Parte 4: volviendo en el tiempo.

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Observé el cielo por algunos minutos más, sin el más mínimo ruido por la ausencia de mi madre. Pues ella había partido hace diez minutos.
Me senté en el balcón a disfrutar del frío como un acto masoquista ya que ardían mis mejillas.
— Buenos días, Princesa —escuché a Marco. Inmediatamente sonreí porque era de mis libros favoritos—, ¿Te gusta?
— Creí que para ti era un zombie —digo divertida.
— Entonces Buenos días, Zombie.
— Buenos días, Hueco —respondí con el mismo ánimo.
— Señorita, solo quería despedirme. Me iré mientras la universidad esté cerrada —dice triste.
— Buen viaje —respondí quizá de forma seca. Nunca he sido buena con las despedidas, a menos que sea mi madre. No lloré por Polly aunque tenía en claro que se iría por mucho tiempo.
— Gracias —dice con una media sonrisa.
Mentalmente me lamentaba por no saber que decir—. Por favor, ve a la fiesta de Lucas, mantiene la esperanza —dice con un tono de ruego.
— Lo pensaré —dije sincera, luego sonreí. Ambos agitamos la mano y nos despedimos. Él subió al auto y se fue.
Me regañé mentalmente por tener ese sentimiento de culpa ya que él no iba a la guerra, iba a sus vacaciones en las orillas de un lago.
Luego de ello se me haría imposible dormir de nuevo, así que en plena madrugada comencé a limpiar.
— Hola Bonita ¿Salimos hoy? —me pregunta Mishel una vez que le he contestado la llamada.
— Te recuerdo que los sábados trabajo hasta media tarde.
Entonces escuché como tomaba aire… aquí viene el sermón del perreo.
*Marco*
Quizá en algún momento algo salga mal y no pueda lograrlo, pero es satisfactorio recordar cómo comenzó todo, al menos para mí…
¿Sientes que naciste para algo en específico pero que al mismo tiempo eso es lo que más te asusta? La ansiedad y poca seguridad son monstruos consumidores, que absorben la paz y la confianza, hasta la fe en uno mismo. Desde pequeño me he esforzado por tener buenos promedios y hacer exactamente todo lo que dicen mis padres, pero jamás fui el primero en el cuadro de honor. ¿Digo un secreto? Eso ha sido una gran decepción, porque es difícil darlo todo y esforzarte demasiado… Que al final no logras nada.

Mis mañanas normalmente eran agitadas, mis padres son médicos así que las jornadas de ayuda social son parte de su rutina y muchas veces he ido con ellos. Muchas veces también me he echado a llorar interminablemente porque estoy en el segundo año de medicina y aunque tenga buenas notas el reflejo de mi pasión está en la locución.
Pasaba las noches enteras leyendo en voz alta, imaginando que mi voz sería una gran revelación al mundo cuando me transformara en un increíble comentarista. Pero cumplí los dieciocho y sin duda mis padres decidieron que yo debía seguir sus pasos.

Hoy no es la excepción de otro año en donde quiero estrellar mi cabeza con el pavimento cada vez que salgo para dedicar horas leyendo, memorizando y estudiando algo que no me apasiona. Pero mi madre repite constantemente un “sé feliz, ayudamos a las personas”, así que desde hace algunos meses elaboré un plan para cumplir parte de mi sueño junto a algunos chicos de la facultad de ciencias de la Comunicación. Sin duda me aceptaron al notar mi indudable talento para manejar el arte de las palabras, gracias a la lectura tediosa y forzosa, para mí, que conlleva la medicina.

Ésta mañana me he levantado quizá con el pie derecho, más temprano de lo normal y con un ánimo que hace tiempo no sentía. Danilo, mi loro, ha estado hablando de que le gusta verme sonreír y es que él fue entrenado por el amigo psicólogo de mi padre, quien se hostigó de tener al ave en su casa y con toda la indiferencia existente me lo obsequió.

—¿Es amor? Tu sonrisa es extraña —dice Danilo, con esa capacidad perturbadora de imitar la voz humana.
En negación, salgo de mi habitación con rumbo al baño para poder darme una ducha.  Ese día mi cabello rizado, como un afro, estuvo manejable, por lo que saliendo de la ducha me vestí dentro del tocador porque Danilo tiene la mala costumbre de hacer comentarios sobre mi cuerpo y eso me incomoda.

Aún con tiempo de sobra bajé para prepararme unos buenos hotcakes y como era de costumbre, mis padres no estaban. Así que los llené de miel y comencé a devorarlos.

Escuché los gritos de nuevo, mi vecino suele gritarle a su hijo porque lo ve salir con guitarra en mano para ganar algo de dinero en la parada del autobús cerca de la universidad y le alega que es un inútil cuando él ni siquiera puede pagarle lo que necesita porque es un total perezoso. Samuel, mi vecino, sale con la chaqueta de lona y su mochila en la espalda, desde mi ventana veo cómo avanza con el ceño fruncido de la pura rabia. Eso me hace pensar que tengo suerte al tener padres que al menos me hablan con paciencia, lo cual ya es mucho.

Dejé la vajilla sucia en el fregadero, con la esperanza de limpiarlo al volver de la universidad y antes de irme a la radio.

Limpié mis manos y arreglé mi cabello, era una emoción de niño lo que me invadía porque al fin alguien escucharía mi voz y aunque no fuera así, me conformaría con hablar cerca de un micrófono y no para leer en público como fue en un acto cívico y mojé los pantalones de puro nerviosismo.

Tomé mi mochila, llena de aquellos libros junto a los cuadernos y muchos colores para llevar un orden correcto y que no se me dificultara estudiar. Además de que cuando sienta pereza, los colores de seguro llamarán mi atención.

Subí para darle alimento a Danilo y luego de que nos despedimos, bajé de nuevo para salir. Tomé las llaves del auto y comencé el trayecto, para luego atorarme en el tráfico. Puse algo de música para pasar el rato, estaba a casi dos kilómetros de la universidad por lo que tardaba casi veinte minutos en llegar luego de usar mi claxon unas cuantas veces, rogando por llegar en el momento adecuado y no perder parte de la clase.
Aquella mañana no era la excepción con respecto a la tráfico, y yo diciendo que todo iba bien. Entonces vi que ni siquiera nos movíamos, estaba justo frente a una panadería, mejor dicho mi favorita. Aagué el auto y quité las llaves, corriendo bajé y entré, tomé dos donas rellenas y corrí a la caja. Habían dos personas delante de mí y parecían disfrutar de su poca prisa, pero yo tenía mucha y sin duda no lo disfrutaba.

Cuando al fin la primera persona, que era una anciana, terminó de pagar la siguiente dijo que había olvidado tomar otra dona del auto servicio. Molesto quité sus cosas y le dije al de la caja que por amor a su madre me cobrara primero.
Algo extrañado por mi rostro afligido y apresurado, me ayudó por lo que pude salir corriendo y subirme al auto antes de que el policía que estaba junto a él me pusiera una multa.

—Enorgullece a su nación, siga así —dije mientras subía al auto. Él pareció intentar hablar pero aceleré mientras hacía una señal de respeto.

Avancé, con una mano en el volante y otra en la dona. Las calles en el área de restaurantes estaban llenas de charcos porque al parecer alguna tubería se había roto. Vi un texto en mi teléfono como recordatorio: “Entrega de primer día”

Exclamé como acto de frustración recordando que hoy era la primera entrega del periódico semanal y que debía ayudar, entonces aceleré asustado de nuevo y quizá haya salpicado a alguien pero no importa. Llegué a la facultad con los nervios en un hilo, entré a la sala de redacciones que parecía más es cuarto del conserje que otra cosa.

Tiffany parecía estar alterada por mi tardanza, ella es la jefa de todo esto. Es quien más se ha involucrado porque es su cuarto año por lo que mi propuesta le cayó como anillo al dedo. Los de primer año intentaban seguir su ritmo pero se les hacía casi imposible.

—Recuerden que el jueves comienza la convocatoria y debemos estar extensos de tiempo para llevar esto con total control —dijo firme—, vayan a repartir todo.

Los de primer año tomaron los panfletos de información y los periódicos en sus brazos para luego salir del salón.

—¿Por qué vienes tarde? —me pregunta para luego verme directamente al rostro.

Disgustada hizo una mueca de desaprobación.

—Al menos deberías limpiarte la boca —me dice molesta. Usé mi lengua para inspeccionar que estuviese limpio pero definitivamente tenía manjar como bigote, un delicioso manjar.
—¡No volverá a pasar! —dije divertido.
—Al menos deberías dignarte a buscar más personas para la convocatoria, espero que esto tenga éxito —dijo afligida. Pues en la radio solo somos dos personas y en redactores hay dos igualmente, pero se necesitan más para buscar noticias y llenar aquellas páginas o los organizadores de eventos para mantener vivos los recursos de la universidad. Lo planeado es ser aún más independientes, ya que es una universidad del estado todo lo que pasa aquí básicamente es iniciativa nuestra porque carecemos de un presupuesto directo.

Salí para poder repartir periódicos y panfletos, decidí quedarme de pie justo en la entrada principal.

Tiff se acercó de nuevo con la misma cara de afligida, es peor que yo, a veces me hace sentir mal porque tratamos de crear proyectos y ayudar a todos pero nosotros llevamos todo el estrés.

—Solo alguien que verdaderamente sepa de esto se dará cuenta que hay dos errores de gramática —me dijo cuando se puso de pie junto a mí.

Divertido sonreí, a ella le obsesiona todo esto. Sus padres trabajan en el mejor periódico del país, son periodistas reconocidos por lo que la presión está sobre ella todo el tiempo.

De pronto una chica pasó junto a mí, iba completamente mojada por lo que dejó algo mojado mi suéter. Estábamos en verano ¿Por qué habrá llegado así? Entré a la facultad para buscar el sanitario.

Caminé hasta la segunda planta y ahí encontré a Lucas, quien también estudia medicina pero es algo… ¿Raro? Le gusta andar en skate hasta por los pasillos de la facultad y de vez en cuando hace teorías muy bien ingeniadas sobre cómics pero dice no tener tiempo para entregar proyectos. 

Lo vi mientras trataba de quitar una mancha de la serigrafía de su remera. Me acerqué para ayudarlo.

—Deberías echarle un poco de saliva como lo haría su mami —se burló un chico y luego salió del baño.

—Deberías —me dice Lucas en tono burlista.

Luego de quitar las manchas, le recomendé que se inscribiera en la convocatoria para ayudar con las ilustraciones ya que el dibujo le queda muy bien a pesar de que nunca he estudiado diseño gráfico o algo por el estilo. Él dijo que lo pensaría mientras sacaba un burrito de su mochila. Lucas tiene cierta fascinación por los burritos, es insano pero él parece ser más feliz que el promedio.
Una vez que terminé, salí en dirección a mi salón para el primer curso.

—¿Tienes dinero que me prestes? —me habló Lucas al oído.

—No, ahora déjame prestar atención.

Se alejó, dos minutos después se acercó de nuevo.

—Dos billetes, por favor, no te pediré más.

No contesté a lo que él se alejó… Pero nuevamente se acercó.
—¿Luego me prestarías tu cuaderno?
—Sí –contesté de mala gana.

La mayoría de clases son así, con Lucas susurrando porque tiene hambre, le duele algo o necesita ir al baño. Como un niño pequeño.
Cuando terminé el horario, salí directo hacia  casa para poder lavar lo que había ensuciado por la mañana. Pero el tráfico de medio día no parecía ayudar, que hasta pensé seriamente en dejar el auto varado por ahí y caminar. Cuando por fin pude avanzar ya era demasiado tarde y debía buscar algo de comida ya que en el almuerzo había dado dos mordidas a un taco para que luego desapareciera mágicamente.

Entré a casa y encontré a mis padres, fue con un balde de agua fría porque si ellos volvían a medio día significaba una sola cosa: problemas. Al menos para mí, tendría que ir con ellos a alguna jornada o algo así.

—¿Ya comiste algo? —me preguntó mi madre.
—Sí, pero justo ahora vengo de salida. Tengo que estudiar en casa de Lucas.

Sin soltar la mochila solo tomé algo de dinero en el frasco sobre la Refri y salí casi corriendo. Mi padre estaba en el sanitario así que por suerte no había quien me detuviera.

Me dirigí al Subway más cercano, con la esperanza de disfrutar algo delicioso. Pero para que la mentira fuera verídica pasé por Lucas, quien tenía la ardua tarea de limpiar su oído con el dedo meñique.

Le dije que subiera a lo cual no se negó y juntos fuimos hacia el dichoso lugar de comida rápida. Billy y Mateo, se unieron a la pequeña excursión. Tuve que preguntarle a Lucas si podía quedarme en su casa el resto de la tarde, y claro, ignorar las llamadas de mi madre.
Nos estacionamos frente al lugar, Darío y yo iríamos por la comida.
La chica que tomó la orden estaba leyendo y junto a ella estaba su mochila, con el periódico, así que supuse que iba a la misma universidad que yo.
—¿Qué estudias? —pregunté.
—Derecho —contestó un poco indiferente.
—¿Planeas participar en algo? —dije mientras señalaba el periódico.
—No, no hay nada para mí.
—Podrías disfrutar de la buena música, aquello está bien planeado —le recomendé, de verdad quiero hacer el cambio.
—¿Tú qué estudias? —preguntó. Darío me hizo señas de que ya tenía la orden así que con un gesto me despedí de la chica y fui directo al auto.

Una vez dentro tomé el cinturón de seguridad, Lucas me interrumpió:
— ¿Saludaste a Karisha?
— ¿Quién?
— La chica de las gafas.
— Ah, sí, dice que estudia derecho.
— Deberías hablarle para que entre a la sección de redacción, ella podría ayudarte mucho —me dice mientras enciende el auto.
— Tal vez le gustás y te ayuda a desvirgarte —dice Billy.
Billy es el chico malcriado, grosero y desobediente del grupo, pero fiel como un perro.
— Los asuntos sobre mi pene son cosa mía ¿No creés? —respondo fastidiado.
— Uy, perdón señora —contesta burlista.
— Pero tiene razón, ya le guardaste mucho luto a Tiffany —me dice Lucas.
— Ayudás tanto con esos comentarios.
Tiffany y yo salimos por un tiempo, mis padres tienen una aprobación directa hacia su familia. Todos tienen títulos universitarios, son exitosos y viven en una de las zonas “prestigiosas” de la ciudad.
Y no le guardo luto…
Me tachó de precoz en la preparatoria, es decir, ni siquiera hicimos algo pero yo no pude siquiera moverme para comenzar. Creí que nadie lo sabría pero a los dos días fue una bomba.
¿Cómo nos llevamos tan bien? Sin ella no puedo mover a los que estudian periodismo, ella tiene mucha influencia. Así que es más por necesidad que por aprobación o alguna amistad.
— ¿Cómo puedo hablarle a Karisha? —pregunto mientras entramos a la casa de Lucas.
— Decile “Hola”, a menos que te den miedo las mujeres —dice Billy. Molesto lo ignoro porque cualquier situación es su oportunidad para molestarme.
— Ella es muy reservada y tajante, siendo honesto, no sé cómo podrías acercarte —me dice mientras cuelga las llaves de su auto.
— ¿Algo que le guste?
— Ella es diferente a todo lo que hayas conocido, no puedo darte consejos porque podrías regarla con mis experiencias. Solo háblale, veremos qué pasa.
— ¿Sabes dónde vive? —pregunto entrometido.
— ¿Para qué quieres eso?
Al final obtuve la dirección.
Ella cometió dos errores aquella noche:
1. No cerrar su ventana.
2. Esconder algo que yo necesitaría como al mismo oxígeno.
Es que ella no necesitaba esforzarse, era perfecta.
Karisha, bienvenida a mi laberinto.

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Perdonen la inactividad, les dejo este pequeño Cap y realmente espero que lo disfruten.

Déjame tu opinión en los comentarios.

dime ¿Quien crees que podría interpretar a Marco en el reparto?

Por ciertoooooo, he estado pensando ideas nuevas y bastante distintas a lo que acá existe. Así que esperen mi sofocante producción de contenido visual JAJAJA

—seffo

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2019 ⏰

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