Capítulo 12

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La semana es una mierda. Es diarrea. El martes ya fui a trabajar y en los pasillos y en el aula de profesores solo se oye mi canción y solo se habla de lo emocionante que va a ser todo el sábado. Están hablando de abrir el patio del colegio, poner una pantalla grande y ver el festival ahí mismo con alumnos y demás.

   

Soy una especie de fenómeno mediático para ellos. Se hacen fotos conmigo, y me aplauden cada vez que entro en una clase. Si supieran lo apagado que está mi espíritu, en vez de aplaudirme me harían la señal de la cruz.

   

Pero nadie sabe de mi historia. En la tele solo se habla de la complicidad que vuelven a tener Alicia y Natalia y de que, con total seguridad, Alicia cantará con ella en el escenario. Cómo me repatea todo lo que veo y leo. En todos los blogs, en las redes y en las revistas online solo se habla de eso. Seguramente, Natalia piense que la única persona de la que se puede fiar es Alicia. A lo mejor hasta quiere acercarse de nuevo a ella. Y eso es como cianuro para mi sistema. Me da igual si acaban juntas —bueno, eso es mentira—, pero yo tengo algo que decir.

   

Voy a usar mi as.

   

He quedado con Carlos en una cafetería cerca de mi casa. De hecho, aquí estoy ahora. Son las seis de la tarde y estoy sentada en una mesa pegada a la ventana.

   

Lo veo llegar por la calle.

   

Siempre me parecerá súper guapo. Él me sonríe y alza la mano saludándome desde fuera.

   

En un suspiro lo tengo sentado delante de mí, con una sonrisa esperanzada. Se pasa la mano por el pelo, se quita la chupa y se arregla los puños de la camisa blanca. Y luego deja caer esa mirada verde sobre mí.

   

—Me ha alegrado mucho tu llamada, Alba. Tenía ganas de hablar contigo.

   

—¿No se enfada Melanie porque hayas quedado conmigo? —le dejó caer.

—Lo nuestro no es serio. Tú siempre irás por delante de todas, Alba —me confiesa con sinceridad—. Ya te lo dije. Eres importante para mí. Tal vez ya no esté enamorado, pero nunca dejaré de quererte.

   

Que me hable así me hace sentir incómoda.

   

—Tal vez haya sido un novio pésimo.

   

—En la manera de dejarme sí. Y la jugarreta de la canción fue de juzgado de guardia.

   

Él agacha la mirada y asume su culpa.

   

—Sí, tienes razón. Creí que hacía algo bueno para ti.

   

—Y para ti —le recuerdo.

   

—Sí, también. Pero puedo ser el amigo que necesitas. El mejor de todos. Porque eso es lo que quiero para nosotros.

   

Podría creérmelo. Y sé qué dice la verdad. Si dejo a un lado la decepción y la rabia que he sentido hacia él estos días, solo me quedan buenos recuerdos. Buenos momentos, mucha risa y mucha complicidad.

Lo que nunca te canté. Cara B - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora