¡No te fíes ni de tu propia sombra!

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“Nada revive el pasado con tanta fuerza como un olor al que una vez se asoció.”

Todo se había vuelto oscuro. No sabía dónde estaba, y la escasa iluminación no ayudaba mucho. Parpadeó un par de veces, intentando acostumbrarse a la oscuridad y así poder distinguir de entre las sombras algo -lo que fuese- que le revelase su paradero.

Escuchó un ruido y se giró de golpe. Estaba tensa, muy tensa. No se sentía segura, además, la tormenta la ponía más nerviosa. Le encantaba el sonido relajante de la lluvia, pero los truenos le asustaban. Su situación le recordaba a una película de esas de terror en las que la música te pone los pelos de punta. Dio unos pequeños pasos hacia atrás, intentando encontrar un rayo de luz, algo que le ayudase a acabar con aquel tormento de no saber dónde se encontraba, ni cuánto tiempo habría pasado allí, o peor aún, cuánto más pasaría hasta que pudiese volver a casa. Se sentía débil, tan frágil como una muñeca de porcelana.

­—Prepárate, porque aún no sabes la que te espera Mayra —escuchó de fondo, estremeciéndose con aquella horrorosa voz que había aparecido de la nada.

¿Quién había dicho eso? Se preguntó muy asustada. No, al parecer no estaba sola. ¿Pero quién más podría ser?  ¿Es que estaba secuestrada?  ¿O iban a rajarla para vender sus órganos en el mercado negro? ¡Oh no! ¿y si querían meterla en una de esas bandas de prostitución de menores y ese tipo de aguas turbias?

Esa voz, aunque distorsionada, no le había dado buena espina. ¿Y cómo iba a darle buena espina con lo que acababa de escuchar? , ¿Es que intentaba protegerla para que fuese con cuidado?

—Quien avisa no es traidor.

No. No tenía pinta de ser su madrina o su ángel de la guardia. Odiaba esa maldita voz distorsionada. Y la odiaba mucho, aunque solo la había escuchado dos veces –y esperaba no tener que volver a escucharla más, porque le revolvía el estómago-. ¿Y si hablaba en serio? , ¿Y si iba a tratar de hundirla? , ¿Y si eran más de uno e iban a destrozarle la vida?

Las tinieblas empezaron a desvanecerse, a evaporarse, dando paso a un pequeño halo de luz que se colaba Dios sabe por dónde. Un sonido metálico cortó el aburrido y monótono silencio que llevaba reinando desde un largo tiempo. Alguien había entrado, o eso quería creer ella. Rápidamente se colocó en posición de ataque. Necesitaba verle la cara a ese cabrón, y luego regalarle una buena bofetada como premio. “No sabéis con quien os habéis metido” pensó Mayra muy muy irritada, quemada, parecía un volcán a punto de entrar en erupción.

Dos pasos, su teoría acababa de confirmarse, pero con la poca luz no lograba verle bien. Intentó arrodillarse para así gatear hasta un lugar en el que tuviese una mayor iluminación –bueno, un poco mejor de la que tenía ahí, ya que a eso tampoco se le podía llamar luz, era más bien la cara menos dura de la oscuridad-, y fue entonces cuando se percató de que estaba atada de manos y pies. El ruido de las esposas no pasó desapercibido entre aquella maldita tranquilidad, y Mayra se maldijo para sus adentros, maldiciéndose a ella misma, a las malditas esposas, al secuestrador anónimo, al silencio inquietante y a la dichosa oscuridad

— Vaya, parece que ya estás despierta —exclamó aquella voz escalofriante sin rostro, y dicho esto dio otros dos pasos, acercándose más a la morena.

Ella permaneció inmóvil. Trató de decir algo, aunque fuese un insulto, pero no era capaz de pronunciar palabra. Abrió la boca un par de veces más, esforzándose al máximo, pero nada, ni siquiera un pequeño y ronco susurro. A la tercera va la vencida, pero entonces tan solo emitió un agudo sonido más propio de un hámster en una situación de vida o muerte que de una persona humana.

—¿Qué pasa, no te han gustado las esposas? ¿No era eso lo que te iba? Yo pensaba que te encantarían, ya sabes, el otro día chillabas pero de otra forma.

“¿Qué? ¿Cómo coño sabía él eso?” pensó Mayra con un pánico medio camuflado. Empezaban a flaquearle las piernas. ¿Era una broma? “sí, tiene que ser eso, una broma, solo una maldita broma, y aunque ahora no tenga gracia en unos años te reirás tanto que llorarás sopa de fideos”. Estaba muy asustada, más incluso que cuando fue a comprarse el test de embarazo a las tantas de la mañana a escondidas de Jordi.

¡Jordi! Él seguro que la ayudaría. Estaba segurísima. Era su mejor amigo y su compañero de piso y cama. Seguro que ya había ido a avisar a la policía y la estarían buscando. “Vamos, Mayra, pero aclárate, ¿no decías que era una broma?”,  “¡Y yo que sé si es una broma, yo solo sé que quiero largarme ya de aquí”

—Pensaba que eras más habladora —rugió la voz infernal, obligándola indirectamente a contestar.

­—¿Qué… qué es lo que quieres de mí? —preguntó ella con la voz espesa, no parecía ella, no se reconocía.

—Podría decírtelo, pero prefiero no hacerlo, digamos que es una sorpresa.

—¿Qué clase de sorpresa? —cuestionó la morena sin darse por vencida, quería respuestas y las quería ya.

—Pues una, no preguntes tanto niñata —escupió el presunto secuestrador y organizador de sorpresas irritado y echando humo como una locomotora antigua de vapor.

—Tengo una tarea para ti, dentro de un rato volveré y te  traeré algo. Mientras tanto mantente calladita ¿vale?, ¿podrás hacerlo? —inquirió él, más como una orden que como una pregunta.

Ella asintió con la cabeza, y una bombillita se le encendió por dentro. Aprovecharía esa salida para investigar un poco la habitación y averiguaría como quitarse las dichosas esposas. Era perfecto.

Y tal y como había venido, él secuestrador sin nombre se fue. Dejando a la morena con más ansias de respuestas, pero también con miedo por saber qué pasaría, qué consecuencias habría si la pillaba intentando escapar y lo más importante: quién diablos era aquél enfermo mental capaz de hacer algo así.

“Vamos Mayra, piensa algo, corre, lo primero que se te ocurra.” Y lo primero que se lo ocurrió fue golpear las esposas contra la pared, con la esperanza de que éstas se rompiesen y dejarle libres las manos para  poder desatarse la cuerda que le estaba cortando la circulación en los pies. Probó varias veces, pero el intento fue en vano porque no consiguió ni hacerle un rasguño. “Ya podrían ser del chino.” Refunfuñó la pobre morena a regañadientes. Trató de estirar la superficie a la que estaban ambas esposas enganchadas, nada. Estiró con más fuerza, nada. Saco toda su rabia contenida, arrancó la superficie –que resultó ser el cabezal de una cama, pero sin cama”. “Bravo Mayra” se felicitó mentalmente desde el suelo y con el cabezal metálico encima de ella. Y como dicen que las cosas siempre pueden ir a peor, en ese momento volvió a escucharse ese sonido metálico y esa terrible voz escalofriante.

—Ya estoy aquí —dijo la voz con un tono un poco menos horrible -pero solo un poco-.

—¡Qué alegría verte! —exclamó la morena con ironía.

—Eres muy graciosa —musitó el anónimo con cara de asco.

Y entonces se acercó un poco para darle algo a Mayra, y ella forzó la vista para intentar identificarle. Pero, por desgracia fue él quien se dio cuenta de que Mayra había tirado el cabezal y que estaba tumbada en el suelo. La voz terrorífica sacó su peor grito y se acercó más a ella para darle un puñetazo en la cara. Y Mayra lo reconoció. ¡No lo podía creer! ¿Cómo era posible que fuese él? ¡No podía ser!

Quemate conmigo (2ª Parte de Indestructible)  [#EDreamsAwards]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora