◇Capítulo cuatro◇

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Al día siguiente, me desperté tarde, salí de la cama desperezándome y me dirigí al baño para darme una ducha rápida.
Cuando bajé a desayunar la barriga me rugía con fuerza y me di cuenta que todos habían desayunado menos yo.

Opté por comerme unos Choco flakes con leche, me moría de hambre, cuando me los terminé, me senté en el sofá para ver la televisión con Byron.

Unos minutos después mamá se puso delante de la televisión para llamar nuestra atención y nos obligó a llevarle a la señora Lonks una cesta de aperitivos, parecía que quería contentarla para mantenerla al márgen de papá.

Salimos de casa y yo mantenía mi mirada en la cesta que llevaba; había nueces, pasas, cacahuetes, anacardos...

-No me agrada la idea de que tengamos que entrar de nuevo en ese antro encerrados con esa señora.- dijo Byron rompiendo el silencio, estaba incómodo.

-Lo sé- intentaba mantener la calma- Pero solo vamos a estar unos segundos, le damos la cesta, nos vamos y después no volveremos a visitarla.

-Eso si a mamá no se le ocurre la loca idea de que le hagamos personalmente una visita turística por la ciudad guiada por nosotros.

Reí por lo bajo ante lo que se le ocurría.

Cuando llegamos a la puerta toqué al timbre y unos segundos después nos abrió la puerta con una sonrisa y nos invitó a pasar, no pudimos decirle que no, antes de pasar por el umbral de la puerta me percaté de que el gato ya no estaba en el jardín.

Llegamos hasta el sofá y nos sentamos, mis fosas nasales se volvieron a impregnar de aquel olor mezclado que cuanto más olía más hacía que se me revolviera el estómago.

Ella no se sentó, sino que se quedó levantada.

-Voy a salir a comprar una cosa, esperarme aquí, no voy a tardar mucho- dijo la señora Lonks y acto seguido nos dejó completamente solos, me sentía desprotegida en una casa ajena.

Los primeros segundos nos quedamos inmóviles en el sofá, pero después de un rato escuchamos un ruido y a mí y a Byron nos picó la curiosidad así que subimos por unas escaleras que conducían arriba, confiando en que la señora Lonks tardara mucho en llegar. Al subir el último peldaño nos encontramos ante un pasillo largo con tres habitaciones a cada lado. Byron se fue por un lado y yo por el otro, probando a abrir las puertas.

Cerradas.

Me giré decepcionada y me di cuenta de que al final del pasillo había una escalera desplegable apoyada en la pared que subía a alguna parte, tenía que saber a donde. De repente escuché un crujido.

-¿Qué haces?- le pregunté a Byron.

-He encontrado una puerta en el techo, pero no alcanzo a abrirla- dijo Byron mientras probaba a volver a saltar, esta vez más alto, pero sin éxito.

Instantáneamente mi cerebro comenzó a trabajar y luego hizo un "clic".

-¡Las escaleras!- Grité.

Byron las cogió, las colocó sobre la puertecilla y comenzó a subir, yo le seguía por detrás y mi propia respiración agitada me ponía nerviosa.

Cuando ya estábamos dentro y mis ojos se adaptaron poco a poco a la tenue luz que había allí pensé que se me había cortado la respiración, la escena era espeluznante: cientos de imágenes colgaban descuidadas a lo largo de las paredes, pero eso no era todo; las fotos eran todas de mi padre, algunos recortes, otras imágenes antiguas, incluso fotos que no había visto en mi vida en las que no reconocía a mi propio padre... Me dieron ganas de vomitar. El suelo del desván chirriaba bajo nuestros pies, habían cajas en el suelo, abrí una y se levantó una nube de polvo que aparté sacudiendo mi mano. Dentro habían anuarios y cosas de la universidad, puede que papá jugara al fútbol porque tenía fotos de partidos y chaquetas del equipo.

Abrí uno de los anuarios, desgastado y amarillento por el tiempo y comencé a ojear las fotos hasta que me detuve en una; la foto de la clase, la observé con detenimiento, mirando a cada una de las personas que aparecían, hasta que mi atención se posó en una en especial.

-Mira esto- llamé a Byron, quien miraba las fotos de las paredes con una mueca en los labios, acudió directamente y se puso a mi lado.

Señalé con mi dedo índice tembloroso a la señora Lonks, quien aunque estaba mucho más joven, sus rasgos faciales no habían cambiado. Me fijé en su expresión, sonriente entre sus compañeros y parecía que mirara a la cámara, sin embargo sus ojos miraban hacia otro lado, me fijé mejor acercándome más a la foto y me di cuenta de que su mirada se dirigía al otro extremo de la foto.

Puse un dedo en sus ojos y comencé a trazar una línea hacia el lado en el que miraba, el punto al que me llevó hizo que me diera un escalofrío y comenzaran a sudarme las manos.

La señora Lonks miraba a una persona; miraba a mi padre.

Éste sonreía con los ojos entrecerrados, ajeno a la mirada que se clavaba en él.

-Esto da miedo- dijo Byron.

-Y que lo digas- dije yo, todo tenía polvo y me empezaban a picar los ojos, me estaba entrando el pánico.- Tenemos que salir de aquí- dije a modo de orden.

Salimos a trompicones y bajamos apresuradamente las escaleras, entonces mis ojos se encontraron con unos de color esmeralda.

El gato del jardín.

Desvié mi mirada, no lo pensamos dos veces y salimos corriendo de aquella casa antes de que la señora Lonks volviera.

Pasaron unos días y Byron y yo no volvimos a mencionar la escena que vimos, intentamos que todo volviera a ser normal.
Nos pareció extraño que nuestra madre no volviera a mencionar a la señora Lonks y unos días después, nos dimos cuenta de que ya no la veíamos por los alrededores y esperamos que se hubiera mudado a las afueras de la cuidad o a otra ciudad.

-Suponiendo que se hubiera mudado,no entiendo el por qué pero me alegro- dijo Byron cuando estuvimos solos.

-Ahora que lo pienso bien, cuando salimos del desván, con las prisas me dejé todo abierto, los anuarios, las cajas...- dije yo.

-Sabe lo que hicimos y que lo sabíamos, y puede ser que por eso se fue- reflexionó Byron.

Después nos quedamos en silencio, ambos deseábamos no volver a mencionar aquel día nunca más.

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