Capítulo 1

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Tres días después del beso en la cápsula del tiempo

Relativizar: «Conceder a algo un valor o una importancia menor». Sé que sería capaz de hacerlo si no me reventaran las noticias que estoy viendo y que ya han pasado a papel en las revistas rosas. Y me pone muy nerviosa.

Porque no lo entiendo ni pertenezco a ese mundo.

Pero ya son muchos los que me han llamado. Mi padre, mi madre, Julia, Miki, incluso mi primo Ricky que ya ha vuelto de su último viaje, se han hecho eco de los chismes, y ellos que me conocen bien, sí me identifican en esas instantáneas. Carlos no deja de escribirme y de preguntarme al respecto. Y yo la verdad es que le ignoro de maravilla.

Pero a los demás, sí les he tenido que aclarar varios puntos: el primero, que fue un intento de atraco y que tenían una navaja no una libretita. El segundo, que Natalia no iba borracha. Y el tercero, que fue ella quien me besó. No nos estábamos besando, ahí al menos no.

Al menos no saben dónde vivo y no hay paparazzis en mi puerta. Sigo medianamente a salvo.

Tengo la cabeza hecha un lío. No sé dónde me estoy metiendo. Ni siquiera sé cómo me siento respecto a ella. Yo creí que estaba jugando como ella, que no corría ningún peligro. Pero no sé... cuando una juega, lo disfruta y es momentáneo. No se está pensando continuamente en esa persona como me pasa a mí con la Reina Tarántula. Y ya que ha sido ella la que me está volando la cabeza, quiero que me aclare las cosas un poco. Y ahí viene el punto que más me indigna. Lo que peor me sabe es que he intentado hablar con Natalia todos estos días, y no ha dado señales de vida, pero ni siquiera en el grupo de «Eurovisivas».

Loli está en Madrid con ella. Sé lo que están haciendo. Incluso la he escuchado en algunas entrevistas en radio y la he visto en televisión. Y cuando la veo me pongo enferma en el buen sentido y en el malo. Me pongo contenta por verla y me coge un nudo en el estómago. Mira a través de la pantalla y parece que la tenga ahí en frente y que me mire a mí. Pero al mismo tiempo, siento las brasas de la ira quemándome y me arde la punta de la lengua por todo lo que quiero decirle y no le digo.

Porque ella no me lo permite. Está pasando de mi cara como yo de los horóscopos. Y es muy frustrante.

Ojeo con melancolía el ejemplar que me regaló. Hoy es miércoles y ya he salido de la escuela, y estoy en el sofá de mi casa, tocando las tapas con los dedos y recordando muchas cosas. Como una loser total. El modo en que recitó de memoria la poesía que más me gusta del mundo mundial, las risas que nos echamos, la abeja de Pandora que pende de mi pulsera... El maldito beso que no puedo borrar de mi memoria.

En realidad, nos medio enrollamos. O eso quiero valorar, claro. Besos con lengua, toqueteos y presiones entre las piernas con cualquier parte del cuerpo creo que es considerado rollo.

Resoplo y miro al techo porque estoy muy extraviada.

Me gustan los hombres. Me encantan. Me ponen. Nunca me he enrollado con una mujer. Ni siquiera he sentido deseos de ello por miles de bellezones que haya por la calle. O por mucho que me hayan tirado la caña, que sé que me ha pasado y me he hecho la loca porque nunca he estado interesada. Pero esta chica que se ha cruzado en mi camino, con todo ese aura que desprende y con el modo en que me mira, que parece que yo sea un enchufe y ella un interruptor... Está haciendo que camine por una cuerda como un trapecista sin red.

Lo que nunca te canté. Cara B - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora