Capítulo final

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Todavía colea la actuación de Natalia. Es un rúnrún constante. Y en esas, recibo un mensaje de mi primo Ricky. Es una foto. Está en el Ziggo. Y a su lado, rodeándolo y besándole la mejilla hay un hombre en esmoquin que... en serio, madre del amor hermoso, cómo está... muy rubio, de ojos azules, y hoyuelos. Me adjunta un mensaje en la imagen.

   

«Es ÉL. El hombre de mi vida. Hoy se casaba, ¿recuerdas? No lo ha hecho. Ha dejado a la novia en el altar, y ha venido a por mí. Estoy tan feliz. Te quiero, prima. Vamos a ganar».

   

No puede ser. Estoy flasheada. Mi primo tiene su final feliz también. Pobre novia, vaya palo. Pero él... lloro de alegría por él y doy un par de saltitos eufórica.

   

Pero debo permanecer en calma. Así que me siento de nuevo.

   

Natalia está cerca.

   

Cuando ella llega, entre los aplausos de todos que le quieren dar la mano como cuando cruzaba el pasillo del concurso cada semana como la favorita, yo estoy en una esquina y no deja de mirarme. Todos la felicitamos.

   

Quiero ser igual de diplomática que el resto.

   

Ella no se espera mi frialdad, y le da pena. Pero yo estoy hecha un flan y no me sale nada más en este momento.

   

Me mira de arriba abajo. Sé qué tipo de vestido llevo y cómo me queda. Pero ninguna mirada me ha hecho sentirme como la suya.

   

—¿Te ha gustado? —me pregunta ilusionada y aún cansada de su actuación.

   

—Muchísimo. No tengo palabras... —contesto emocionada.

   

Ella asiente e inclina la cabeza a un lado con ese gesto tan característico. Está radiante. Intimidante. Y es magnética. Y yo estoy loca por ella. Y para ella solo he sido un polvo. No me olvido de eso y me da todo el bajón.

   

—¿Vamos a ganar? —me pregunta como si fuera un oráculo.

   

—Da igual si no ganamos —contesto—. Ha sido maravilloso. Todo ha merecido la pena.

   

—¿Todo?

   

—Sí. Mi yaya te da las gracias. Y yo también —asiento.

   

A ella se le enrojecen los ojos que con la iluminación del lugar parecen más granas que de costumbre. Le tiembla la barbilla, y entonces se aparta de mi lado y se sienta entre Esteve y Loli, pensativa.

   

Las votaciones están al caer, pero antes salen algunos artistas a cantar.

   

Si os digo que no sé ni quiénes son y que no les presto atención, me quedo corta. Solo oigo palabras inconexas porque lo único que puedo hacer es mirar a Natalia.

   

Ella está recibiendo felicitaciones contínuas. De todas las mesas de alrededor. Incluso de los turcos, cómo no, que vienen para que los ojos les bailen una polka ante tanta exuberancia. Son tremendos.

Lo que nunca te canté. Cara B - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora