Capítulo cinco.

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Capítulo cinco. 

Me encontraba recostada en la camilla de enfermería con una gran bolsa de hielo en mi ojo derecho, sentía que mil elefantes habían saltado sobre mi cabeza con todas sus fuerzas. Ruben y Mangel se encontraban a mi costado con una sonrisa pegada en el rostro, el hecho de estar casi muriendo en una puta camilla les resultaba lo más cómico de la vida. Después de ser azotada con tal fuerza al piso, el chico estrello su puño en mi rostro, caí inconsciente de inmediato según Ruben.

— ¿Estás seguro que te encuentras bien? —Dijo la enfermera acomodando la almohada. Era una pequeña anciana de aproximadamente 60 años, tenía los rulos más tierno de la historia. Se sentía bien saber que no era la única chica aquí. 

— Si, gracias —respondí con quejidos de por medio— Sólo me gustaría saber si pudiera tomar un vaso de agua o algo así 

— Ya vuelvo. 

Se marcho haciendo demasiado ruido con sus zapatos de charol. Vi a dirección de Ruben y este tenía la mirada fija en mi, sonreía de tal forma que me hacía sentir cálida entre tantos hombres. Le devolví la sonrisa y gruñí entre dientes. 

— ¿Que ves tanto castaño? —dije con gracia. Ruben quito la mirada de inmediato y la enfoco en el suelo. 

— Debió de ser duro, apenas entras y ya tienes la paliza del año 

— No dolió, para nada. Hasta podría decir que lo disfrute, hace bastante no peleaba 

— Esa no fue una pelea —soltó Mangel— Sólo duro mmm, ¿50 segundos? y él golpeo más... de hecho, fue el único que golpeo 

— ¿Qué dices? ¿acaso no viste la patada en los huevos que le di? ¡lo deje sin hijos! —dije la última oración con orgullo. Ruben golpeo el hombro de Mangel y esté río. 

— Deberíamos de volver, aún creo que podemos jugar al fútbol o algo así. Nos vemos luego pies de lanita. 

Ruben se despidió agitando su mano y salió junto con Mangel. 

Sentí un gran alivio cuando los vi marcharse, quería estar sola por un momento. No todos los días se recibe una paliza de alguien más grande que tu (En todo los sentidos). La cabeza me dolía de una forma sobre humana, el primer puñetazo que recibo en mi vida y había acabado en enfermería con un trozo gigante de hielo que fácilmente podría haber sido sacado del Titanic. Me incline para alcanzar el suéter azul que se encontraba al borde de la cama, lo puse sobre mis hombros y me sentí con toda libertad de poder tomar una pequeña siesta.

Sentí como zamarreaban mi cadera con suavidad, me queje y solté una grosería. Oí una pequeña risita burlona y mis ojos se abrieron por inercia, era la anciana con un gran vaso de agua entre las manos. Sonreí al verla e hice tronar mi cuello.

— Creo que debería ir a su cabaña joven, es algo tarde —me tendió el vaso y lo tome con flojera. Le di pequeños sorbos y lo deje a un costado. 

— Creo que sería lo mejor —me puse de pie y le tendí el trozo de hielo— Muchas gracias.

Aún sentía el estúpido palpitar en la parte trasera de mi cabeza, era jodidamente molesto, estaba a segundos de tomar una navaja e incrustarla en mi cráneo. Al cabo de minutos ya estaba parada en la puerta de la cabaña, se encontraban todas las luces encendidas y risas escandalosas se oían en el interior. Tome varios suspiros y entré.

Mis ojos se abrieron a más no poder y tape mi boca con ambas manos, quería reír tan fuerte que me importaba un comino si mis pulmones explotaban o me hacía pipi. Delante de mi se encontraba la escena más ridícula y/o tierna de la vida. Ruben llevaba puesto un mameluco de gatito y tenía el rostro pintado como uno, saltaba y cantaba por toda la cabaña, Mangel grababa con una pequeña cámara roja, reía a carcajada e indicaba que hacer a Ruben, al parecer grababan su propia película en mi ausencia. Cerré despacio la puerta y me ubique en un sillón al final de la sala para presenciar el show.

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⏰ Última actualización: Oct 17, 2014 ⏰

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Una infiltrada en la familia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora