mi cincuentas sombras

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—Bueno, ¿qué pasó entonces con las otras cuatro? —pregunto.

—Una conoció a otro. Las otras tres querían… más. A mí entonces no me 

apetecía más.

—¿Y las demás? —insisto.

Me mira un instante y niega con la cabeza.

—No salió bien.

Vaya, un montón de información que procesar. Miro por el retrovisor del coche 

y detecto el suave crescendo de rosas y aguamarina en el cielo a nuestra espalda. El 

amanecer nos sigue.

—¿Adónde vamos? —pregunto, perpleja. Estamos en la interestatal 95 y nos 

dirigimos hacia el sur, es lo único que sé.

—Vamos a un campo de aviación.

—No iremos a volver a Seattle, ¿verdad? —digo alarmada.

No me he despedido de mi madre. Y además nos espera para cenar.

Se echa a reír.

—No, Anastasia, vamos a disfrutar de mi segundo pasatiempo favorito.

—¿Segundo? —lo miro ceñuda.

—Sí. Esta mañana te he dicho cuál era mi favorito.

Contemplo su magnífico perfil, ceñuda, devanándome los sesos.

—Disfrutar de ti, señorita Steele. Eso es lo primero de mi lista. De todas las 

formas posibles.

Ah.

—Sí, también yo lo tengo en mi lista de perversiones favoritas —murmuro 

ruborizándome.

—Me complace saberlo —responde con sequedad.

—¿A un campo de aviación, dices?

Me sonríe.—Vamos a planear.

El término me suena vagamente. Me lo ha mencionado antes.

—Vamos a perseguir el amanecer, Anastasia.

Se vuelve y me sonríe mientras el GPS lo insta a girar a la derecha hacia lo que 

parece un complejo industrial. Se detiene a la puerta de un gran edificio blanco con 

un rótulo que reza BRUNSWICK SOARING ASSOCIATION.

¡Vuelo sin motor! ¿Es lo que vamos a hacer?

Christian apaga el motor.

—¿Estás preparada para esto? —pregunta.

—¿Pilotas tú?

—Sí.

—¡Sí, por favor!

No titubeo. Sonríe, se inclina y me besa.

—Otra primera vez, señorita Steele —dice mientras sale del coche.

¿Primera vez? ¿Cómo que primera? La primera vez que pilota un planeador…

¡mierda! No, dice que ya lo ha hecho antes. Me relajo. Rodea el coche y me abre la 

puerta. El cielo ha adquirido un sutil tono opalescente, reluce y resplandece 

suavemente tras las esporádicas nubes de aspecto infantil. El amanecer se nos echa 

GREYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora