Capítulo 7.- Parte 1: Rutina a lo Steve Rogers.

96 16 3
                                    

Ay, ese calor placentero. Aquel en el que te dejas arrullar hasta quedar dormido, el mismo que te envuelve y que te acaricia con la suavidad que sólo el tejido puede proporcionar. Exacto, me refiero al calor aislado entre las mantas y sábanas de una cama. Ese que yo, en esos momentos, estaba disfrutando. Y si a eso le sumabas la agradable oscuridad de una habitación con las persianas bajadas, era casi imposible resistir la tentación de quedarse por horas sin importar cuánto brille el sol más allá de las ventanas.

Estaba en ese punto preciso en el que estás a punto de caer en los brazos del sueño pero en el que todavía eres consciente de la sensación satisfactoria que te rodea. Eso se debía a que, a pesar de ser alguna hora de la madrugada, yo me había despertado ya varias veces. Suelo dormir poco, por lo que si me voy a acostar pronto, me despierto temprano. Pero eso no me impedía seguir deleitándome de la ya mencionada sensación. Si dijera que no estaba babeando, estaría mintiendo.

Creí escuchar el chirrido de una puerta acompañado de unos furtivos pasos que se dirigían hacia mí. No les di importancia, <<Imaginaciones mías<<, pensé. Qué ignorante fui.

-Tony...Tony...¿Tony?

Una voz que ya conocía muy bien susurró cerca de mi oído, a la vez que dos grandes manos agarraban mi hombro y lo movían con delicadeza. Fruncí el ceño, esto no puede ser verdad.

Me digné a abrir uno de mis ojos para enfocar la mirada directamente en un pequeño aparatito que se encontraba encima de mi mesita de noche. El resultado que leí no me gustó.

-¡¿Pero qué coño te pasa, Rogers?!¡Son las cinco de la mañana! -me giré rápidamente mirando con cara de pocos amigos a quien osaba interrumpir mi casi sueño.

A este no pareció importarle, pues no se fue de mi dormitorio, sino que se quedó, incluso se sentó en mi cama.

-Lo sé.

Ah, que encima el muy desgraciado lo sabe.

-Entonces, ahí tienes la puerta. -señalé con un gesto de cabeza hacia ella.

-He venido a despertarte. -la sonrisa impecable que había estado en la cara de Steve desde que entró todavía adornaba su rostro.- vamos a ir correr.

-¿Perdón? -le miré desconcertado, ¿correr?¿yo?¿era una broma?

Abrí la boca para quejarme pero entonces recordé la apuesta de la noche anterior y las palabras que me había dicho: "Yo que tú me iría a dormir, mañana madrugamos. Dulces sueños."


Suspiré, cerré la boca y volví a darle la espalda al capitán decidido a seguir con lo que estaba haciendo.- Buenas noches.

Escuché un breve sonido de desaprobación y, de nuevo, su voz.- Anthony, perdiste y vas a levantarte ahora mismo para salir a correr conmigo.

-Oblígame. -le solté con una actitud quizás un poco infantil.


Lo que no me esperaba fue lo que sucedió a continuación. Unos fuertes brazos, bastante musculosos he de reconocer, me rodearon tanto las piernas como el tronco y, sin yo poder evitarlo, me alzaron en el aire, a mí y a las mantas que me rodeaban.

Me aferré al cuello del rubio para evitar caerme y al parecer mi gesto le hizo mucha gracia, ya que su risa no se hizo de esperar.

Camarero, otra ronda.  -Stony. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora