Razón 2

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Mi madre y yo usábamos Girls Just Want To Have Fun como himno de desayuno o limpieza. Lo digo en pasado porque ahora su turno cambió, desde hoy se irá por dos días completos y luego descansará otros dos días. Ella ha insistido en que deje el trabajo pero el dinero extra nunca está de más. Aunque claro, también es porque el trabajo me distrae a pesar de el bullicio.

—¿Estarás bien? —me pregunta.
—Claro, soy más madura que otras personas —digo sonriente.
Ella tomó sus pertenencias y caminó hacia la puerta de la cochera y subió al auto. Luego de agitar su mano, continuó. Di un resoplo de resignación porque la cocina estaba sucia y ahora sería mi total responsabilidad limpiar todo. El lavabo tenía un pequeño espacio abajo, para botar la basura en el recipiente, pero Spike había decidido tirarlo todo por el suelo de la cocina. Además de la limpieza necesaria del baño.
Eran las seis de la mañana, por lo que en dos horas comenzaría el primer curso. Pero al menos debía darme una buena ducha y ordenar mi habitación. Corrí a ducharme, luego me vestí y tras una lucha interna para decidir qué limpiar, ordené mi habitación.
Quizá debí tranquilizarme porque terminé usando jabón de uso íntimo en el cabello…
Luego de hacer la cama y limpiar mi escritorio, bajé para recoger la basura que Spike había tirado. Comencé a barrer y tratar de lavar la vajilla para que al volver no sintiera todo tan cansado.
Spike subió a mi cama, con una expresión de burla lo vi. Es el único macho que ha estado en mi cama.
Entonces tuve la mejor idea del día.
—¡Lucas! Perdón por llamarte tan temprano, llegaré tarde a la universidad ¿Podrías pasar a traerme?
—Claro —respondió animado—, espero que no te moleste porque llevo a otras personas.
—No, está bien, solo necesito llegar.
Luego de diez minutos llegó Lucas, y sí, con muchas personas. Cuatro en la parte trasera, una persona en el copiloto y dos en lo que sería el baúl.
—Señorita, buen día —Marco salió del asiento del copiloto y fue hacia atrás, acostándose en las piernas de todos esos chicos.
—Sube, espero no te sientas incómoda —dijo Lucas, apenado.
Antes de entrar, eché un vistazo a mi vecina. Ahí estaba, con la manguera lista.
Subí al auto y luego coloqué el cinturón, acomodé mi mochila junto a mis pies.
—¡Ya llegará el día, engendro! —me gritó mientras su rostro se arrugaba.
—¡Pues no es hoy! —grité desde la ventana.
—¿Qué fue eso? —me pregunta Lucas una vez en el auto.
—Esa mujer me moja cuando paso por ahí ¿Ves esa manguera? Es como el cetro de la maldad.
Él me veía divertido.
Lucas había tomado otra ruta, por lo que llegaríamos justo a tiempo y no antes como yo había creído.
—¿Cuál es tu nombre? —gritó un chico, quien sostenía la cabeza de Marco. Marco estaba siendo manoseado por los chicos, quienes ya habían intentado quitarle los pantalones para hacerlo pasar vergüenza.
—no le grites —dice Marco—, es una señorita —agregó con un tono de seriedad.
—Disculpe ¿Cuál es su nombre señorita? —pregunta de nuevo, con un acento más cauteloso.
—Karisha.
—¡Ese es un nombre muy extraño! —gritó uno de los chicos que iba en el baúl.
—¡No le griten! Es una señorita.
Divertida sonreí, todos estaban siendo amables y en lo absoluto me sentía cómoda.
—¿Cuánto creen que estaremos aquí estacionados? —pregunta Marco una vez que la cola en el tráfico se detiene.
—Quizá dos minutos, estamos en el ojo del huracán —contesta Lucas con un tono de preocupación.
—Suficiente.
Marco se levantó de pronto y abrió la puerta, bajó corriendo y entró a la panadería. Yo estaba atenta, porque el tráfico no sería eterno y en algún momento tendríamos que avanzar. Quizá a cien metros,  el tráfico se generaba porque el policía de tránsito le estaba dando la vía a otros autos, pero una vez que terminara con eso nosotros tendríamos que avanzar. Ya habían pasado tres minutos y Marco no salía de la panadería.
Los autos comenzaron a moverse, así que continuamos avanzando.
Marco salió con una bolsa de papel en cada mano, vio el auto y se echó a correr. De pronto, tropezó con sus correas. Todos tomamos aire porque creímos que caería al suelo, pero no, dio tres tropezones y siguió corriendo. Queríamos bajar la velocidad pero debíamos continuar avanzando para no escuchar una ráfaga de claxons.
Él estaba corriendo como loco, en algún momento creí que dejaría todas las donas esparcidas por la calle.
Cuando por fin logramos bajar la velocidad, luego de casi doscientos metros, él se lanzó al auto junto con las bolsas y fue atrapado por los chicos en el baúl. Agitado, comenzó a dar donas a todos.
—Señorita ¿Es usted la heroína del accidente de ayer? —me preguntó un chico, quien iba justamente atrás de mí—, soy Billy.
—Eso creo —contesté dudosa. Porque me sentía extraña siendo llamada “heroína”—, mis amigos me dicen Oruga —comenté.
En las películas animadas, las orugas suelen ser inteligentes y sabelotodo. Exceptuando su mala fama en Bichos.
—¡Qué vulgar! —dice Marco—, usted es muy hermosa para ser llamada de semejante forma —prosigue. Extrañada giré para verlo, nadie habla así en estos días pero él lo hacía y ya no sabía si era broma.
—no preguntes, ha estado leyendo orgullo y prejuicio —dice Billy con una expresión de hostigamiento.
—¿Por qué te dicen… —Billy no terminó la pregunta porque Lucas interrumpió.
—Esta mujer consume libros a morir, lee todo el día y todos los días. Es una genio, retiene más información en media hora que todo lo que yo he hecho en un semestre —dice Lucas.
—Pues es un honor estar frente a una dama tan llena de conocimiento humano, que privilegio es… —dice Marco.
—Ya cállate, llevas así dos días —dice un chico en el baúl—, soy Alejandro —se presenta mientras hace un gesto de saludo militar.
Divertida los observo, en realidad parecen buenos chicos y todos parecen dedicarse a distintas cosas.
—Bien, llegamos —Lucas entró al estacionamiento y frenó el auto.
Como si de ganado se tratara, Lucas comenzó a sacar a todos del auto.
Tomé mi mochila, estaba por ponerla en mi hombro cuando de pronto, Marco la tomó.
—¿Me permite ayudarle, señorita?
—Ya la tomaste, no sé porqué preguntas —contesto.
Extrañada, dejé que tomara mi mochila. Se despidió de los demás chicos y dijo que pronto llegaría con ellos, solo tomaría unos minutos llevarme a la clase.
—¿Eres de aquí?
—Desde que nací —dije orgullosa.
—¿Eres de primer ingreso?
—Es mi segundo semestre
—No te había visto por aquí —dijo sorprendido.
—De hecho nadie me nota, esta semana fui tan ignorada que casi caigo en la entrada por un chico que me empujó.
—Oh —contestó nervioso. ¿Acaso tan malo era hablar conmigo? Pronto me sentí incómoda por no saber qué decir…
—Compré algo más —dijo mientras tomaba su mochila y la abría—, ¿Quieres una? —me ofreció una xeca, a lo que acepté.
La recibí, asintiendo mientras él mordía la suya y dejaba sus mejillas llenas de harina.
En realidad él parecía ser más agradable; alto y robusto como un árbol, llevaba mi mochila en el brazo izquierdo.
—¿Qué tal te va con tus clases? —preguntó en un intento de crear conversación.
—Bien —contesté aburrida, ahora esto era incómodo. Él lo notó una vez que giró para verme.
—Me gusta tu lunar, yo tengo uno en la nalga izquierda —dijo de la nada.
Inmediatamente comencé a reír, casi escupía lo que estaba comiendo.
—¿Qué? ¿A qué viene eso?
—Tenemos algo en común, ambos tenemos lunares —dijo relajado.
—Y nalgas —continué, él sonrió.
Luego de ello, rompimos el hielo y fue menos incómodo.
—¿Audicionarás? —indagó.
—Sí, mi madre ha insistido —respondí una vez que llegamos al salón.
—Muy bien, señorita, nos vemos ahí entonces —hizo una reverencia graciosa, a lo que contesté de la misma forma—, me han dado rosas pero nunca un globo así que lo guardo con el alma.
Abrió su mano derecha y mostró el cadáver.
—¡Lo mataste!
—Fue mi cactus, lo juro, pero cuidaré el cadáver —dijo preocupado.
—en realidad esperaba que eso pasara —repondí.
Entré al salón y tomé asiento junto a Mishel. Ella fue la primera chica que entabló una conversación conmigo en la universidad, luego me presentó a Tom y eso me llevó a Lucas, y Lucas a Marco. Mishel es una chica bastante espontánea, alegre y sensible. En ocasiones he tenido que consolarla en el baño por celos a Tom, pero jamás he estado en una relación así que lo único que hago es asentir.
Y repito “tienes razón”, “oh sí, en realidad es su culpa”, “claro, deberías golpearlo con un palo” y ya le he dicho que lo último no me parece pero ella insiste, quizá mucho porque en una ocasión el conserje la corrió por toda la facultad mientras trataba de recuperar su escoba.
Es muy buena hablando en público y las palabras pánico escénico no están en su vocabulario. Como la ocasión en que vio a Tom hablando con dos chicas junto a la cafetería y le lanzó una naranja mientras gritaba un eufórico <<te amo>>. Es más, he tenido que ayudarla cuando siente que es demasiado que leer, ella dice que mis resúmenes son bastante eficientes, así que la mayor parte del tiempo los usa. A cambio, obtengo su compañía.
—¿Entonces sí irás a la fiesta de Lucas? —vuelve a preguntar.
—No —repetí, con una expresión de impaciencia.
—¿Por qué no? Estará muy buena —dice casi en súplica.
—Es que nunca he ido a una y la verdad, se me hace incómodo. La última vez que fui a una fiesta, llegué a casa con la nariz sangrando.
—¿Qué? ¿Por qué?
—porque yo quería los dulces de la piñata —dije con un tono triste. Ella me vio divertida, para luego acariciar mi mejilla, lo cual fue extraño.
—En la fiesta de Lucas también habrán dulces, tranquila —dijo con un tono consolador—, solo que son de plástico y están en un pequeño empaque.
Asqueada me giré para romper la conversación. Soy como la bebé del grupo que todos cuidan pero también el pañuelo de lágrimas de todos porque en realidad tengo mala memoria para recordar los secretos de las personas, mi don, mi maldición.
Historia Jurídico Social, normalmente la presión es constante ya que el licenciado es un hombre con ciencias politólogas, y eso le hace exigirnos mucho. Pero mientras todos se quejan, para mí es bastante placentero.
—¿Cómo es que no te cansas? —me pregunta Mishel mientras leo algo de poesía para calmarme. Y es que los nervios me consumen, estoy segura de que saldré con los pantalones llenos de orina.
—La poesía debe relajarte —dije tranquila.
—Sí, pero deja de leer en la mesa —dice, para luego arrebatarme el libro.
—¡Oye! ¡Dame eso!
—¡Pero irás a la fiesta! —me amenaza.
—Prometo reconsiderarlo, ahora me despido, porque trataré de llegar temprano a las audiciones.
—¡Eso empieza en una hora!
—Y tú no me dejas leer tranquila —digo para luego quitarle el libro y correr hasta el salón multiusos.
Además, no había notado el horario, me distraje creyendo que realmente tendría tiempo pero el trabajo no me lo permitiría.
Ahí veo a Tiffany, sentada en su mesa mientras parece revisar algunos textos y a la vez escribe algo en su computadora. Me senté en una de las sillas que estaba acomodada entre las filas y abrí mi libro de nuevo.
—¿Quieres algo de comer? Puedo traerte pizza —le dice Marco. Quien no había notado mi presencia.
—No, gracias, estoy bien —responde ella con amabilidad.
Me acerqué a la mesa y la saludé.
—¿En qué te ayudo? —preguntó carismática.
—Me preguntaba ¿Podría hacer mi audición otro día? Debo trabajar y realmente quiero esto.
—Debes organizarte, no quiero sonar tosca pero esto requiere disponibilidad de tiempo y si no lo tienes ahora ¿Qué pasará luego?
—Tienes razón ¿Mañana estarás aquí de nuevo?
—Sí, chica Subway —dijo bromista.
—Gracias —respondí algo apenada.
Pero ella tenía razón, así que luego de aquella conversación decidí que luego del trabajo hablaría con mi madre para que me ayudara a decidir.
—¡Señorita! —gritó alguien por el pasillo, pronto tomó mi hombro y caminó junto a mí.
—¿Qué necesitas Lucas?
—Mishel me dijo que no quieres ir a mi fiesta ¿Es cierto?
—disculpa, no estoy acostumbrada —dije nerviosa.
—Entiendo, pero piénsalo, de verdad me gustaría que fueras.
Asentí agradecida por la invitación.
—¿Quieres que te lleve al trabajo? —ofreció amable.
Caminamos hasta el estacionamiento, subimos al auto y emprendimos el viaje hasta mi trabajo. Lucas es alguien muy amable, despistado y simpático. Estudia medicina porque sus padres son muy amigos de los padres de Marco, a diferencia de Marco, él disfruta las jornadas médicas es muy consciente de los problemas sociales. Para él es un privilegio ir con ellos.
Tiene veinte años y normalmente está viendo anime en su computadora los sábados por la tarde o leyendo cómics en medio de la clase de biología. Disfruta hacer grafittis en los puentes o casas, pero sus padres insisten que un doctor no debería acudir a dichos usos del arte. Aunque para mí es genial. Una vez que llegó al trabajo, entro para luego encontrar a Daniela hecha un manojo de nervios.
—¿Solo tú y yo? —pregunto, mientras observo la ausencia de Pablo.
Normalmente somos cuatro personas atendiendo órdenes, pero un chico renunció la semana pasada y hoy Pablo enfermó. Estoy junto a Daniela tratando de no morir con la agitación en el lugar. Pues hoy tenemos precios más bajos, hasta la pizza ha perdido clientela en éste día. Viva el atún dentro del pan.
El pan me recuerda los días en donde mi madre y yo salíamos en busca de un desayuno práctico y saludable. Ella corría agitada porque debía llegar puntual al trabajo pero no quería descuidarme, así que temprano antes de las ocho de la mañana, donde el sol a penas había comenzado a calentar. Ella estaba azotando la puerta del lugar para que le dieran el sándwich y yo pudiera comer tranquila en el receso. Después de todo, era el terremoto que todas las muestras temían, hasta que una de ellas se atrevió a enfrentarme y fijarme retos, no solo era una niña hiperactiva… Era muy inteligente y con necesidad de saturar mi cerebro con demasiada información. Es así que a los seis años pude obtener mi primer reconocimiento al sobresalir, desde aquel año nada ha impedido que el arte del aprendizaje me seduzca como Zac Efron en un fanfic.
Cada vez que alguien ordena un sándwich de atún, ese recuerdo viene a mi mente.
—Creo que hoy tendremos que estar hasta tarde —dice con tono de molestia.
—No puede ser, debo escuchar al guerrero —expreso con molestia.
—Puedes dejar que suene en los altavoces —dice relajada.
Así que acepté la idea y pronto busqué la frecuencia. La encontré y dejé que sonara la programación en todo el negocio.
“Hoy, tendremos el privilegio de sortear los cómics”

A Través De Las PalabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora