuela, Sheila, y ella me dijo que soy una médium. Creo que es todo —termino, restándole importancia. Él tiene los ojos como platos. ¿Es tan difícil de creer?

—¿Segura que no te está mintiendo? Esa familia es... —empieza a decir, pero lo interrumpo.

—¿En serio, no crees que lo sea? —pregunto, ofendida.

—No es eso... es sólo que... esa familia es manipuladora.

—Tú sabes que no es eso... Simplemente me crees demasiado ordinaria como para ser algo como tú —digo y me levanto enojada. Él se levanta a la par, mirándome desconcertado.

Él no me quiere | Ansel ElgortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora