Capítulo 7

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Estoy temblando.

—¿Tienes frío? —me pregunta recogiéndome el pelo.

Yo niego con la cabeza.

—¿No?

—No —Tiemblo. Pero no es de frío, joder.

Primero me quita la chaqueta. Está concentrada en ello, y lo hace tranquilamente, como si supiera qué efecto provoca en mí cada uno de sus movimientos.

Con el pelo húmedo como lo tiene parece más oscuro de lo normal. Sus manos están mojadas pero no me incomodan. Y es ahora cuando me fijo bien en sus tatuajes. Sé que son elementos que atraen la mirada, pero yo nunca he podido dejar de mirar su rostro por eso no les he dado importancia porque ella siempre me mira como si fuera un regalo a desenvolver. Sus muñeca está cubiertas por un mandala en blanco y negro, y sus brazos están tatuados por diferentes partes.

Me quita la chaqueta y la deja reposada en la bañera para que no moje nada y se seque con más facilidad. Después se queda mirando mi vestido. Está calado como el de ella.

A continuación dirige sus ojos a los míos, parpadea una vez y con el labio dibujando una sonrisa ladina me dice:

—¿Y si te constipas? Mejor te lo quito, ¿no?

Yo trago saliva y soy incapaz de negarme. Es como si se hubiese apoderado de toda mi voluntad. Es tan... alucinante.

Me doy la vuelta y ella posa sus manos sobre mis hombros. Sus dedos se cuelan por debajo del cuello del vestido con sutileza, como si lo hiciese sin querer. Me baja la cremallera con suavidad y lentitud, como si hiciese el momento eterno.

Cierro los ojos, consternada por la avalancha emocional que me constriñe. Tengo que liberarme como sea. Ella deja caer el vestido por mis hombros, hasta mis brazos, y se queda colgando por mi cintura. Estoy en sujetador negro, de espaldas a Natalia y siento que esto es una locura. Pero quiero hacer locuras. Sin plantearme en el porqué las hago. Solo quiero hacerlas y ya está.

Ella pasa sus dedos por mis hombros. Me está acariciando y los desliza por los omoplatos. Por el lateral de mis costillas, hasta mis caderas, donde tengo el vestido arrugado. Y ahí, en vez de seguir bajando la prenda, cuela sus dedos, y lo agarra para tirar levemente de él. Acerca su rostro a mi cuello y frota su nariz contra mi piel más delicada. Pero lo hace de un modo que parece casual.

Ay, madre mía...

Es uno de esos momentos en los que estás en un precipicio. Y te persiguen. Y no sabes si saltar o dejar que te cojan.

Mira, ¿sabes qué? Que Gerónimo. Voy a dejar que me coja.

Tomo aire y espero. Pero ella se ha detenido. Incluso parece haberse alejado. No voy a dejar que el miedo me paralice. Yo quiero probarlo y descubrir qué es esto que me pasa con ella. Y no me voy a quedar con las ganas de besarla. Porque es lo que me apetece.

Lo que nunca te canté. Cara B - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora