-Mi nombre es Junkyu.
El más alto tomaba su helado de fresa con tranquilidad.
-Yo soy Mashiho.
El japonés ordenó un batido de durazno, el cual se encontraba saboreando en ese momento.
Ambos chicos estaban en una linda heladería. Afuera estaba lloviendo, pero a ellos y a sus hambrientos estómagos no les importó.
-Creo que podríamos ser grandes amigos.
"O algo más", pensó Junkyu luego de hablar.
-Opino lo mismo.
Y así pasaron la tarde. Rodeados de fresas y duraznos. Conociendo cada vez más al otro.
Nadie sabe si esta historia tuvo este final o continuará.
Pero lo que si sabemos con mucha seguridad, es que en los corazones de ambos muchachos algo estaba floreciendo.