Nuevas experiencias (Parte I)

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Cuando te mudas de ciudad y comienzas una nueva etapa es inevitable vivir nuevas experiencias.

Edad: 18

En mi primer año de universidad todo era nuevo para mi, era una nueva ciudad y una nueva etapa para comenzar. Había elegido una carrera administrativa, tenía la tonta idea de que algo así en poco tiempo me ayudaría a tener mis propios ingresos, pero no. En fin, me gustó en su momento.

Estaba en una ciudad diferente, no vivía bajo el lente de mi madre, tenía una libertad increíble pero no la aproveché como lo esperaba. Salía contadas veces de fiesta, y mi vida tenía un nuevo aíre pero una tormenta tropical iba a cambiar ese aíre. Después de ese año, decidí cambiar de casa. Me mudé a un apartamento compartido con otros estudiantes, al principio fue interesante pero ahí creció la tormenta.

Uno de los compañeros de piso, era demasiado coqueto, de esos irresistibles. Él tenía su encanto pero después de mis experiencias anteriores no caía tan fácilmente.

— ¿Quieres salir? — sus ojos me tentaban, eran claros pero sabía que él jugaba con todas

— ¿Invitamos a las demás? — había optado por llevarme bien con todos en el lugar. 

— Ellas no quieren ir, y los chicos no están.— maneras rápidas de solo querer hablar conmigo.

— Hmm... ¿solo los dos? — no me gustaba la idea.

— Si, ¿hay algo malo en eso? — y su sonrisa coqueta salió a relucir, el sabía usar sus cartas y una idea loca nació. Si el quería jugar, yo también podía jugar.

— Está bien — era una nueva experiencia que pensaba disfrutar hasta la última gota.

Salimos de fiesta, a una muy especial  halloween; mi disfraz de ultima hora fue un intento de mujer de los años 20' eso tipo Gran Gatsby, un vestido negro con encaje, unas perlas y el típico accesorio en la cabeza. 

Al entrar al lugar,  su mirada se enfocaba en todo lo que nos rodeaba, las chicas con el típico disfraz de enfermera hot, o princesas de disney candentes, tenían cuerpos envidiables.  La noche apenas comenzaba.

Bebí algunos tragos y ya me sentía más ligera, disfrutaba un poco más la fiesta. Él no paraba de acercarse por un beso que rechazaba hasta que la idea que se me ocurrió con anterioridad volvió a surgir.

— Si quieres jugar, entonces vamos a jugar — y lo besé, de esos besos que dejan por desear más y más. Lo había sorprendido pero siguió, y la mayoría de la noche se pasó entre tragos, besos y miradas coquetas. En ese momento mi teléfono vibró anunciando un mensaje. 

¿En qué lugar están? Era una de las compañeras de apartamento. Le respondí al instante.

En Malabar

— ¿Quién es? — él, en lo poco que lo conocía, era muy curioso con respecto a lo que yo hacía. 

— Cristina, viene para acá — en ese momento algo cambió, su actitud ya no era tan coqueta como antes, no le había gustado para nada la idea de que ella llegara al lugar.

Sinceramente, sus comportamiento no me importaba, la estaba pasando bien y pensaba seguir así.

— Hola — gritó sobre la música, Cristina no se había demorado mucho en llegar porque lo que después nos dio a entender es que había estado en la misma zona. 

El ambiente se empezó a volver tenso, entre ellos dos pasaba algo pero yo estaba tranquila porque no me importaba en lo más mínimo. 

— ¿Te gusta? — le pregunté a él, sabía que entre Cristina y él había algo, se notaba.

— ¿Celosa? — fue un buen chiste, y no pude evitar reírme. 

— No, querido. Ni una pizca — en ese momento con mis bebidas encima me dí cuenta que el jugar con él iba a funcionar perfectamente ya que sabía que no buscaba nada serio y yo no necesitaba eso, además, que sabía que esperar de él y eso no me causaba celos.

Cristina estaba bailando con un desconocido pero no le quitábamos la mirada de encima, a mi me parecía linda pero normal como cualquier otra chica, no obstante, ella atraía a más de uno en el lugar.

—¿En serio? — él seguía sin creerlo —bueno, si es así porque no le pides el número a esa chica, señalo a una morena que tenía un disfraz de bruja, presa fácil para él.

— ¿por qué yo? —no parecía lo lógico en temas de conquistas, ser una chica la que pidiera un número a otra solo para dárselo a un chico. pero eran nuevas experiencias —¿A cambio de qué? 

—Te compró un libro, porque sé que te encantan —era obvio, me la pasaba leyendo hasta altas horas de la noche una vez terminaba mis labores de la universidad.

—Que sean dos y un helado —le ofrecí mi mano, y acepto.

***



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