Capítulo 1

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Había llegado el gran día, el día que todo el Reino había aguardado desde que había fallecido su hermana unos años antes. Todos esperaban que ella hubiese sido la heredera al trono del Reino de Adeje y sus Islas, pero una enfermedad se la había llevado antes de tiempo.

—Es que no es mi lugar...

—Aitana, hemos hablado de esto muchas veces... Yo también la echo de menos, pero hay que seguir adelant...

—¡Claro, para ti es fácil decirlo! —saltó Aitana dejando a su hermano con la palabra en la boca—. Tú sigues ocupando el mismo lugar en todo esto. Soy yo la que tiene que sustituirla. Y no, Ago. Yo no puedo... —dijo cortándosele la voz.

—Cariño, no la vas a sustituir... Simplemente vas a ocupar el lugar que la gente pensó que le pertenecía, pero que al final ha resultado ser para ti —consoló a su hermana con su característica voz dulce.

Aitana se levantó del diván rojo y empezó a caminar por la estancia, acabó delante del espejo que la había acompañado toda su vida y que había sido testigo del paso de niña a mujer.

—Además, te tocaría a ti. Tú eres mayor que yo. Tengo que hablar con mamá y proponérselo. ¡Claro, es que es lo más justo! —concluyó convencida.

—Aitana... Sabes que no funciona así... No vas a lograr nada... Solo las mujeres pueden acceder al trono. Desde la Traición Primigenia a los hombres no se nos permite heredar...

—Ya, pero... —dijo titubeando—. Eso es solo aquí. En la Península no pasa. Allí gobiernan los hombres, ¿por qué aquí no? Es hora de cambiar.

En ese momento, la puerta se abrió y apareció la doncella de la Princesa con un vestido dorado y largo con pedrería morada. En su otra mano llevaba unos zapatos dorados de tacón. Aitana, en cuanto los vio, supo que era hora de la celebración que todo el Reino llevaba esperando desde hacía años. No pudo aguantarse las lágrimas y acabó descargándolas en el pecho de su hermano, donde se cobijaba intentando escapar de la realidad que le había tocado vivir.

—Ya, chiqui, venga... —susurró el mayor dejando unas palmaditas en la espalda de su querida hermana—. ¿Puede retirarse un momento, por favor?

—Sí, disculpen.

—Yo te voy a ayudar en todo lo que pueda. No te voy a dejar sola. Siempre me vas a tener a tu lado. —La menor separó su rostro del cuerpo de su hermano y alzó la mirada deteniéndola en los orbes negros que el mayor tenía por ojos—. Venga, prepárate que nos están esperando.

La heredera al trono asintió. Su hermano se despidió de ella con un cariñoso beso en su mejilla derecha y salió de la estancia para que pudiera pasar la doncella a preparar a la chica para la ocasión.

*****

Las horas pasaron y llegó el aclamado festejo. Todas las nobles se encontraban en el gran Salón de las Bienvenidas, que solo abría sus puertas para las coronaciones de las reinas y para las presentaciones de las futuras reinas, como era el caso. Se trataba de una gran sala con enormes ventanales en las paredes laterales. Se componía de tres naves con columnas de marfil que separaban el espacio pero que no dificultaban la visión del altar, donde dentro de unos momentos se dispondrían la Reina y sus consortes. Un toque de trompetas llamó la atención de todos los asistentes e hizo que fijaran sus miradas en las puertas del gran salón.

—¡Con todos ustedes, su Majestad Soberana, la Reina Real Doña Amaia I de Adeje y sus Islas!

El silencio que había inundado la estancia se disipó en cuanto la Reina entró. Llevaba un vestido rojo con cola que atrajo la mirada de todo el público. Hubo aplausos, ovaciones... No se cortaban a la hora de demostrar su admiración hacia la persona que regía sobre ellos, pero es que tampoco era una reina común. No buscaba su propio interés, como la mayoría de los reyes habían hecho a lo largo de la historia en la Península. Ella siempre estaba dispuesta a ofrecer lo mejor a sus vasallos.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2019 ⏰

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Adeje y sus Islas | RagoneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora