Erick guarda silencio porque no cree poder justificarse y lanzarse del auto parece lo más inteligente que podría hacer.
—Voy a llevarte a casa —dice Joel luego de resoplar— y hablaré con tus padres porque no está bien que mientas con tu salud.
—Uhm —murmura intentando responder, pero no es posible.
Está muy nervioso, pero eso significa que llegaría a su casa y no puede fallarle a Chris.
Es su novio, lo ama y no va a quedarle mal con algo tan simple.
—¿No piensas decir nada? —pregunta el rizado a punto de arrancar, y se detiene cuando siente la mano del menor en una de sus piernas.
—Lo siento —susurra acomodándose en su asiento con las mejillas ardiendo al máximo.
Es tan mala idea que no puede creer que la vaya a hacer.
—Me preocupaste —dice el mayor aún sin entender bien la situación, hasta que ve como el ojiverde coloca la otra mano cerca de su cuerpo y en un movimiento rápido se sienta sobre él, abriendo las piernas.
—Mentí porque no sabía cómo pasar tiempo a solas con usted, y llevo bastante esperando una ocasión así.
Joel guarda silencio por unos segundos esperando que diga que es una broma o algo parecido, pero eso es poco probable.
El menor está temblando.
—Voy a hablar de esto también con tus padres, Erick, y con Chris, vuelve a tu asiento, por favor.
—¿Qué va a decir? —cuestiona el menor armándose de valor— ¿Va a decirles que me subí a su auto porque llevo mucho tiempo deseando que me folle?
El rizado aclara su garganta nervioso y agarra la cintura de Erick para bajarlo de su cuerpo.
—Eres apenas un niño y estás confundido —susurra mirando su rostro— conozco la relación que tienes con Chris de cerca y justo ahora estás acabándola.
—No estoy confundido y usted no tiene que decirle —responde juntando sus labios y se mueve torpemente contra él, sin saber bien que hacer.
Apenas sabe dar besos cortitos y ahora está ofreciéndose cómo si fuera algo habitual en él.
Desliza sus manos inexpertas por el cuerpo del rizado y acaricia suavemente su entrepierna, que ya está un poco dura.
Los dedos de Joel aprietan sus caderas para alejarlo, y lo mira jadeando porque, aunque no lo quiera aceptar internamente, le calienta mucho pensar en Erick de esa manera.
Está mal por demasiadas razones, pero eso lo vuelve aún mejor.
—Erick —indica con poca voluntad— voy a ignorar que esto pasó, si te sientas a un lado y no dices nada más hasta que te lleve a casa.
—¿Por qué no me llevas a otro lugar? —pregunta mirando sus labios— un lugar dónde podamos estar solos.
—Erick —dice a punto de rendirse— por favor, obedece.
—Puedo obedecerte bien en la cama —indica mordiendo su labio inferior.
—Regresa a tu asiento voy a conducir —ordena con la voz más grave.
—Pero...
—Erick, hablo en serio.
El menor forma un puchero en sus labios con miedo cuando arranca pero eso va desapareciendo al notar que no ha dado la vuelta y empieza a disminuir la velocidad cerca de un motel que hay en un lugar poco habitado.
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