◇Capítulo dos◇

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La mañana siguiente fue exactamente igual de extraña.

Byron y yo nos vestimos y bajamos a desayunar, mi madre ya había preparado el desayuno, nos comimos juntos unas tostadas con zumo recién exprimido y finalmente nos dirigimos a la puerta principal para salir.

Me di cuenta de que mi madre miraba de arriba a abajo lo que llevábamos puesto, y con razón, porque no nos habíamos esmerado en ir muy presentables. Yo llevaba unos pantalones vaqueros, una sudadera y unas zapatillas y Byron iba con un chándal.

-¿Qué puerta era?- preguntó Byron cuando ya estabamos fuera.

-La 52, siempre te olvidas de todo- dije un tanto cansada.

El camino de ida no era muy largo, estaba dos casas al lado de la nuestra y cuando llegamos, la vivienda era más grande que la nuestra, con unos ventanales estrechos y un jardín poco cuidado con malas hierbas, unas rosas mal plantadas y secas a falta de agua.

La puerta era de madera de roble y a un lado de esta había un timbre antiguo, yo diría del año en que construyeron la propia casa. En una parte del jardín habitaba un haya de altura de vértigo y a su sombra un gato de color marrón claro dormía plácidamente mientras el viento soplaba suavemente haciendo que el pelaje del felino bailara al mismo tiempo.

-¿Quién vive aquí, una abuela sin gusto de jardinería?- insinuó Byron.-¡Au!- dijo al recibir mi codazo.

Toqué al timbre y una bandada de pájaros salieron volando disparados del árbol.

Unos segundos después se abrió la puerta, mi piel creo que perdió todo color al encontrarme con una señora de tez pálida.

-Hola- dijo ella, su voz era ronca y áspera como si hubiera fumado durante muchos años- Pasad.

Byron y yo entramos a su casa por ser modestos.

Dentro nos encontramos con una casa muy recargada y vajilla antigua por todas partes. El suelo estaba cubierto por una moqueta de color gris oscuro y la casa olía a una mezcla entre ropa vieja y hierbas aromáticas, Byron tenía cara de asco.

-Una casa encantadora- mentí, Byron abrió los ojos.

-Oh, gracias- dijo con una leve sonrisa.

Nos invitó a sentarnos en unos sofás revestidos con tela gruesa y eso hicimos. Salió un momento de la habitación y regresó con un plato lleno de lo que parecían ser galletas recién hechas pero como ya habíamos desayunado y no tenían buena pinta las rechazamos amablemente.

-Solo queríamos darle la bienvenida al barrio- hablé por los dos con una mueca que esperaba que pareciera una sonrisa y no una cara de desagrado.

-Muchas gracias sois encantadores, ¿Cómo os llamábais?- dijo ella.

-Yo soy Abby - dije señalándome a mí- Y él es Byron- dije señalándole- Usted también es encantadora señora...

-Lonks, señora Lonks- terminó ella- He estado hablando con vuestra madre sobre los hábitos de los adolescentes y sobre que la televisión os puede trastornar, al final no diferenciais la vida real de las series.

-Ah, que ha sido usted- protestó Byron enfadado.

-Sí, bueno, creo que vamos a ser muy buenos vecinos, además como ya conocía a vuestro padre...

Mi hermano y yo nos miramos frunciendo el ceño. La señora Lonks comprendió nuestra confusión, que no pasó desapercibida.

-Sí, iba con él a la universidad, ¿No os lo contó?, éramos tan amigos...- dijo ella mirando al techo, como recordando aquellos momentos.

Byron y yo nos miramos en silencio.

-Bueno, cambiando de tema, mandarle saludos a vuestra madre, es una mujer muy amable- dijo volviendo de su ensoñación.

Nos despedimos de ella y volvimos a casa.

¿Qué os ha parecido la señora Lonks?

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